XXII- Segunda parte

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La caja de cupido.

La caja de cupido

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SEGUNDA PARTE.

14 de febrero del 2014, día de la tragedia...

—Odio el día de San Valentín.
La voz de Marco salió teñida con un atisbo de desdén. Murmuró en tono bajo para que el bibliotecario de la escuela no volteara a vernos con su cara de culo.
—¿Por qué?
—Porque nunca recibo nada, la gente suele darle mucha importancia y todas mis tías comienzan a preguntarme ¿y la novia, Marquito?
Una mueca de diversión se formó en mi rostro al imaginarlo. Terminé de colorear el cartograma de geografía, para así prestarle más atención. Comencé a guardar mis útiles preparándome para cuando el timbre sonara y tuviera que salir de la biblioteca.
—Pues, cuando te pregunten eso míralas y diles "está jugando cartas con mi primo el pandillero y aprendiendo técnicas de seducción a mayores con mi prima la promiscua".
Marco se me quedó mirando silencioso, no dijo nada hasta algunos segundos después. Soltó el color que tenía en la mano y cerró su libro de geografía con lentitud. Achinó sus ojos ámbar en mi dirección.
—¿Eso no es un poco cruel?
—Eso las callará. La curiosidad mató al gato, y tus tías preguntan mucho.
Me encogí de hombros después de mascullar esa frase con un deje de cinismo.
—Puedes llegar a ser mala. ¿Lo sabías? —su voz salió cargada de diversión, nada de reproche. Bueno, tal vez un poco. A veces me miraba con reprensión. Pero si él sabía cómo soy ¿para qué me invitaba?
—Algo he oído —terminé por responderle.
Comenzamos a levantarnos con la intención de ser silenciosos, intento fallido, estas sillas están más añejadas que el ron que está en las repisas de mi apartamento.
—Y no te preocupes si no recibes nada, algunos ojos no logran enfocar tu perfección —lo señalé cuan diva.
—Creo que tienes razón.
Le sonreí.
—Adoro como suena esa frase —admití inflando mi pecho con aire—. Pero si yo fuera tú... revisaría qué hay en mi cuaderno de historia.
Una expresión algo pervertida se adueñó de mi rostro, así como la de Ryan Reynolds smile meme.
—Se supone que hoy es mi día libre sin tareas de historia porque ya las hice...
—Cállate y obedece, abre el bendito cuaderno.
Marco comenzó a buscar dentro de su mochila, sacando desde su bata de laboratorio hasta su juego de escuadras.
—Tu bolso es más grande que el de Hermione Granger.
No me miró, siguió buscando su cuaderno.
—Soy como Dora la exploradora —expuso—, ¿quieres un suéter? Lo tengo, ¿quieres hojas de examen y clips? Los tengo, ¿Quieres chistes malos y crisis existenciales? ¡También tengo de eso! Aunque ahora mismo no sé el paradero de mi cuaderno —soltó con naturalidad a lo que yo reí.
Saqué su cuaderno de historia y se lo tendí. Sacó el contenido de este, juguetón.
—¿Es en serio?
—Claro que sí, Marco, un dibujo de nosotros dos —Debo reiterar que ese dibujo parecía hecho en primaria pero la intención es lo que cuenta—, eso es para cuando quieras verme, tienes mi número para cuando quieras llamarme, bebé, o cuando tu mamá cocine pasticho.
Le guiñé un ojo, coqueta.
Su risa hizo acto de presencia, me permití reírme con él.
—Solo necesito saber... ¿quién dibujó el miembro viril de escarcha dorada?
Pequeño detalle.
—Fue mi hermano, feliz San Valentín de su parte por cierto.
Le fabriqué una sonrisa grande, le mostré mis pulgares levantados.
Negó divertido con su cabeza para terminar diciendo.
—Lo supuse.
—Si, bueno, apúrate —lo ayudé a introducir todo en su bolso—. Tenemos cartas que entregar.
Marco soltó un resoplido.
—¿Por qué tu súper carta no me fue entregada en la caja de cupido?
—Porque merecía que te la entregara en persona, o sea, parfavar, entrega express, V.I. P. ¿Ok?
Me asintió sin mucho ánimo lo cual fue extraño, porque Marco y el ánimo son mejores amigos.
—Sarah, no quiero hacerlo.
Mi amigo detuvo sus pasos en seco, algo repentino.
—Nada más vamos a entregar cartas, no estará tan mal.
Alzó sus dos cejas en mi dirección. Leí claro en su expresión "¿tú harías eso, en serio?".
—Se supone que no debería ser mi trabajo —terminó por argumentar.
—En efecto, pero mi hermano está resfriado e indispuesto para realizar la tarea —cité a mi hermano con voz nasal. Lo cual era obvio que era una mentira, Santiago no quería ir al colegio y ya.
—¿Por qué yo?
—Marco, no es para tanto, conociéndote seguro te gustará.
Apretó sus labios, me miró con duda en sus ojos miel.
—¿Solo media hora?
—Solo media hora.
Ja, qué mentira tan grande le dije.

El mar de su sonrisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora