Cayendo en su encanto.
Él está aquí.
No. Hoy no. Mi tendencia biológica a transpirar no, por favor.
De pronto hace algo de calor, una rara sensación se instala dentro de mí al verlo, un fina capa de sudor está adornando en mi frente.
Está tan cambiado, ya no es el niño regordete que jugaba conmigo en el jardín de niños, no es ese niño que me ayudó a recuperar mi libro de dinosaurios y el que ayudé a recuperar su carrito de juguete, en nada lo es.
Ya sus mejillas no son tan regordetas, ahora son más pequeñas y hacen que su rostro se vea un tanto perfilado, más bien anguloso y un adorable tono rojizo natural adorna sus cachetes, su cabello azabache le llega hasta las orejas, tiene grandes ojos azules enmarcados con unas pestañas negras muy largas, sus labios son de un tono rosado y tiene unas cejas negras con una bonita forma, está altísimo, no soy tan baja pero debe llevarme una cabeza, es capaz.
Diagonal a mí, una grada abajo, visualizo a la perfección el que era mi pequeño amigo del que se burlaban los otros niños, mocosos, lo excluían por su peso y le lanzaban miradas despectivas nada disimuladas, cuando me había acercado a él era porque estaba solo y se veía agradable, no me equivoqué, era un niño encantador, dulce y tímido con un sentido del humor fantástico aunque a veces se comportaba como un viejito en el cuerpo de un niño. Dicen que cada que persona es un mundo, el pequeño mundo que representaba ese niño yo lo conocí y lo amé tal como era.
Siento un calor incipiente por mis mejillas y sé que estoy en Tomate: mood on.
Está ahí junto con un amigo y ya no hay casi rastro de su yo de antes, no está tonificado, su complexión delgada es natural y se ríe con su amigo.
Parece notarme al voltearse para examinar las gradas, le dice algo a su amigo y este le da una sonrisa cómplice junto a leves golpes en el hombro, alentándolo.
SE FIJÓ EN MÍ, me siento igual que Violeta Parr de Los Increíbles cuando Tony (apellido demasiado complicado) se fijó en ella.
¡Se fijó en mí! o me recordó, lo que sea pero, imagínense un grito fangirl porque eso es lo qué pasa en mi interior. Froto mis palmas contra mi pantalón, se humedecieron, buen momento hormonas, excelente aparición.
—¿Sarah? —cuestiona Isaac como si no lo creyera.
Yo sé que la pubertad da sus tortazos pero no creo que el mío haya sido tan drástico para que no me reconozca.
—¿Isaac? —Es obvio que sé que es él pero quería seguir con esta charla distante y un tanto ridícula, creo que es el nerviosismo.
—No puedo creerlo —Me abraza, al principio me quedo quieta pero lo acepto. Eso no lo vi venir señores. ¡Me abrazó!—, has cambiado tanto, te ves muy linda. Bueno... siempre lo has sido, pero... me refiero a que... estás más linda.
¡Esto se va a descontrolaaaaar!
¿Yo? ¿Sonrojada? ¡Por favor!
Suelto una risa incómoda porque sé que si no pienso mi respuesta terminaré diciendo algo como: ¿eres real o eres producto de mi imaginación volátil?
—Y tú no te quedas atrás, estás altísimo, gracias, ahora me siento hobbit —Achino los ojos en forma de broma hacia Isaac.
¿Es en serio? buena forma de comenzar conversación.
Voltea un poco su cuerpo para ver hacia la piscina, su perfil se delinea en rasgos varoniles, considero que merezco una cachetada ahora mismo.
—Supongo que la pubertad hace su trabajo, o sea... no me quejo —musita con una sonrisa ladina.
Hora de muerte de Sarah Castillo 3:18 p. m. Causa de muerte: ternura.
No sé por qué mis ojos viajan a esa zona de su cuerpo pero veo fijo su trasero y vaya que la pubertad hizo su trabajo, uno muy bueno.
—¿Gracias?
No puede ser lo dije en voz alta, buen momento para que el vomito verbal salga a relucir. La vergüenza no me cabe en el cuerpo, ¿por qué? ¡¿Por qué soy así?!
Yisus, ayúdala, por fa, amén.
Se sonrojó, no puede ser. Voltea su rostro, avergonzado. Bueno somos dos.
Trato de calmarme, digo, vamos, era mi mejor amigo del jardín de niños creo que esa confianza no se ha ido después de todo.
Isaac me pone al tanto de muchas cosas, nuestra conversación se ha extendido tanto que olvidé por qué dejé a mi abuelo solo. Al parecer la vieja y polvorienta confianza sigue ahí, incluso intercambiamos números. Nunca había llegado tan lejos.
—Fue... un g-gusto volverte a ver, Sarah —mi nombre al salir de sus labios me causa una emoción indescriptible en el corazón.
—Igual —Imito su gesto.
—Por cierto... te doy permiso de que veas mi trasero con confianza —canturrea recordándome mi falta de control. Me llevo una mano a la frente causando que el chico frente a mí libera una risita. De pronto, inclina su cuerpo hacia adelante, quedando su rostro a centímetros del mío.
«Va a pasar, muévete si no quieres que te besen en un lugar público donde tu abuelo puede usar una botella de agua como arma».
—Tenías una pestaña ahí —alega frotando su pulgar por mi pómulo.
Bendita sea, Isaac, creí que ibas a besarme y viviríamos felices por siempre.
—Pide un deseo entonces —propongo algo frustrada ante el arranque de estupidez de hace un momento.
Solo espero que no pida destruir mis ilusiones, porque para eso no le hizo falta magia.
—Tómalo... pide lo que quieras —entiende el vello de mi pestaña en su pulgar, lo tomo con dificultad—. Debo... debo irme.
«Deseo que se quite la chaqueta».
Termino de bajar las gradas algo más animada de lo normal y esta vez sin casi matarme por un tropiezo, gran avance.
Tomo camino a la parte por donde salen los atletas, ya hay otras personas aguardándolos, apoyo un costado de mi cuerpo en uno de los autos que está cerca.
El equipo sale lanzando gritos y alaridos de ánimo al aire con sonrisas en sus rostros y gritando el nombre de Sardinas para animar.
Entre esa multitud sale Marco con un traje de baño muy pequeño (más bien tanga) en su cabeza supongo que se lo dan al último que anota. Ruedo los ojos con diversión, estos chicos están locos.
—¡Viniste! —exclama el portador de la tanga rosa de la gloria. Lo abrazo por su victoria. Tiene una gran sonrisa en el rostro, esto es lo suyo.
Aunque no aguanto y suelto carcajadas, nunca olvidaré la imagen de mi amigo con un mínimo pedazo de tela rosa en su cabeza. Le tomo una fotografía.
—No me iba a perder a un montón de adolescentes jugando en una gran sopa humana —admito, guardando mi celular en mi bolsillo trastero.
—Mientes, estabas violando con la mirada mi cuerpo escultural —alardea haciendo un ademán de tornear su cuerpo con las manos.
En realidad violé el de Lucas, pero tú no tienes que enterarte de eso.
—Ew, no, yo muy civilizadamente estaba viendo muy atenta su dominio de la pelota —concreto eso con un gesto de duh.
—Te creeré para que no te deprimas.
Con que usando mis palabras en mi contra, Marco Polo, touché.
Del estrecho umbral de los vestuarios aparece mi hermano, lo felicito de forma ligera, no tanto, no quiero que su ego se infle demasiado, ya no queda espacio en el departamento porque su ego lo ocupa todo.
El abuelo y Zoe se nos unen, iniciando una conversación que luego de un rato se convierte en una oportunidad para celebrar, ir a Woodie's a cenar, es temprano para eso pero bueno es comida y yo siempre tengo hambre ¿qué puedo decir?
Ellos se adelantan un poco. Zoe me pide que la espere porque quiere ir al baño, al principio entro con ella pero en cuanto el olor a orina y desinfectante golpea mis fosas nasales, es cuando sé que tengo que salir.
Con la mirada en el piso, el cuerpo apoyado en la pared, los brazos cruzados y jugando con una piedra de la hierba un acompañante entra en mi campo visual.
—Esto es tan hermoso, te has quedado a esperarme, deja que lo guarde mentalmente, es un momento memorable —Limpia una lágrima falsa de su rostro. Este es el momento en que blanquearía mis ojos cuan rayita ante comentario de Lucas. Más no lo hago, prevengo el riesgo de morir por putrefacción visual.
El recuerdo de él y sus músculos vuelve a mi mente, cerebro traicionero.
«Solo gózalo».
—No podía aguantar más sin verte, sentía que si pasaba un minuto más perdería la cordura —dramatizo.
—Sabía que tus días no tenían sentido sin mí —infla el pecho y levanta el mentón, orgulloso.
—¿Cómo podría vivir sin tu molesta e incesante presencia? —miro al cielo con aire soñador, suelto un suspiro de enamorada—, es mi pan de cada día.
Apoya su brazo en mis hombros y por alguna razón mi piel estaba fría pero se entibia por su toque.
—Mira nada más, piensas en mí y no controlas tu emoción —se toca el corazón como diciendo: esto es tuyo.
—Pensar en ti sería un desastre y no exactamente uno maravilloso —Hago referencia a Maravilloso desastre mientras me despego de él y de la pared, comienzo a caminar hacia Zoe, ya salió del baño y se quedó mirando al horizonte como pensado: ¿me abandonó o qué?
Hago un gesto de despedida hacia Lucas pero ni siquiera está ahí, se fue tan rápido como alma que lleva el diablo.
—No sé por qué siempre interrumpo momentos Lurah —la castaña chasquea la lengua y hace el gesto del zorro de Dora la exploradora cuando dice oh rayos.
—No interrumpes nada.
«¿Espera, qué? ¿Qué dijiste, rancia?».
—¿Qué diantres significa Lurah?
Ella sonríe, mostrando sus dientes en una sonrisa muy grande, lenta, algo medio, bastante, muy psicopata.
—Lucas y tú, es su ship, es que se ven lindos juntos —canturrea con ese tono que siempre usa cuando quiere ser cupido, oh no.
Oh no, ya vas a empezar.
—En ese caso creo que deberías volver a usar tus lentes, porque tu visión apesta, amiga mía —palmeo su hombro y camino hacia los otros con las manos en los bolsillos—. Es casi imposible que yo termine junto a Lucas. Él es... él y yo soy... bueno yo, tú me entiendes.
—¿Y eso que tiene que ver? Algún día verás que mis ships se harán realidad —llega a mi altura y sigue mi paso—. Tú misma lo dices, casi imposible, las pequeñas probabilidades pueden convertirse en las mejores oportunidades para llegar a la felicidad sin que te des cuenta.
Su momento inspiracional con frases me deja algo estupefacta.
—Espero al menos poder verlo con mis propios ojos y sin tener que usar una cadera de titanio —rio de mi propio comentario.
—Lo juro, estarás con él, pasará y yo estaré ahí para restregártelo y planear la boda —vuelto de su ocurrencia que ladra con tanta seguridad.
—Ahh, que asco. ¡Larga vida a la soltería y a la vida loca sin cadenas!—chillo eso mientras corro una carcajada que vibra en mi pecho, Zoe se une.
—SOLTERÍA PURA, BEBÉ.
No sé por qué nos reímos tanto, supongo que eso es lo que pasa con amigos, te olvidas de todo, te reencuentras y reemplazas las cosas por sonrisas, sonreír nunca está de más y con ellos menos.
Llegamos con los otros y nos miran como si tuviéramos un moco en la frente, se miran entre sí y se encogen de hombros, su sincronía da escalofríos.
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El mar de su sonrisa ©
Roman pour AdolescentsDicen que cada persona es un mundo, pero ¿qué tan grande y lleno de maravillas puede estar ese mundo? ¿Crece tanto cómo lo hacemos nosotros en la vida? Preguntas así me invaden con su presencia. Lucas, no el de la Biblia, ni el de la esquina. Mi vec...