La caja de cupido.
PRIMERA PARTE.
Día mil quinientos sesenta y siete en la carcel:
El tiempo pasa cada vez más lento, las agujas del reloj repiquetean en mi cabeza. La idea de trabajar hasta tener suficiente dinero para viajar así sea de mochilera por el mundo en vez de estudiar comienza a sonar muy tentadora.
Nah, mejor estudio.
A lo que quiero llegar es que mi último año está pasando a una velocidad escalofriante, casi a velocidad luz, no obstante, las clases suelen pasar tan lento que dentro de mí he llegado a pensar que si me dicen que solo me quedan noventa minutos de vida yo vendría a mi salón de clases, porque aquí un minuto son cien años, noventa minutos... ya con eso puedes considerate alquimista, por otro lado, mentalmente he llegado a espetarle a los profesores que lleguen al grano, así, directo, duro, sin contemplaciones, sin piedad.
«Deja de lanzar las palabras que se usarían en las historias quita inocencia de Wattpad».
Conciencia que me acompaña en el pecado de leer esos fics sexosos, déjame decirte que, yo sin mis palabras con doble sentido no soy yo.
Recuerda que entre ser o no ser, yo soy.
Así que medícate, loca.
«¿Puedes terminar de darles drama a los que leen esto? El drama es tu especialidad pero aquí no hace falta. Deja el show que no hay tarima».
Entonces, como te estaba relatando, cada vez falta menos para entrar a la universidad, comenzar con mi carrera, prepararme para las ojeras más grandes de la historia que podrían tener un apartado en el libro de los récords mundiales, también para estar llena de trabajos hasta el cuello.
Si le veo el lado positivo a eso es que ya nadie me dirá que hacer y tendré un recreo más largo que unos veinte minutos, pero, como siempre yo viendo los dos lados, lo malo es que nadie me dirá qué hacer y si me pierdo un solo segundo ¡pum! Wasted, y, puede que tenga recreos más largos, como de unas tres horas, pero en la universidad ¡¿qué rayos es lo que se hace en TRES horas?! Nada, eso no alcanza, tal vez alcance para una buena crisis pero hasta ahí.
Si estaba nerviosa cuando introducí todo el papeleo para optar por una beca, estoy esperando respuesta, también estoy algo nerviosa por la prueba interna de admisión, aún no la he presentado, estresada a un nivel Sarah súper mega pro estrés, con la prueba que definirá todo... es probable que tenga un ataque epiléptico por el estrés en cualquier momento.
También, adicional a eso, hay que participar en la planeación del paseo de la promoción, como plus le agregamos a esto el tener que planificar la fiesta de graduación para el fin de curso, y, como si eso no bastara, hay que organizar eventos para recolectar pro fondos para la graduación, adicional a esto, el comité directivo junto con los padres y representantes están planeando una actividad con la profesora de Premilitar, lo cual no estará exento de barro, agua CON MÁS BARRO, sangre falsa, escalar cosas, tal vez casi muera, pero moriré en batalla.
¿A quién quiero engañar? no quiero hacer nada de eso, hago natación y eso solo porque se ha vuelto costumbre y parte de mí, no veo por qué tengo que ser parte de una práctica militar, en Erudición no necesitaré de eso, para mi carrera tampoco, a menos de que de pronto me entere de que soy una Nefilim y Jace aparezca como Pedro por su casa para decirme que tengo que ir con él, iría, no para entrenar en específico, pero eso ya es otro asunto y no estamos para hablar de mis fantasías con personajes ficticios.
¿Pero qué procede? Hablarles del día en el que CASI muero (nótese que digo casi porque me considero una semidiosa arco iris, voladora, inmortal, mejor voy dejando mis ataques de ego y divagues a un lado), pero no me refiero a casi morir de la forma en la que ya tu cuerpo no tiene vida, me refiero a que casi muero de vergüenza y dolor.
Todo esto sucedió el día que comenzó mi antipatía con Lucas, porque si puede llegar a mal interpretarse, yo no lo odio, no obstante, también es importante mencionar que nunca he llegado a odiar a alguien, mamá siempre me decía que "Odiar a alguien es portar un sentimiento que te matará a ti, es como la hierva mala, hay que cortarlo de raíz y deshacerse de él, no te sirve de nada."
Por consecuencia, no quiero llenarme de odio, porque sí, alguien puede llegar a caerme mal, ya sea porque no tiene los mismos gustos o intereses que yo, o no congeniamos en lo más mínimo, pero no por eso hay que llegar a la conclusión de que lo odio, porque al fin y al cabo de eso se trata, de encontrarte con personas que viven en el mismo planeta pero lo vean como un mundo diferente al que tú percibes. No es que estén locos, es que no ven la realidad igual que tú.
La cosa es que a veces me gusta ver a las personas como un color, suelo hacerlo en mis tantos divagues.
Los colores son algo hermoso, puedes tener uno, dos o tres como tu color favorito, hasta el arco iris completo puede ser tu color favorito, como también te puede no gustar algún que otro color. Eso mismo sucede con las personas. Puedes ser el color favorito de muchos y al mismo tiempo el menos estimado para otros.
Yo veía a Lucas como una mancha de colores mega estridente que quería penetrar mi burbuja personal, antes de que se convirtiera en mi amigo, aunque sigue siendo bastante estridente. ¿Por qué lo considero eso? Ponte cómodo, acompáñame para contarte mi triste historia.
Martes 13 de febrero de 2014, día antes de la tragedia...
—¿Ya estamos listas para irnos?, ¿nada más que hacer? —Cercioró la mamá de Zoe terminando su postre de piña.
Tragué grueso antes de soltar las palabras que tendrían una vergüenza absoluta.
—No, aún tenemos que comprar los materiales para la "la caja de cupido" y los —hice una pequeña pausa. Mejor no digo esto así de directo, solo diré adónde hay que ir, me dije—, también hay que ir a la farmacia —concluí.
La madre de Zoe, la señora Tiana, asintió mientras caminaba junto a nosotras por la feria de comida del centro comercial. Zoe escaneó la feria de la comida con entusiasmo. Una sonrisa lenta se fabricó en su rostro. SIGNIFICA PELIGRO. ¡Tengo miedo!, ¡En estos momentos tengo mucho miedo!
—¿Y qué tal ese? No me vengas con que no está lindo —comentó señalando a un chico de cabello marrón, sedoso y brillante, «vaya, ese es buen uso del acondicionador». Unos ojos marrones encantadores adornaban su lindo rostro, tenía lindos cachetes, llenos de algunos lunares, pecas, lindas pecas. Era alto para su edad, complexión delgada pero con musculatura en crecimiento, potencial. Algo en ese chico me resultó familiar, demasiado familiar, me trajo unas cosquillas al estómago. No creí que fueran mariposas en el estómago, más bien: la vasoconstricción gástrica provocada por la liberación de norepinefrina en la brecha sináptica. Debía ser eso.
La respuesta era simple, conocía al chico, demasiado.
«Que no se den cuenta que lo conozco», pensé.
Puse mi cara de antipatía, muy en plan "no me importa, enamorarme, no entra en mis planes". Zoe soltó un resoplido lleno de frustración. Me preparé para lo que venía.
—No puede ser que cada vez que quiera presentarte a alguien no llene tus espectativas.
«Oh, amiga mía, créeme que si lo hay, pero no estoy lista para contarlo y más porque está en estas instalaciones».
Me encogí de hombros.
—Tampoco es que el chico sea un Adonis, hijita —¿Disculpe? ¿Cómo se atreve?—. ¿Pero sabes quién sí es lindo? Ryan Reynolds, ese si es un hombre bello.
—Creí que papá era el hombre más bello para ti, mamá —comunicó Zoe.
—Tu padre es hermoso. —la verdad es que el señor Lavalle se conserva bien para sus cuarenta y tantos—. Pero si Ryan Reynolds viene a pedirme que publique su libro, que me va a llevar a Alaska para conocer a su familia y que nos vamos a casar ¡es una idea tentadora que yo aceptaría!
—Mamá...
—Zoe, hijita, ¡por favor! ¡Es Ryan Reynolds!
Esas tardes en el centro comercial con la señora T y Zoe eran lo mejor, me reía mucho con ellas. Lo sigo haciendo.
—El punto es, el chico está bonito. Sarah, al ataque, fiera. ¿Quién sabe? Tal vez se convierta en tu futuro novio, tal vez no andes tan amargada por la vida.
¿Con amigas así para qué enemigos?
—No necesito de un adolescente que aún no se define entre ser un idiota o un sopenco hormonal para ser feliz. Yo tengo mi cara de trasero porque me da la gana, no porque quiero matar a medio mundo —brameé.
—Puede que no haya utilizado las mejores palabras para expresarme —¡no-me-di-gas, sabiduría cósmica! Ella prosiguió—. No puede ser que no veas a nadie bonito, ni que no hayas tenido interés emocional en alguien más que no haya sido "El principito" —En mi defensa el corazón de ese niño es uno de los más puros que he llegado a conocer/leer.
—¿Qué se la hace? Soy feliz así. Seré la tía cool, solterona y con dinero que defenderá a esos pobres niños de la maléfica hija del señor de la noche que tendrán como madre. Y no necesito tu aprobación —Cuando ella comenzaba a querer ligar con medio mundo a mí me gustaba cambiar de tema.
La señora T miraba la situación con diversión, no le extrañaba que Zoe buscara especímenes masculinos "suculentos" por doquier. Ella sabía la joyita que tenía.
—¡No me interesa!, ¡ahora irás ahí frente a ese chico y le dirás: Oye, se te cayó, él te mirará con cara de ¿qué demonios? Luego verá al piso para preguntar ¿qué se me cayó? tú aprovecharás y le dirás: el papel, él dirá ¿qué papel? Y tú, como la picarona que tienes dentro que no ha salido, dirás el papel que te envuelve, bombón. Lo harás. Y no necesito tu aprobación! —espetó Zoe con un tono demasiado alto para mi gusto, haciendo burla de mis últimas palabras. No quería que medio centro comercial se enterara de que espiábamos a "potenciales conquistas" como los denominaba ella.
Lo cierto es que si veía a un chico lindo no iba y lo saludaba ni le coqueteaba con la facilidad que tiene Zoe para eso. Tenía esa esencia que te transmite sensualidad y belleza oculta a sus cortos años de edad. Suena ridículo, pero los adolescentes caían como moscas.
En cambio yo, pues, poseo salud, 1GB en mi plan telefónico, ah, un hermano gemelo que responde al nombre "curruco", incluso tengo a un ciempiés de mascota y tengo a los bombones literarios, digo chicos —la primera palabra suena mejor—, para mí solita. Con eso me bastaba y sobraba. En cambio. Ella era de este tipo de chica que puede estar con el chico que se le apeteciera. Su confianza en sí misma es indudable, su físico es agradable, bonito y atractivo. Entraba fácilmente en la lista de conquistas de cualquier chico. Si yo fuera chico también la metería en mi lista de conquistas, si yo fuera chico sería bien playboy. O sea, mira estas piernas, no cualquiera tiene estos bats, ocurrencias así surcaron mi cerebro.
La mamá de Zoe como cómplice, mientras discutíamos, nos guió a unos cinco pasos del susodicho.
«Cuanto la quiero, señora T».
Mi amiga colocó un papelillo en la palma de mi mano y alcancé visualizar mi número telefónico en él.
¿De dónde rayos lo sacó? No sé.
¿Brujería? Tal vez.
Zoe me empujó con fuerza hacia él.
Como tic acomodé un mechón de mi cabello oscuro detrás de mi oreja. Tomé una bocanada de aire.
—Hey, hola —saludé consiente de que mi tono era casi imperceptible. La persona frente a mí seguía de espaldas y a pesar de eso seguía reconociéndolo. El chico ni notaba mi presencia. Me volteé lista para irme, pero Zoe de brazos cruzados en pose de diva poderosa, asusta, créanme, y más cuando tiene fotos mías que pueden llegar a internet. Le toqué el hombro al chico, este se volteó algo desconcertado y me sonrío.
Esa linda sonrisa con brackets se asomó por lo que reprimí el impulso de sonreír.
Bajé la vista a penas hizo eso porque mi cara se encendió y sentí el calor llegar a mis orejas. Trágame tierra y escúpeme en Grecia, parfavar.
—Se-se te cayó algo —Levanté la vista. No debí decir eso, estaba segura de ello. El chico, era y es mi vecino de enfrente, Lucas
Lucas me dio una sonrisa cordial de saludo. Vio al suelo para ver lo que "supuestamente se le cayó".
—¿Qué se me cayó? —Quizá, dentro de sí se estaba riendo de mí. Su aire divertido en ocasiones se transforma en algo contagioso, hasta que coloca un +4 cuando estoy a punto de ganar la partida de "UNO". Ahí se acaba el aura tranquila y feliz. Ahí entra la Sarah que quiere matarlo —aunque no solo eso—, porque yo odiaba perder.
«No lo digas, lo que sea que vayas a decir, cállate» la voz de la razón me advirtió.
Oh, si tan solo la hubiera escuchado.
—Se te cayó el papel que te envuelve, bombón —solté consumida por la vergüenza, lista para correr de ahí me volteé, pero Lucas me tomó suave pero lo suficientemente firme del antebrazo para dedicarle una mirada entornada de mi parte.
Verlo a esos ojos, que debo admitir, me traían loquita. Creo que si me seguía mirando como lo estaba haciendo no viviría para contarlo.
—Si vas a ligar, hazlo bien. Haz que me sienta orgulloso de haberte enseñado todas mis técnicas.
Estoy segura que dentro de esa curvatura de sus labios se ocultaba una sonrisa sugerente. Podía apostarlo.
—No me has enseñado nada...
—Déjame hacerme el interesante, no me cortes en el mejor momento. Termina el ligue —ordenó con suavidad.
—Pero.
—¿Lo harías por mí?
Mi pulso se aceleró, algo preocupante. De pronto no sabía adónde se había ido mi confianza, sentido común o lo que fuera, estaba boba. De pronto sentí que si me pedía que lo besara, lo haría, porque así no quisiera admitirlo él me gustaba, demasiado. Mucho. Mis piernas tenían ese leve temblor que había aparecido desde mis sentimientos más que amistosos hacia él.
«Vamonos a la v*rga, wey».
Debí haber hecho eso, antes de que se me saliera algo que revelara mis sentimientos hacia él. Ese niño tenía cada cosa. No me faltaba nada para terminar, así que se lo di, le di mi número.
—Me llamo como me pusieron mis padres, pero tú puedes llamarme esta noche, ángel. —Continúe el coqueteo cómo si no lo conociera desde que tengo uso de razón.
—¿En serio puedo?
¿Saben la combinación perfecta? Lucas con los cachetes rojizos, mordiéndose el labio para ocultar su encantadora sonrisa.
La combinación perfecta para que mi poca seguridad en ese momento flaqueara y sucumbiera ante él, como tanto había insistido en negar y opacar dentro de mí. Nadie sabía que estaba loca por él.
—Si —Torpe, él no puede saber nada, me dije. Asintió satisfecho—. Digo no. Es decir, no puedes porque tengo una exposición de "Educación para la salud" y debo estudiar.
—¿Y mañana estás libre?
Lo pensé un momento. Mañana sería San Valentín. Yo estaría sola y feliz así, no tenía gran cosa que hacer. Aunque bueno, tal vez él quisiera invitarme. Y podría estar junto a él y... pero...
—Tengo planes —mentí con descaro.
—¿Qué planes?
¡Así te quería agarrar, Puerca!
—Tengo que ir a natación, luego tengo que... —rebusqué dentro de mi mente alguna excusa coherente pero nada me llegaba. Valí madres, señores—... que terminar un libro. —puntualicé.
Lo cual no era del todo mentira.
—Cancela tus planes. Mañana va a ver un festival en la plaza del edificio, quisiera que vayas conmigo, ¿aceptas? —Su cara al invitarme fue muy tierna, irresistible, encantadora, algo muy Lucas. Una de las cosas que habían llegado a encantarme de él sin que lo quisiera.
—Pero quiero terminar mi libro, Love Story es muy interesante... —desvíe la mirada hacia las mesas donde Zoe miraba esta escena a punto de tener un momento fangirl, o un ataque de histeria, cualquiera era posible ahí mismo.
Lucas tomó mi mentón suavidad y dulzura entre sus dedos. Sus tacto calentó unos grados más mi piel haciendo que lo mirara a esos ojos marrones.
—Te promoto que no te arrepentirás.
—Pero... —Juro que podía escuchar el "DEJA LOS PEROS, SARAH, ACEPTA, POR EL AMOR DE DARCY" que me gritaba Zoe mentalmente.
—Te juro que no tendrás que leer sobre historias de amor por los chicos de los libros. Yo quiero ser tu chico del libro.
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El mar de su sonrisa ©
Teen FictionDicen que cada persona es un mundo, pero ¿qué tan grande y lleno de maravillas puede estar ese mundo? ¿Crece tanto cómo lo hacemos nosotros en la vida? Preguntas así me invaden con su presencia. Lucas, no el de la Biblia, ni el de la esquina. Mi vec...