XV

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El clan García.

           A penas Lucas pronuncia sus palabras, su declaración hacia mí, mi cerebro me sisea: eso no es cierto, no es real, son sus hormonas reaccionando con las tuyas, corre de ahí, huye, quédate con tu helado, tus libros y tus series, así estás...

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     A penas Lucas pronuncia sus palabras, su declaración hacia mí, mi cerebro me sisea: eso no es cierto, no es real, son sus hormonas reaccionando con las tuyas, corre de ahí, huye, quédate con tu helado, tus libros y tus series, así estás bien, posterior a eso, mi corazón hace acto de presencia iniciando a palpitar como loco, creo que mi corazón está padeciendo dos momentos fangirl, tres convulsiones, cuatro paros cardíacos y a pesar de eso sobrevive, todo eso en un total de cinco segundos, no entiendo el por qué del ataque de mi desbocado corazón, supongo que es el peso que conllevan sus palabras lo que lo ocasiona.
      En realidad si lo entiendo pero no estoy muy dispuesta a aceptarlo. Para colmo cuando mi cerebro procesa a una lentitud increíble sus palabras, que con franqueza me dejan perpleja, de pronto todo se torna tan confuso, en estos segundos, es como vivir las cosas en cámara lenta y de repente las cosas se aceleraran y no tengo el control de la situación, es como cuando vas a dormir, al principio todo es lento y luego de golpe. No me alcanza el tiempo para hacer ni el más mínimo movimiento porque él liquida cualquier distancia entre nosotros, lo considero loquísimo porque lo percibo tan lejos y a la vez tan cerca después de sus lindas palabras, su acción me llena de calor las mejillas, desata un millón de sensaciones que nunca había sentido dentro de mí, un fenómeno sobre natural surca dentro de mí y a su paso me abastece de sentimientos en plenitud.
     Lo que menos pienso que él haría es justo lo que hace, me besa, acurruca mi cara entre sus manos, con ternura. Sus ojos están cerrados como si quisiera disfrutar el momento con dulzura y placer, no obstante, los míos se cierran por mini segundos y se abren a su máximo potencial en un parpadeo.
      Sus labios se unifican con los míos, sus labios rojos, suaves y carnosos impactan contra los míos dejando un sabor algo salado por el mar y un poco dulce, sus labios son dulces y tienen un deleitante gusto a menta y sal, un beso agridulce, sin duda. La susodicha acción me deja pasmada, me debato si corresponderle o no, si golpearlo o no.
      Tardo cinco segundos en comprender lo que acababa de pasar.
     Impongo distancia, sin conocer aún qué rayos hacer, lo único que creo factible es nadar y huir de él, como la cobarde que soy, solo salgo de su mar, de su océano, salgo del mar de Lucas lo más rápido que mi cuerpo me lo permite.
     El recuerdo de sus labios impactando contra los míos y sus manos sosteniendo mi cara con ternura llega a mi mente y me molesta que no pueda sacarlo de mi cabeza; el beso fue agridulce en todos los sentidos pero ha quedado sellado en mi mente.
      Mi primer beso fue como de agujas cubiertas por una delicada y brillante capa de miel, fue algo etéreo; sin embargo, había cierta pasión y sentimientos encontrados que no puedo explicar.
      Mucha gente dice "a mí me descuidas dos segundos y ya estoy comprándome la librería completa" o " a mí me descuidas dos segundos y no hago nada, si no he hecho algo en toda mi vida, dos segundos no harán diferencia" me atrevo a formar un meme sobre esto "a Lucas lo descuidas cinco segundos y ya se te declara, te besa y arma una boda en media playa" lo sé, soy un asco haciendo memes pero estoy tratando de calmarme, no devolverme y armar un drama en medio mar.
     Y entonces lo asimilo, paro mi pony y pongo pausa, rebobino absolutamente todo...
     Me besó...
     En los labios...
     ÉL ME DIO MI PRIMER BESO...
     OH. POR. DIOSITOSANTÍSIMODELATRINIDAD.
     Que la persona que colma tu paciencia, te molesta, que hace locuras frente a ti y que gracias a eso te ha hecho reír te dé tu primer beso es algo... ¿raro? No sé ni en que estoy pensando, necesito ayuda.
     Quisiera decir que el beso fue lo peor, que lo odié pero no puedo mentir de una forma tan vil, mi primer beso fue parecido a como siempre me lo imaginé, tierno, empalagoso, cursi, y torpe, claro que no fue con Harry Styles o con Jace Herondale o con Percy Jackson, pero fue casi igual a como me lo imaginé de niña, si le quitamos el hecho de que cuando diera mi primer beso habría un arco iris y unicornios alrededor... fue casi igual, ¿qué tipo de químico raro tenían mis gomitas cuando era pequeña?
     Me siento rara, confundida, molesta, emocionada y en shock, me quedo en medio de la arena caliente mirando a una palmera con la expresión en el rostro de "el conocimiento es poder".
     Sacudo mi cabeza, cálmate, no es para tanto, fue solo un beso...
     ¡¿Calmarme?!
     Se supone que mi primer beso no se lo daría a cualquiera, no considero que mis besos estén bañados en oro ni que sean la octava maravilla del mundo, ¿a quién engaño? Mi primer beso no tenía precio, era incomprable, una de mis posesiones más valiosas y estimadas.
      Quería que a quién yo eligiera dárselo fuera alguien a quien yo amara, porque si los personajes ficticios no salen de los libros para cuando yo me quiera casar y tener tres hijos, tres perros, una mansión y una súper biblioteca con todos los libros que yo quiera al menos el portador de mi primer beso debía ser amado por mí, todo eso se vio arruinado y desechado por Lucas.
     Tarado, hijo de la fruta, hijo de su bendita madre.
     Aunque, si le doy algo de mérito no fue tan malo como he pensado, pero ahora no pienso con claridad. Es ahora todo es difuso.
     Vuelvo a donde están los otros, paso la mirada entre cada uno, Marco y Zoe se miran entre sí y me dedican una mirada de "lo que pensamos no está en la Biblia, son pensamientos impuros", Santiago entrecierra sus ojos cafés hacia mí, analizándome, no, no, no me veas, Santi, tú siempre sabes que me pasa. El abuelo eleva sus dos cejas en mi dirección una expresión neutra adorna su arrugado y ahora bronceado rostro, y entonces habla.
     —¿Cómo quedó la foto, les favoreció el paisaje? —su anterior expresión se marcha tan rápido como llega y es reemplazada por una divertida y fresca sonrisa.
     ¿Qué te puedo decir, abu? Tu nieta dio su primer beso, se le declararon y de una manera indirecta lo mandó a Lucas a la friendzone, ni siquiera se tomó la foto.
     «Recobra tu seguridad, actúa natural».
     —No lo sé, no suelo salir muy bien en las fotos, fue algo nulo, un cero a la izquierda —le resto importancia y vuelvo a buscar el dinero para el helado, lo necesito.
     Al abuelo parece no convencerlo del todo mi respuesta pero lo deja pasar. Saco el dinero de mi bolso.
     —¿Vas a comprarte algo? —asiento—, apresúrate, los entrenadores dijeron que ya falta poco para irnos —concluye.
     Le respondo con un ok y me dirijo hacia la tienda de helados. El sol calentado mi piel. La brisa despeinando mi cabello. La arena quemándome los pies.
     Compro un helado de chocolate, lo saboreo, está buenísimo, fresco.
      Vuelvo hacia la sombrilla donde están mis amigos, mi abuelo y mi hermano, terminamos de recoger nuestras cosas, vamos hacia la camioneta donde nos iremos todos los del equipo de natación.
     Estoy a punto de montarme en el vehículo, soy la única que falta pero me percato que el equipaje se reprodujo como conejos y evita que mi cuerpo entre.
     —Mi familia y yo podemos llevarte, tenemos espacio —Lucas habla detrás de mí, miro al cielo y suspiro.
     ¿Por qué?, ¡¿Por qué yo me quedé de última?! Por el helado, no me dejaron comer ahí dentro.
     Nunca pensé que un helado me trajera tantos problemas.
     LA CONCHA DE UNA MANDARINA PELADA.
     —Si, Sarah, puedes irte con ellos, te veo en el departamento —el abuelo concede desde adentro.
     Le sonrío con un deje forzado.
     —Ok, no hay problema —tomo mis cosas—, nos vemos luego —me acerco al abuelo—. Si querías deshacerte de mí me lo hubieras dicho antes, así no hubiera dolido tanto —el abuelo me mira con cara de "no seas mal educada. Si quisiera haberte abandonado lo habría hecho hace mucho".
     Ouch. Me despido de todos y ellos se despiden de mí.
      ¿Saben? El aire playero huele a alta traición.
     Sigo a Lucas, lleva puestos unos shorts playeros y lentes de sol, luciendo como un modelo de revista juvenil, su oscuro cabello moviéndose con la brisa, su torso al descubierto, pequeñas pecas y lunares se reparten por su espalda, ahí me doy cuenta de algo, el cuerpo humano es algo tan fascinante e hipnótico que sus lunares y pecas lo hacen parecer como una galaxia, un firmamento lleno de estrellas, el cuerpo humano es uno con el universo, nosotros somos una creación fascinante, quién sea o lo que sea que nos haya creado formó algo realmente magnífico y enigmático.
     Los músculos de su espalda se marcan con el simple movimiento de su caminar, su trasero bien formando está frente a mí, él me confunde, me molesta y me frustra pero no veo razón para odiar a su trasero.
     «Deja de mirarlo, niña hormonal».
     Llegamos a la camioneta de su familia, una camioneta moderna de color gris niebla, su papá terminando de colocar unas cosas en el maletero, la mamá de Lucas colocando música a un volumen elevado, Sebastián hablando con ella.
     Lucas se acerca a su padre e imagino que le comunica lo que yo le iba a decir, le iba a pedir si me podía ir con ellos.
     —¡Claro!, con gusto, Sarah, puedes venir con nosotros, únete al clan García —concede el señor Arcadio. Le sonrio en agradecimiento.
      —Gracias.
     Arcadio García, creo que tiene unos cuarenta años de edad, un empresario respetable y competente, de armas tomar, un padre que trata de hacer lo mejor para criar bien a sus hijos y cuidar de su familia junto con su esposa, ellos son un equipo.
     Su cabello es marrón igual al de Lucas, ojos café oscuro, la misma piel clara solo que esta ya tiene un poco marcadas las líneas de expresión, facciones algo endurecidas pero aristocráticas, porte grueso y fuerte, su sola presencia te impone respeto e interés hacia él, tiene ese aire de poder, astucia y suficiencia, su expresión puede hacerte creer que está malhumorado con el mundo pero en realidad es un amor de persona cuando lo conoces, noto el parecido de Lucas con él, como si Lucas fuera la fotocopia de él, la fotocopiadora García. Lo único que los diferencia es que Lucas es el pecoso, sus pecas ocultan tantas cosas que dentro de mí la sensación de querer detallarlas me ha descontrolado por segundos.
     Arcadio toma mi bolso y lo coloca dentro del maletero y se adentra en la camioneta, cierra la puerta.
     Lucas me abre la puerta en un gesto caballeroso, me siento junto a Sebastián que agita su mano en forma de saludo, sonriéndome con su desdentada sonrisa, hago lo mismo.
      Lucas se sienta a mi lado izquierdo.
     Esto es incómodo.
     Estar a su lado, después de que lo dejé con las palabras en su boca y después de que le rechacé el beso, de rechazarlo a él es definitiva y sumamente incómodo.
      A veces pienso que la vida está empeñada en colocarnos en diferentes situaciones incómodas, esta es una de esas.
      —Hola, Sarah.
      —Hola, señora Carolina —no sé si decirle mamá de Lucas o señora García, no lo sé. Me observa con sus ojos color miel desde el retrovisor, su cabello castaño oscuro casi negro está atado en un moño desordenado y salvaje, su rostro es perfilado y anguloso, su cejas son muy al estilo Cara Delevingne, pestañas largas adoran sus ojos, enmarcándolos, labios en forma de corazón, su cuerpo es definido y atlético. Es muy hermosa. No puede ser tan perfecta, no es posible, de seguro esconde algo.
     —Dime: Carolina —se voltea en mi dirección y me mira desde el asiento del copiloto, sacándome de uno de mis tantos divagues—. Cuando uno tiene hijos es como si perdiera la identidad, ya no te llaman por tu nombre si no "señora mamá de Julianito de la Costa" yo no quiero eso, además es como si me dijeras que estoy vieja.
     Asiento con movimientos constantes y pausados. Me mareó. Mi cerebro explotó con sus palabras.
     Se lleva una mano a su pecho y echa su cabeza hacia atrás.
     —¿Me estás diciendo vieja?
      Ay no. Carolina se voltea hacia su esposo.
      —Cariño, me veo vieja? ¡¿Las cremas de Avon no funcionan?! —abre su boca en exageración—, ¡Hemos sido timados!
     —Mamá —Lucas habla a mi lado, avergonzado.
     —Amor, la estás asustando, mírala, está rojita —Arcadio le da un beso a su esposa.
    ¿Estoy roja? Yo debo tener un complejo de tomate, en serio.
     Debo admitir que la señora Carolina tiene un gran sentido del humor y personalidad. Algo confuso, pero es original.
     —Eww, se besaron— Sebastián se tapa sus ojos con una tierna mueca de "asquito, mis padres se están besando, iugh".
     Lucas sacó el sentido del humor de su madre, por lo que veo, pero en su físico es igual a su padre, es como si el señor García hubiera defecado a Lucas, Lucas "la caquita" García, este aventón está disparando los apodos hacia él.
      En cambio Sebastián tiene los ojos mieles poblados de pestañas negras, sus cejas iguales a las de su madre, su rostro es un tanto anguloso, solo un poco, conserva sus rasgos dulces y dóciles de la niñez, él es adorable, dulce e inocente, y curioso.
     El clan García es algo interesante, son un equipo, cada uno es diferente y eso hace que se complementen.
     El señor García pone en marcha la camioneta y salimos de la playa. Las montañas de piedra con tonos anaranjado y blanco se ven increíbles durante el viaje de regreso, la música proveniente del reproductor le da un aire de video musical improvisado a la situación.
      Trato de olvidarme de los acontecimientos con Lucas y me enfoco en la canción que está sonando.
     "El poeta" de Chino y Nacho.
     Interesante repertorio musical, señor García.
     —Te dedico esta canción —Lucas habla cerca de mi oído, sorprendiéndome y dándome cosquillas—. ¡Papá, súbele a esa rola, por favor!
     Parece que el señor Arcadio esperaba con ansias que alguien dijera eso porque no espera ni un segundo, le sube todo el volumen al estéreo.
     Lucas se aclara la garganta, saca un cepillo que imagino es de Carolina, lo coloca en medio de su pecho, presionándolo con su mano, baja su cabeza y la vuelve a subir lentamente, inspirándose.
    —Esto es para ti  —me señala como si yo fuera parte del público y de su concierto, forma un corazón con sus manos—. "Nací para amarte, yo te daría lo que quieras, mi corazón, mi vida entera, tú pide que yo te voy a complacer, eh y ehh."
     Ok, me está dedicando una canción, y yo que pensé que la única canción que me dedicarían en la vida sería la de "feliz cumpleaños".
    —"Quiero recordarte... que yo soy tuyo cuando quieras, que yo te amo a mi manera, quisiera que un día fueras mi mujer, mi mujer".
     Él sigue cantando, encendiendo mi cara al rojo vivo.
      «¿Kestá pasando doktor García?».
      —"Y así juntos poder algún día vivir la alegría de darnos placer, la razón de esta sutil melodía, de una poesía, que te quise hacer, ehh —me señala de nuevo—. ¡Por ti me he vuelto un poeta!, hago rimas en mi vieja libreta, ohh, miro al cielo esperando un cometa para pedirle un deseo y es que te traiga hasta aquí".
    Oh, cállate, por favor, no hagas esto más incómodo de lo que ya es.
     «¡¿Cuantas veces debo decirte que no preguntes, solo gózalo?!»
     ¡Que esto es incómodo! MADAFAKA.
     »Me hace feliz tenerte, y es que me imagino al lado tuyo hasta la muerte, siempre que me asomo en mi ventana para verte quiero que la siguiente mañana traiga suerte para convertirme en el sueño de tu corazón, para hacer realidad lo que pasó como ilusión, una sensación de falta de razón, la combinación de amor con atracción —¡me están dedicando una canción, el mundo se va a caer! —. Tú me gustas, ¿cómo negarlo? —oh, créeme que lo sé, aún no lo supero—, no me asusta demostrarlo, estoy buscando una oportunidad para expresarlo, porque, bebé yo voy a amarte por un rato largo, oh. ¡Por ti me he vuelto un poeta!»
       Escondo mi cara entre mis manos.
       Esto no parece real.
     —Ese clásico va para ti, escúchala bien —Sonríe muy confiado y alegre. Se acerca de nuevo a mi oído para decir—.  Algunos deseos sí se hacen realidad —Es escalofriante lo que causan esas palabras dentro de mí, crean estragos en mi interior,  desastres que no quiero que existan, rompiendo la calma de mis aguas.
    Agradezco que la música esté tan alta y que sus padres estén distraídos cantando la canción, porque de alguna manera poco convencional este momento se vuelve íntimo.
      —Es hora de mi segundo deseo —anuncia sonriendo triunfante.
     Se despega de mí y coloca sus manos detrás de su cabeza, se recuesta del asiento muy relajado.
     —Y, ¿qué planeas hacer para que eso pase? Porque yo veo tus posibilidades muy lejanas, inexistentes —bromeo con seguridad.
     —Creo que tienes el coeficiente lo suficientemente alto como para adivinar muy fácilmente lo que anhelo contigo —asegura sobrante.
      Bajo la mirada para tratar de entender, levanto la vista y lo miro a sus ojos, niego con mi cabeza, aún sin entender.
    Se lame el labio inferior y me mira fijamente a los ojos.
    —Yo creo que he dicho y hecho bastante, es tu turno de entender —me sonríe burlón y arrogante.
    —¿Estás grabando un programa de bromas y hay cámaras escondidas en este auto, quieres hacerme pasar pena nacionalmente?
     Yo no entender, a ti, Lucas.
      —¿Y que luego me mutiles y vendas mis órganos al mercado negro? No, gracias, así estoy bien —se acerca a mí, su rostro a centímetros del mío—. Yo solo quiero algo, significaría mucho para mí.
      Frunzo mi ceño en total confusión, la interrogante clara en mi expresión.
     —¿Qué es lo que quieres, Lucas?, ¿Un pony, un unicornio? Dímelo, te lo consigo.
     Se acerca, sí es posible, aun más a mí.
     —Te quiero a ti. Quiero que te enamores de mí.
     ¡¿Cómo dices que dijiste?!
     ¿Qué yo qué?
     ¿Qué tú qué?
     ¿Qué nosotros qué?

El mar de su sonrisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora