XI

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Tus técnicas de seducción son algo... originales... ME ENCANTA.

     Me levanto sin muchas ganas de moverme, menos de escuchar a los profesores y a mis compañeros de clase

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Me levanto sin muchas ganas de moverme, menos de escuchar a los profesores y a mis compañeros de clase. Veo mi reflejo en el espejo, no tengo un rostro de impacto pero tampoco me considero fea, al igual que mi cuerpo, toda yo me considero normal, pero, ¿ahora mismo? Siento que me veo como un aborto de pejelagarto subdesarrollado. Tengo unas pequeñas pero notables ojeras bajo los ojos y... ¡no puede ser, me salió una espinilla! Justo en medio de mi frente, la pubertad puede llegar a ser cruel. Después no digan que no se los advertí.
Eso pasa por tanta grasa y dulce.
Salgo del baño envuelta en una toalla y me dirijo hacia la secadora que está al lado de la cocina, en el trayecto me parece ver por el rabillo del ojo a mi hermano pero no le doy mayor importancia, tomo mi brassier de la secadora yendo de regreso a mi habitación para ponerme el uniforme escolar cuando la persona en mi sala me hace dar un pequeño brinco y abrir mucho mis ojos.
Mi querida dama de antaño, que prenda interior más excelsa —Tiene una sonrisa socarrona en su rostro y está sentado como si fuera un dios del Olimpo.
     Escondo mi brassier de su vista, mi cara recalentándose a fuego lento.
¿Qué haces aquí, Lucas?
       Camino a mi cuarto para vestirme, es incómodo que su mirada esté en mí cuando yo solo llevo una toalla que es de Barney.
    O sea, hello.
¿Que ya no puedo visitar a mi, debo decir, radiante vecina? —Lo oigo a través de las paredes que separan mi habitación de la sala.
¡Claro que si!, ¿quieres un desayuno?, ¿café, pan, un boleto de avión a Dinamarca? —Tiro de mi pantalón para subirlo y terminar de alistarme para el colegio.
¿Te han dicho lo encantadora que eres en la mañana y más aun con el admirable toque de desvelo que adorna tu lindo rostro? Que por cierto se te ve sensacional, te da un toque sensual —Juro que puedo sentir cómo esboza esa sonrisa burlona que lo caracteriza, tan lenta e infaltable como siempre, esa que me provoca borrarle de alguna manera.
—Me lo han dicho tanto como a ti te han dicho que eres hermoso y celestial —bramo burlona.
—En ese caso me alegro de que las personas reconozcan a tal criatura. —sostiene.
Salgo de mi habitación entrando a la de Santiago para decirle que ya me encuentro lista pero él no está aquí y el abuelo tampoco está aquí, ya ni modo, un viaje solitario en el tren subterráneo me espera. ¿Yupi? ¿Wi?
Ahora si, con total sinceridad, ¿cuál es el propósito de tu visita, Lucas? —preciso. Procedo a adentrarme en la sala con el bolso en mi hombro y el estómago vacío demandando comida.
Tu abuelo me pidió que te llevara porque él y tu hermano se fueron temprano y yo no tengo problema en hacerles el favor —explica con calma. Su bondad y solidaridad con mi abuelo evidentes en sus palabras.
      Ay, yisucrito.
Un bostezo abandona sus labios.
Entiendo su cansancio, es viernes y el cuerpo lo sabe, el cuerpo quiere dormir. Una notificación hace pitar mi celular, es Wattpad. «Por obra de una estrella ha sido actualizada». Hoy me espera otra noche en vela.
No hace falta que me lleves, puedo tomar el subterráneo, el colegio no queda tan lejos de aquí. Pero agradezco tu cordialidad.
«¿Por qué no cedes? Tú y yo sabemos que no quieres ir en ese tren hoy, acepta y ya, no seas tan terca».
Insisto, no tengo problema en llevarte y no aceptaré un «no» por respuesta —declara con seguridad, está decidido, por lo visto, adorable.
Eso me impulsa a decirte que «no» más rápidamente —Tomo un poco de mi jugo y muerdo un pedazo de la empanada que me dejó mi hermano en la mesa, eso si es amor.
—Sarah, come algo, por favor —Con mis empanadas no te metas, tarado—. Te llevaré de todas maneras, sea como sea, lo prometí.
Noto la convicción en su voz pero yo puedo rebatir, puedo hacerlo correr de aquí si quiero.
—No me voy a ir contigo ni que me paguen —Agarro mis llaves de la mesa y abro la puerta esperando que él salga, lo hace con sus manos detrás de su cuerpo, estirando sus brazos como si estuviera entumecido—, así que deberías irte si no quieres llegar tarde.
Esboza una lenta sonrisa ladina.
     «No lo odio, no lo odio, yo solo no soy la mayor fan de su existencia».
—¿Cómo no? Te espero en el auto —asegura.
—Que no me voy contigo —exaspero.
—Entonces me imagino, claro, que no tienes ningún problema en que me lleve tu libro prestado, ¿verdad? —Lo alza con un brazo echándole un vistazo. Elevándolo más alto. No, mi bebé no.
—Dámelo.
—No. A menos de que digas por favor —Aleja a mi bebé de mi alcance. Estúpido poste de luz humano.
—Dame mi libro, Lucas, por favor.
—Nah, igual no te lo doy, tú vienes conmigo.
—Te mataré un día de estos y no sentiré culpa —Lo apunto con mi dedo índice y mascullo eso con rabia.
—Si que lo harás pero de amor, llenas mis días con tu presencia, tanto que duele. —Con el tiempo he aprendido lo teatral y hablador que puede llegar a ser Lucas. Conozco el objetivo.
—Apresúrate si me llevarás, aborrezco llegar tarde.
—A sus órdenes. Señorita —Su aura de caballerosidad no teme salir a la luz desde este momento.
Me siento en una montaña rusa para niños de cinco años, el viaje en el vehículo de Lucas es silencioso, relajado, en un momento estoy calmada viendo por la ventana y al otro momento siento incomodidad de mi compañía y anhelo tirarme por la ventana, solo rezo por llegar rápido al colegio, creo que nunca había deseado tanto llegar ahí hasta ahora.
     Miro su perfil al conducir, sus músculos se contraen al mover la palanca y el volante, su perfil es admirable, su rostro parece cincelado por la pubertad y bendecido por los dioses, sus pecas son adorno, son como las manchas de pintura que le dan el toque final a una obra maestra.
     ¿Cómo verse atractivo hasta cuando estás conduciendo? No sé la técnica pero a Lucas le sienta muy bien.
—Sé que soy alguien digno de admirar, pero ¡¿podrías dejar de mirarme y luego voltearte a ver a la ventana y hacer lo mismo una y otra vez?! —Quita la vista del camino por unos segundos y me mira con un poquito de estrés, un poquito—, si tú me miras y no me dices nada y vuelves a hacer lo mismo me volveré loco hasta saber qué quieres decirme.
—No quiero decirte nada.
—Ya. Nada. Entiendo —Apertura una risa, se reírse con todas las ganas, ¡¿De que frutas se ríe?!
      ¿Me ve cara de payasa o qué?
—Ilumíname con tus conocimientos, Lucas —el tono sarcástico tilda mis palabras con naturalidad.
—No dices nada porque las palabras se quedan atoradas en tu garganta.
       ¿Ah?
       —No admites que te gusto, pero lo sientes —revela tan confiado, tan él—, pero tranquila, no me gusta romper corazones. No como otros.
     Entorna una mirada de recelo en mi dirección.
Rompo en carcajadas.
—No puedo con esto, cuéntame otro chiste, Lucas, hoy quiero reírme —Suelto entre risas sosteniendo mi estómago, eso me dio tanta risa que no puedo contenerme—. Aire —otra risotada de mi parte—. Por favor.
Saco mi botella de agua y procedo a beber un poco para calmar la risa y el leve ardor en el estómago.
—No sé qué es lo que te da tanta risa, yo hablo en serio —El agua se estanca en mi garganta. Un ataque de tos me engulle, casi me ahogo, Lucas me mira a través de sus largas pestañas, sus ojos marrones penetran los míos—. Me gustas, Sarah, toda tú, con cara de desvelada o con una camisa de tu hermano, me gustas.
Enmudezco, toda la gracia de la situación se esfuma, se desinfla como un globo.
El globo sigue soltando aire, zumbando en mis oídos.
—L-Lucas, ¿esto es en serio?—inquieto, algo dudosa porque no sabría qué responder si es cierto, ni siquiera sé si quiero que sea real.
     Mi corazón golpea contra mi pecho, martillea contra mis costillas, parece que va a demolerlas en cualquier momento.
A la velocidad que va el auto, ¿qué tanto tiempo estaré en el hospital si me tiro de aquí?
Quiero huir.
—Obvio que no es en serio, Sarah, pero tenía que hacer algo para que dejaras de reírte de mí —Sonríe como siempre, con encanto y ese toque de humor, creo que es un alivio que su confesión no sea cierta, o no, ¡no lo sé!—, era eso o dar un frenazo pero no quería atentar contra nuestra seguridad —¡Ja! bueno yo pensé en tirarme de la ventana, no te culpo—, pero tienes una bonita sonrisa, claro que cuando es auténtica es mejor, las irónicas, que son las que siempre me das debo recalcar, no le llegan ni a los talones a la que tenías, te veías feliz.
Me quedo callada porque otra vez no sé que decir, ¿un gracias estaría bien?, estoy a punto de agradecerle pero agrega:
—Eso si es en serio, es auténtico. —No pausa su sonrisa, al contrario, por primera vez su sonrisa hacia mí no es socarrona o burlona, es verdadera.
«Se ve lindo al hacerlo».
Hormonas, no hablen. No se les ocurra alborotarse.
     Tanto es el shock que ni cuenta me he dado de que llegamos al estacionamiento de la escuela.
      Yo quedé loca, no sé tú.
Aparca el auto y me bajo con la cara encendida, el rojo escarlata cubriendo mi piel.
      —Muchas gracias, Luki. —Agradezco sinceramente pero no pierdo oportunidad de utilizar el apodo que le da Sebastián. Me causa cierta diversión.
       Cuando estoy a punto de correr hacia mi salón, que también es el de él, algo estupendo en serio, me detiene en el acto.
—No hay de qué. No te olvides de tu libro —extiende el susodicho con amabilidad y lo tomo—. Nos vemos luego, tomatito.
     Y por lo visto él también hace burla de hacia mí con ese apodo.
Ingreso al salón a dejar mi bolso ahí dentro y así ir a buscar a mis amigos, al salir de este con toda la calma del mundo a medio camino casi me doy contra el pavimento, no me caí pero pude haberlo hecho porque Zoe se ha lanzado a mi espalda para abrazarme como koala y Marco llega detrás de ella riéndose seguido de un Santiago divertido.
     —Aire... muero... Socorro —farfullo ante el aparente abrazo que parece más una toma de asfixia de parte de mi amiga.
—Tenías que ver t-tu cara, S-Sarah —Marco masculla entre risas y me saluda—, le dije que los tacleabrazos eran peligrosos pero no me prestó atención.
La castaña ignora el comentario y me mira, analizándome, ¿algún día dejará de escrutarme con su mirada?
—¿Por qué estás tan roja? pareces un tomate —quiere saber Zoe, con demasiado interés.
      Ay mieeeeeércoles. ¿Sigo roja? estás de broma. ¡Malvada sea mi sangre que tiende a irse hacia los mofletes!
Me mira, con su picardía a flor de piel, una mirada que usaría cupido al ver su próximo blanco, su próxima unión.
—Tomate —Remembro a Lucas y el momento en su auto—, ahora todo el mundo me dice así, genial.
—Ay no te esponjes, solo fue una bromita —Le resta importancia con un gesto de manos—. Ven, vamos.
—¿A dónde me llevas, Zoe?
—A prostituirte, necesito dinero y tú, amiga mía, tienes un buen trasero para eso, duh —explica con obviedad.
Yo ahí atrás no tengo nalgas, tengo es una extensión de espalda, quisiera decir que vendo mis nalgas, pero ni eso tengo, pero según mis amigos yo si tengo y cito: "unas buenas y suculentas nalguitas."
—Si ganan dinero yo quiero parte de las ganancias, porque es como si me vendieran a mí, que por cierto sería un buen negocio —Santiago lo sostiene así tan natural, tan fresco, claro, como no es a él al que van a prostituir, ¡así cualquiera!
—No, no, no, a ti te toca otro día, bro —Mi hermano niega, que no era en serio lo que dijo pero Marco se lo tomó muuuuy en serio—. Zoe tiene razón, tienes un buen trasero. —Genial, Marco y mi hermano apoyan esto, estupendo.
—MARCO.
—No me grites, mujer, yo solo digo la verdad, los dioses te dotaron, úsalo.
Me doy la vuelta en dirección contraria a ellos, me alcanzan de nuevo. Zoe toma mi brazo de nuevo.
—Ven, vamos, te calmaré en la biblioteca, vamos, muchachos, hoy no es su día, activen "poder cariñosito", estarás bien, pequeña.
Me abraza y frota mi cabeza con brusquedad, sus abrazos y mimos tienden a ser rústicos, no respondo a su abrazo.
—Ya estás exagerando —logro articular con la cara entre sus brazos.
—Calla, esta es mi buena acción del día. Mañana te venderé.
—Torpe mundana —berreo por lo bajo.
—¿Qué dices, hija de Marcie?
—Oye eso fue feo, te pasaste —le suelto ofendida. Insultos así, duelen.
—¡No van a comenzar una guerra aquí, es muy temprano para eso! —Marco trata de romper nuestra discusión. Y así nos encaminamos a la biblioteca.

El mar de su sonrisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora