XVI

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Señoras y señores, les presento a la novia de Lucas.

      —Tú sí que estás loco —río con exageración, pero no con gracia, es esa risa incómoda de "trágame tierra y escúpeme muy lejos de aquí"

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—Tú sí que estás loco —río con exageración, pero no con gracia, es esa risa incómoda de "trágame tierra y escúpeme muy lejos de aquí".
Lucas me mira y alza sus dos cejas, de pronto dejo de reír, lo miro neutra y él me mira con una mínima curvatura de sus labios un gesto lleno de firmeza y en especial, decisión.
Él no dice nada, no abre su boca, no me suelta uno de sus comentarios; nada más me mira. Cada parte de mí es escrutada por sus inquietos ojazos marrones, por su intensa y profunda mirada.
Pasa su mirada por mis piernas, sube lento, eleva su mirada por mi cuerpo a una velocidad desesperante, lenta y constante, poniéndome más nerviosa de lo que estoy, sí es que es posible, ve mi cuello, mis labios, mis ojos, ahí se detiene, mi corazón da un frenazo, se detiene por un mini segundo, de pronto olvido cómo se respira, mi saliva deja mi garganta y se va de vacaciones.
      ¿QUÉ DEMONIOS ME ESTÁ PASANDO?
Lucas no hace nada, solo observa, tan silencioso y analítico como si tratara de descifrar algo en mí en un gesto depredador, se ve orgasmicamente atractivo mirándome como lo está haciendo, sus ojos con un brillo increíble, como dos lunas, hermosos, una sonrisa infalible se asoma. Me mira y contengo la respiración, su mísera acción, su mirada apabullante, es suficiente para atravesarme.
       De pronto hace algo de calor.
«No te parece sensualon lo que está haciendo, no se ve lindo y comestible al hacerlo».
       CLARO QUE SÍ SE VE LINDO Y SENSUALON AL HACERLO.
      «No te atrevas a piropearlo, no, NO».
Ojalá fueras la arena de la playa para quemarme y enterrarme en ti, Lucas.
     Gime. Su gemido cubierto de lujuria y extravagancia.
   Sin vergüenza alguna, seguro de que lo hace al tono exacto para que solo se escuche entre los dos y que se funda con la música para los otros.
—Vamos, sigue así. ¡Oh, Sarah! ¡Ahh! —gimotea actuando como si el oxígeno le es remplazado por excitación—. Esas palabras suenan muy provocadoras al salir de tus labios —su sonrisa pícara y juvenil no deja sus labios en ningún momento desde que aparece. Trago grueso, abochornada por su comportamiento.
     Y por lo que dije.
EN. VOZ. ALTA.
    CONVULSIONO. MUERO DE PENA. HELP ME, no sé qué me está pasando.
     «Se le llama lujuria, te la presento, llega de visita junto a las hormonas».
Sigue sonriéndome de manera picara y socorrona.
Piropera calentona, VETE, ESTÚPIDA, NADIE TE QUIERE AQUÍ.
Pff, ni siquiera eres mi tipo —defiendo. Patético intento de mentir. Volteo mi rostro hacia la ventana, evitando mirarlo.
Creo que no tengo un tipo de chico si soy sincera.
Los padres de Lucas siguen ajenos a la situación, tan tranquilos y casuales, mi abuelo no hubiera estado igual, creo que si mi abuelo estuviera en el asiento de copiloto ya hubiera colgado y castrado a Lucas o no lo sé, solo por estar tan cerca mío. Sebastián se durmió cuan tronco. La música sigue resonando dentro de la camioneta, las vertiginosas curvas provocan que mi hombro choque con el suyo, rompiendo cualquier distancia entre nosotros. 
Una sensación extraña se adueña de mi intestino.
      Ay, nonononono.
      Oh, oh.
      ¡Por las tangas de Jesús y las chanclas de Judas!
     ¡Ahora no es momento de liberar metano!, ¡¿qué fue lo que te hice naturaleza?! DIME.
        Aprieto las nalgas, no quiero un incidente, no quiero soltar un gas aquí.
¿En serio? Y... ¿cuál es tu tipo? —enarca una ceja con un gesto arrogante en su rostro. Ahg—, ¿Los chicos tímidos, los malos, los aburridos, los Isaac's? —presiona. Y dale con Isaac. Echa su cabeza hacia atrás y me mira como si yo fuera a doblegarme, con un gesto tan inútil y banal. Usa su mirada de "sé que estás mintiendo y eso me divierte".
Mantengo su mirada, lo miro desafiante, segura de lo que voy a decir, sin dudas, aunque por dentro mi intestino tiene unas ganas estratosféricas de tirarse un gas, aguanta, yo sé que puedes. No, no puedo, me aliento en medio del desespero y soponcio.
Yo puedo.
«Respira.»
«Aprieta esas nalgas.»
«Cálmate, ten paciencia, crea tu burbuja.»
  No.
     Lo suelto, juro que lucho, que aprieto esas nalgas, pero cuando la naturaleza hace su aparición no hay nada que la detenga, me tiro un gas al lado de Lucas.
       Ay no, qué pena. Quiero meter mi cabeza en la tierra como lo haría un avestruz.
       El daño ya está hecho pero la pena me carcome y me hace sonrojar más de lo que ya estaba, ¿lo bueno de esto? Pues, que por fortuna coloqué una toalla encima del asiento para no estropearlo con mi ropa húmeda, a eso le llamo estrategia.
Lucas arruga un poco su rostro.
—¿Hueles eso? —sus palabras amortiguadas por su mano. Mátenme. Abro los ojos desmesuradamente buscando una excusa para que no se dé cuenta. Abre la única ventana que estaba cerrada, del lado de Sebastián, para ventilar.
    Mátenme, en serio.
—Lucas, estamos pasando al lado de un río que está contaminado, ¿te suena? —trato de sonar convincente y que él no indague más sobre el tema.
—¿Podrías responder mi pregunta? —exige. Regreso al tema de conversación como si nada hubiera pasado.
¡¿Cuál era su pregunta?! ¡Ah, si! mi tipo de chico. No tengo uno en concreto así que opto por la opción más fácil y, en su probabilidad, estúpida.
—Los bombones ficticios, los bombones literarios específicamente —me muerdo el labio inferior pensando en mis crushes literarios, ah, Grr—. A nadie le lanzarían tantas bragas, cuidado si no también bóxers, como a ellos. Son climáxticamente orgasmicos —mi expresión pervertida no se hace esperar.
No sé por qué estoy mostrando mi lado pervertido con él. Creo que hablar con él más seguido estas semanas ha hecho que no esté tan tensa a su alrededor.
      Tal vez, ya no me avergüenzo de ser así con él, tal vez él tenga razón y si hay "confianza", puede que le haya cogido confianza, o, tal vez el abuelo si inventó el café de la verdad y lo usó en mí.
—A mí se me hace que ningún personaje ficticio te moja las bragas tanto como yo lo hago —suelta sus palabras así sin más, sorprendiéndo. Sus palabras fueron algo muy en plan: "please, bitch, I'm fabulous"—, ¿lo ves? Ya tus vasos sanguíneos se han dilatado, tus hormonas están reaccionando a mis encantos —su voz sonando arrogante y haciéndome sonrojar aun más—, no se siente bien perder el control de tu cuerpo por otra persona, ¿cierto? —desafía. Una sonrisa ladina se asoma por su rostro. Lo miro disgustada.
Odio que comentarios tan simples me prendan como semáforo, él me hace sonrojar y lo peor es que un mínimo coqueteo suyo se queda en mi memoria por días, y de paso él me coquetea cada vez que me ve, o sea, que no me da tiempo de olvidarme de él.
¿Qué me estás haciendo, Lucas?
—Tú a mí no me mojas nada —Le doy un repaso completo a su cuerpo con mis ojos, frunzo el ceño como si algo no me cuadrara en su físico, como si me importase, aprieto los labios y achino mis ojos hacia él—. No estás tan bueno como para eso.
  Sonríe de manera socorrona.
—Eso no es lo que decías anoche muy cerca de mi oído, me decías propuestas indecentes —abro mis ojos a su máximo potencial y pongo mi mano sobre mi frente, la dejo caer muy lento.
Ay-no-puedo-con-esto.
Juro que quiero lanzarme por la ventana pero él, las montañas a mi alrededor y la velocidad a la que va el vehículo me lo impide.
A ELLA LE GUSTA LA GASOLINA —el señor Arcadio canta a todo pulmón sin perder la atención de la carretera.
DALE MÁS GASOLINA —Carolina le hace coro.
Enfoco de nuevo mi atención en Lucas.
—¿Seguro que eso no era uno de tus sueños húmedos en pleno apogeo hormonal? —inquiero.
Lucas me mira alzando sus dos cejas, recuesta su brazo de la parte trasera del asiento de su padre.
—En realidad eso fue algo que un día leí, considéralo un experimento que puse en práctica contigo.
—¿A cuántas chicas le has dicho eso? —pregunto tratando de sonar firme.
—Si te soy sincero... —se rasca su cabeza, luego desordena su cabello sedoso y acariciable, ¿yo acabo e decir eso? Vuelve a sonreírme—, a ninguna.
Claro, con esa palabrería tuya y ese físico que hace babear debe ser fácil.
—¿O sea que las chicas se te lanzan?, ¿te tiran sus bragas con su número en ellas? —pregunto.
Él sigue sonriendo, su sonrisa petulante y burlona. Señoras y señores, les presento a la novia de Lucas, su sonrisa.
—Me refiero a que mi única relación ha sido porque sí, solo tenía un propósito —suelta de lo más natural, encogiéndose de hombros.
—¿El propósito de la unión de sus cuerpos dura contra el muro?, ¿para ser Lucas "pajas locas" García? —increpo.
Él ríe por mis palabras, su risa grave y contagiosa se escucha a través de la música, su risa se escucha maravillosa. Dénme una cachetada ahora mismo, ¡yo no soy así!
—Mi única relación fue falsa —la comisura derecha de sus labios se eleva, lo dice muy casual, más natural que un juguito verde extraterrestre en la mañana lo cual me desencaja.
¡¿Qué?! ¡Pero si yo lo veía tan feliz y enamorado con su anterior pareja, se veía tan real! Me atrevo a decir que en un momento llegué a querer una relación así con alguien.
—¿Pero cómo?, ¿por qué? —las dudas me invaden, de pronto lo que creía saber de él se derrumba frente a mí, que alguien me sostenga, puede que se me vayan los tiempos en cualquier momento.
—Quería ponerte celosa —baja la mirada y se rasca la nuca—. Quería lograr mover tu mundo.
Me da una sonrisa tímida, una que nunca esperé recibir de él, una que me gusta.
—Yo... eh...
—No hace falta que digas nada, sé no sientes lo mismo que yo —un tono dolido acompaña sus palabras. Y así sin más se voltea hacia la ventana, me da la espalda y se concentra en el paisaje.
La música continúa en su máximo volumen, pero yo siento el intenso silencio y la voz en mi cabeza; la voz de la razón y el reproche en mi cabeza.
Y ahí me doy cuenta de algo, que nadie en toda mi existencia me había regalado libros, él si, nadie me había compartido sus opiniones del amor y otros asuntos del corazón como lo había hecho él, nadie había soportado tanto excremento de mi parte como lo ha soportado él, él quiere acercarse a mí, ser sincero conmigo y yo lo he tratado como si él valiera tan poco como un pan duro a las dos de la madrugada en una panadería de quinta. Por el pasado.
Me despido de los padres de Lucas, le doy un beso en la mejilla a Sebastián, a él le he cogido algo de cariño.
       Se encaminan hacia el ascensor y ascienden dejando a Lucas recogiendo algunas cosas. Procedo a caminar para esperar el ascensor pero me detengo en seco, dando un frenazo.
    Comienzo a caminar hacia Lucas.
—Hey, Lucas —saludo para llamar su atención y que me vea, que me sonría como siempre lo hace, que al menos un atisbo de sonrisa se asome hacia mí. No se voltea, se queda recogiendo su morral y su equipo de natación, sin mirarme, ni sonreírme, sin ser el Lucas que conozco.
—¿Qué? —responde aún sin mirarme.
Le coloco una mano en el hombro haciendo que se voltee, eleva sus cejas en mi dirección, mirándome a los ojos por segundos, luego desvía la mirada, me evita.
—Quiero que seamos amigos —hago le petición, algo dudosa de su posible respuesta. Siendo honesta nunca pensé decírselo pero creo que la situación lo amerita.
«Eso es peor, sigue estando en la frienzone por ti, pobre chico».
Ahí me doy la libertad de creer que lo herí. Herí a Lucas García sin proponérmelo, bueeeeeno, puede que tal vez me haya propuesto alejarlo de mí en un principio, puede.
     Pero quiero tratarlo bien, ahora.
Lucas mira hacia el maletero de la camioneta y lo cierra, una expresión neutra adornando sus facciones aristocráticas cuando se voltea hacia mí, sonríe de manera agria, sin encanto alguno.
—Nah. Yo no quiero ser tu amigo —pisotea mi petición. Ouch—. Preferiría algo como... más que amigos o amigos con derecho pero algo es algo, está bien —responde sin mucho interés, sin su ánimo habitual, sin su sonrisa que ha logrado mover algo en mí. Creo que le ha quitado algo de polvo al sótano, ¿tú me entiendes, no?
Asiento.
—¿Quisieras acompañarme a ver una película en mi casa? —me cuesta un poco que esas palabras salieran de mí pero salieron y no quemó como esperaba que lo hicieran, al contrario, se sintió bien invitarlo.
  —No quiero.
—Oh, bueno... está bien. —doy una vuelta sobre mis talones, camino para salir de ahí e irme. Eso fue golpe bajo en mis ganas de que fuera mi amigo, las estaba extinguiendo.
   «Adiós, dignidad. Fuiste buena mientras duraste».
Él suspira.
Se planta enfrente de mi camino, entre abre sus labios para decir o acotar cualquier cosa pero en lugar de eso eleva su mano derecha, dejando su palma expuesta, apoyo la mía en la suya, dándome cuenta de lo delgada y pequeña que es mi mano comparada a la suya. Su mano y la mía hacen conexión.
—No me dejaste terminar, me encantaría —termina la oración con simpleza—. Apresúrate, no todos los días me invitas a ver una película —señala esta vez sin ninguna sonrisa, solo el movimiento de sus labios al pronunciar las palabras. Su tono no es el mismo de antes, ya no es animado como otros días.
     —¿Y eso qué tiene que ver? —una sonrisita se forma en mi rostro al preguntarle.
      —Que esa vermicelli está caliente —lo miro extrañada—. ¡No me la sople que se me enfría!
        Agita su mano con frenesí, como cuando uno espanta moscas, así.
     Suelto una risa entendiendo que no quiere perderse la oportunidad cuando está recién salida del horno.
Logro que hable algo más animado, más Lucas, hablamos mientras esperamos el ascensor y reparo que en realidad estuve haciéndole lo que yo tanto critico, estaba tachando a su mundo de inhabitable cuando ni siquiera lo había puesto en período de prueba, a ver si era apto de vida humana.
—¿Ya te conté la vez en la que estaba en la playa y tuve un pequeño accidente? —una sonrisa de boca cerrada se asoma en su rostro esas que hacen que se te achinen los ojos. Niego adentrándome en el ascensor junto a él.
      »Fue rarísimo, comencé a nadar algo alejado de la orilla porque ya sabía nadar y defenderme en el mar, quería ver los corales, los vi, creía que sería algo indescriptible, algo súper emocionante y fantasmagórico pero fue distinto, fue un poco decepcionante para mi yo de doce años, eran corales de color amarillo desteñido, casi gris, no había muchos peces, unos dos o tres y eran mínimos, para colmo recibí una pequeña pero dolorosa corriente eléctrica en mi pierna, yo creí que me iba a morir en medio mar —dramatiza tocándose el pecho. Me causa gracia, no puedo evitarlo, él sonríe—, nadé hacia la orilla pero en el camino choqué con algo grande, era un señor muy grande con una barriga gigante y peluda, creo que aún tengo traumas —finge estremecerse—, para colmo el ardor en mi pierna era una picadura de un agua mala y para que sanara mi papá me llamó a parte y se sentó a mi lado en la orilla de la playa a centímetros de donde termina las olas y me dijo: "hijo, siéntete en la arena, vamos a curarte, sosténme el trago" —usa una voz gruesa y varonil para imitar a su padre—, me senté en la arena, le sostuve el trago algo dudoso. Yo estaba muy en plan: papi, no hace falta, mamá me dará una de sus cremas y me curaré, pero él ya se había sentado y había vertido un líquido caliente en mi pierna, mi papá me curó con su orina». —termina su anécdota riéndose y recordando ese momento. No puedo con eso. Sigo riendo.
  Lucas suele tener una sonrisa, cualquier sonrisa que te puedas imaginar y cuando se enoja es difícil notarlo o que explote, pero si lo hace o lo sabe disimular muy bien o es de ese grupo de personas que está molesto y a los cinco minutos ya se le ha olvidado el por qué de su molestia y vuelven en sí. En parte me alegro que sea una de esas personas, a mí me mueven una cosa del sitio en el que lo coloqué y ya quiero matar al culpable.
—Eso es —suelto una carcajada y trato de recuperarme—, asqueroso.
—¿Qué? Fue orina medicinal —agrega. Seguimos riendo, le doy pequeño golpe en su hombro.
—Eres asqueroso.
—Y tú eres adorable aunque hayas liberado tus gases al lado mío —echa su cabeza hacia atrás y coloca su mano como un Tyrannosaurus con expresión de asquito—. No le diré a nadie si eso te preocupa.
  Ya mi inquieta e inoportuna sangre ha viajado a velocidad luz hacia mis mejillas, si se dio cuenta, que veeeergüenzaaa.
—Tu secreto está a salvo conmigo —asegura cerca de mi oído para luego volver a su posición erguida. Comienza a reírse, lo miro mal y trata de contenerse pero falla, se ríe con todas sus ganas.
El ascensor se detiene en la planta baja, la plaza, las puertas se abren y entra la persona que menos desearía ver en cualquier momento de mi vida.
      Pasa distraída, chateando y marca su piso, que también es el nuestro, yay.
Este es el mejor día de mi vida, en serio.
—Ya decía yo que había un aroma putrefacto, eras tú, la rarita —ataca. Lo cual parece una de esas escenas planificadas de esas propagandas anti-acoso escolar. Sin sentido ni lugar. Su voz no es chillona más bien es profunda pero sus palabras son ridículas. Choca mi hombro con el suyo pero no me mueve, se planta al lado de Lucas y se yergue, mostrando sus pechos, muy en plan: "la pose de exorcismo para la foto del Facebook". Me mira. Paula acaricia el cabello marrón de Lucas, cerquita, creo que hasta se le restriega—Hola, amor, no te he visto en un tiempo —él la mira con molestia disimulada y la separa de sí lentamente.
Me atrevo a decir que cada ves que Paula ve a Lucas es algo así.
     Recreación:
Paula: OH, NO PUEDE SER, SE ME CAE EL VESTIDO, UHH.
Lucas: THA FACK. MIS OJITOS.
Ew.
     Fin de la recreación.
—Ya decía yo que la humanidad no podía caer más bajo, pero mira, aquí estás —brameo.
—Serás idiota... —suelta su patético insulto. Te preguntarás ¿por qué nos insultamos? Pues, no lo sé, es algo que se ha formado con el tiempo. Es casi un pasatiempo.
     —Si, bueno, ¿qué te digo? Cada quien tiene un defecto, en tu caso no es tu culpa que tus cromosomas estén fundidos, no te culpo —me encogo de hombros al terminar.
     Una mínima sonrisa burlona se adueña de mis labios. Paula mira ofendida y encolerizada mi posición. Lucas fijándose de que ella no lo vea coloca sus manos alrededor de sus labios creando un megáfono y formula un silencioso "Vuélvete loca".
Veo detrás de ella cómo se abren las puertas del ascensor dándole paso a mi salida triunfal. Necesito una salida triunfal.
¡Eres... eres una! —agita sus manos tensadas frente sí. La evado y salgo del ascensor junto con Lucas.
Soy muchas cosas, más de las que te gustaría creer, Paula. Que tengas buenas noches —escupo su nombre con una nota agria.
Camino hacia la puerta de mi departamento con la cabeza en alto, erguida y con Lucas a mi lado y su novia, su sonrisa burlona.
   —No me gusta fomentar conductas violentas, y me parece que seguirle el juego no estuvo bien —asevera Lucas en un tono bajo para que nadie más que yo escuche.
   —Eh... ¿lo siento?
—Pero debo admitir que estuvo bueno el espectáculo. Dame cinco —Lucas extiende su palma frente a mí, choco la mía con la suya—. No dejas de impresionarme —se lleva una mano al corazón y me mira con aire soñador fingido, creo—. Nos vemos en un rato, iré a cambiarme —Respondo con un ok y él asiente entusiasmado, entra a su departamento mientras con sus brazos alzados me señala en aire de "Eres tú en tus mejores momentos". Niego de manera divertida con mi cabeza.
Abro la puerta de mi departamento mientras escucho como Paula le da un portazo a la suya. Ups, problemas en su paraíso.

Holaaaaaaaa :D
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El mar de su sonrisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora