XXIX

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El primer paso es aceptarlo...

Doble actualización, un pequeño regalito para el que me lee y el que sigue aquí a pesar de los 84 años que me tardo para actualizar. Arriba la esperanza abuelita ;).

Estaba acostumbrada a ver múltiples féminas sumamente guapas y probablemente pipirisnices alrededor de Lucas. Desde que era un saco de hormonas de doce años que dejaba su inconfundible perfume cítrico concentrado en el pasillo del colegio, desde que era un puberto que ni siquiera se había terminado de desarrollar, cabe destacar, le llovían.

Y lo sabía, era imposible de ignorar. Al principio costaba lidiar con ello. Y me ardía como mil demonios, me negaba a admitirlo, a darle más importancia de la debida. No podía aceptarlo. Porque siempre he sido de mantener mis sentimientos bajo perfil. Y él y yo no éramos nada como para sentir esos repentinos celos al ver esas escenas. Hice lo posible para confinar mis emociones en lo más profundo. Donde no dolieran tanto.

Y lo había logrado.

Casi se había vuelto costumbre. Al fin y al cabo no era algo que pudiera evitar. El condenado era y sigue siendo guapo, y lo sabe. Lo que lo hace peligroso.

Pero la "tortura" no siguió mucho. Porque se fue. Capaz, a pesar de que doliera como una puñalada directo al corazón, me estaba haciendo un favor. Al irse me daba la libertad de olvidarlo.

Y lo había logrado, parte II.

O eso creí.

Regresó, así de imprevisto, tan repentino como se marchó, volvió.

Típico, cuando crees que por fin has sacado a una persona que dejó huella en ti, que hizo desastre y se fue como si nada, decide volver. Es como si le mandaran una notificación que dice; Alerta: están a punto de olvidarte, vuelve a la fuente de este bug e impide que se borren tus datos. Y vuelven los muy condenados.

Cuando lo vi, después de todo ese tiempo seguía causando estragos en mi interior, seguía haciendo que mi corazón hiciera fiesta. Lo peor es que no habíamos sido nada, pero dolía como si fuéramos algo de toda la vida. Me esforcé con cada célula de mi cuerpo en hacer que no me importara, pensando que si le era hostil lograría que no se acercara. Que desistiera. Así todo sería más fácil.

Pero mi corazón es algo masoquista, y heme aquí, reviviendo los mismos sentimientos que siendo sincera nunca dejé de sentir y ahora están pasándome factura. ¿Esa parte en la que dije que aprendí a manejarlo?

Pues, lo sigo aprendiendo, creo que lo estoy logrando.

Bueno, casi.

Es entendible.

No me juzguen.

Todos alguna vez hemos tenido sentimientos más que amistosos hacia alguien ridículamente popular o sociable, y por encima de muchas cosas, el que muchas personas con las mismas intenciones que las tuyas —u otras, la gente tiene mañas, mis niños—, se le acerquen mínimo, MÍNIMO te causan unas ganas animales de escupirle un ojo.

Y, ¿cómo no? la sensación no podía hacer una mejor aparición que en compañía de la chica que parece haber sido esculpida por Miguel Angel —que muy bien podría hacerte pensar, ¿mami, todo eso es tuyo?—, a menos de un metro de distancia de Lucas "cubierto en feromonas" García.

Así que como si la vida, el mundo, o el puñetero cosmos dijeran: bro, recordar es vivir. Me colocan en la misma situación incómoda, la misma que he evadido por unos cuantos años. En primera fila, en plan: ¿lo ves? ¿Lo sientes? ¿Lindo, no? Míralo, míralos. Siéntelo, vívelo, ámalo.

El mar de su sonrisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora