Azul no es solo un color.
Estoy exhausta.
Meses acumulados de intenso entrenamiento, trabajos absorbentes de almas de estudiantes y falta de sueño ejercen una presión punzante en mis hombros, me siento cansada física, académica y psicológicamente.
Sedienta.
De éxito, de presentar esa prueba interna en la universidad, de ganarme la beca completa por la que tanto he trabajado desde que tengo uso de razón, sedienta por cumplir mi sueño, estoy sedienta de ir a la competición de natación por la que he entrenado tanto, según los entrenadores algo grande nos espera ese mismo día, no sé qué sea lo me espere en ese momento, solo quiero darlo todo de mí, para saciar esta sed astronómica que es más grande que yo, que me llena de adrenalina y electricidad las entrañas.
Parece que estoy cerca de saciar esa sed tan tentadora y voraz, los entrenadores nos llaman, levanto mi vista hacia ellos y me encamino amarrando mi chaqueta con el logo del colegio en mi cintura.
—Están a minutos de competir ante uno de los caza talentos de una de las universidades más prestigiosas de todo el país, equipo —nos comunica la entrenadora, su seriedad, en mi opinión, se atribuye a la persona que nos quiere ver allá afuera. Con que eso es por lo que hemos estado trabando todos este tiempo.
Elmo cree que es buena actriz, entrenadora Kinsey.
Mis compañeros de equipo se miran entre sí, con caras de póker, alguna que otra cara competitiva se asoma entre ellos, volteo hacia mi derecha, la mirada de Lucas y la mía se cruzan, se sostienen, me le quedo mirando, su sonrisa de niño encantador se asoma. Sino fuera por la seriedad del asunto un piropo se me hubiera ocurrido, la voz del entrenador me saca de mi ensoñamiento.
—Todos este tiempo se han preparado para esto, es momento de demostrar lo que valen, tomar la oportunidad frente a ustedes y batallar en esa piscina hasta alcanzarla —siento el ímpetu en la voz del entrenador Dough, incluso, el sentimiento que se acumula en su brazo al apuntar hacia la piscina con efusividad extrema—. ASÍ QUE MÁS LES VALE SALIR ALLÁ CON FUERZA Y PATEAR TRASEROS DE BACALAO, CARAJ*O. —Hace referencia a uno de los equipos que competirán el día de hoy, Los Bacalaos.
«Lindo nombre».
El entrenador Dough tiene cierto resentimiento hacia el entrenador de ese equipo, son rivales. Así bien cliché. Como lo lees, se odian a muerte. Tipo Esto es guerra, pero no se nos enamoran, calma.
Mis compañeros lanzan un tipo de rugido posterior a los gritos de Dough.
De pronto reparo en los nervios y ansias de mis compañeros de equipo en el aire, tan palpable y tangible que puedo cortarlos con un cuchillo y repartirlos por rebanadas.
Sé qué es lo que viene antes de competir, y siendo honesta no le veo el lado lindo ni la gracia. Conozco lo que se avecina pero por primera vez un retorcijón me azota en el estómago al imaginarme la posible escena.
Los integrantes del equipo han tenido una presión sobre ellos que se puede notar desde kilómetros. Sé lo que amerita eso, un sistema de drenado para esos sentimientos que los están ahogando, no hablo de una tubería u otra cosa, no, te hablo de relaciones sexuales. Así de crudo.
Me consta que estos chicos quieren satisfacer sus necesidades antes del evento, los atletas tienden a tener mejor rendimiento al tener relaciones antes de un evento deportivo, desde hacía un tiempo escuché cómo se ponían de acuerdo para ahorrar y contratar a promiscuas para saciar sus deseos.
Soy consciente de que antes o después del deporte las relaciones íntimas son una forma natural, algo saludable, para aliviar el estrés entre atletas. Nunca he aceptado eso, muy nerviosa, estresada y todo eso, pero no quiero perder mi "flor" así. Menos por una competición que puedo manejar, estos no son los Juegos Olímpicos, aunque ellos quieren hacer como que lo son. Con respecto a mis otros compañeros de equipo no me importa, cada quien es dueño de sus acciones y no soy quién para juzgarlos pero la idea de Lucas haciéndolo con una prostituta... me deja un sabor amargo en el paladar y el estómago revuelto. Náuseas.
«Se le llaman celos. Te los presento».
Los celos saben horrible. No es un placer conocerlos.
Veo como los integrantes del equipo se van a cumplir su propósito de drenado, observo cómo se dirigen al pequeño hotel para atletas que hay en la villa olímpica, incluso mi hermano y mejor amigo van hacia ese mismo lugar. Ew.
Camino hacia uno de los bancos que están por ahí y me siento, detallo los atletas de diferentes equipos pasar. Pateo una piedrecita con fuerza, me niego a reproducir una vez más la idea de Lucas besando y haciendo otras cosas con otra persona.
Los nervios, estrés, presión y celos no son buena combinación, soy una prueba existente de ello.
Recurro a mi método de relajación, saco mi teléfono de mi bolsillo junto con los audífonos, Issues de Julia Michaels suena en mis oídos, y me molesta el hecho de que la canción me recuerde a él, corrección, cada. Bendita. Canción. Me recuerda él.
Abro mi biblioteca de Wattpad y comienzo a leer una historia para relajarme. Mala idea. La historia comienza a tomar un rumbo hot, repito, HOT.
Redentor, altísimo, protege mis ojitos de todas estas impurezas, no dejes que mi alma virgen quede penetrada por esto, predicales la palabra divina a estas escenas cachondas, amén.
Alguien toca mi oído, le dedico una mirada fastidiada por la interrupción de mi lectura, no apta para mi edad. Quito mis audífonos con pereza.
Se sienta a mi lado, siento su rodilla rozar la mía, una onda de calor me invade con ese fugaz contacto.
—Creí que estarías divirtiéndote ahora mismo —Mi intención es sonar con el humor intacto, como que la mínima idea de él teniendo sexo no me afecta en lo absoluto pero lo cierto es que si, y parece que eso salpica mis palabras. ¡Por un demonio, lo que faltaba!
—Creíste mal —Sonríe con una sonrisita traviesa que hace resaltar sus hoyuelos que comunican un claro: no parecen cosas tuyas, sabes que esto es tuyo. Me mira fijo, sus ojos evaluándome.
Suelto una gran cantidad de aire que no esperaba estar conteniendo. Lucas observa con atención mi teléfono en mi regazo, bajo la mirada notando que Wattpad sigue abierto ¡y él está leyendo una historia no muy pura del señor!
Presiono el botón de salida antes de que lea algo que me ponga más en evidencia. Siento una subida de temperatura descontrolando mis parámetros internos.
Suelta una risita dulce y ruborizante. Me arrebata los audífonos sin brusquedad y se los coloca, fundiéndose en la música que reproduce mi aparato. Él mete su mano en su bolsillo para sacar sus audífonos y entregármelos, me los coloco, sus ojos cafés observando con intensidad mi acción.
—Existen otras maneras de relajarse y quitar la presión que no implican el apareamiento humano —espeta con simpleza y sinceridad. Siento como el alivio me recorre y me calma. Su manera de referirse al acto sexual me causa gracia, es más, el tono y palabras sofisticadas que utiliza—. Toma —me extiende mi teléfono—. Escoge una para mí, la escucharé y yo haré lo mismo por ti.
Nosborn, qué galán.
Busco en mi playlist algo para él, encuentro Take On Me de a-ha, comienza a sonar en sus oídos. Él toma su teléfono y busca con una sonrisa la canción que estoy esperando por escuchar. Comienza a sonar una melodía embelesadora y desde el primer compás la canción me enreda.
Disfruto darte motivos para sonreír...
Porque te ves tan hermosa al hacerlo que me haces sentir que llegué al cielo...
Sentir esto por ti es tan puro que me llena de amor...
No reconozco esa canción de ninguna parte, y créeme cuando te digo que me la paso escuchando música pero esa canción hace que una burbuja de ilusión y felicidad se instale en mi pecho, inflándose con cada respiración que tomo, no quiero que explote. Siento que mi corazón saldrá de mi pecho en cualquier momento a estrujar a Lucas entre sus brazos de Tyrannosaurus rex.
Agacho un poco la cabeza acomodando mi coleta alta para evitar que note mi sonrojo y, si se puede, ocultar el calor que siento que emana mi cuerpo ahora mismo. Roza su rodilla con la mía al inclinarse hacia delante. Una oleada de calor me recorre el esqueleto y que me esté mirando a los ojos, enganchando su mirada en mis ojos y con tanta facilidad salte a mis labios, me desenfrena.
Porque eres tan real, entona afinado, y deseo que conozcas cada lado de mí...
Me tiene sin aliento.
¿Cómo se respira? De pronto ya no lo recuerdo.
Veo como suelta una sonrisa al aire, la canción que me hizo escuchar está terminando pero mi cuerpo parece a penas iniciar a encenderse eufórico. Parezco Katniss Everdeen, soy La chica en llamas.
—Pensé que te gustaba el rock nada más, te ves como si tu estilo musical gritara heavy metal! Brutal, hermano —opino devolviéndole su teléfono y audífonos, él hace lo mismo, con una ternura que me está matando. Sujeta su teléfono entre sus manos, entornado la mirada hacia la pantalla con algo que no logro descifrar en ellos. Nunca pensé que tuviera una canción así.
—Me gusta todo tipo de música —levanta su mirada café en mi dirección mirándome con transparencia—. Puedes pedirme lo que quieras, alternativa, clásica, triste, electro, lo que desees, hasta El alma llanera si te apetece —bromea, sonriendo de lado y lanzándome un guiño.
Retuerzo mi labios con humor.
—¿Te molestaría poner otra? —pregunta.
Me ofrece el otro audífono, permitiéndome disfrutar la canción, los dos. Hago reproducir Thinking Out Loud de Ed Sheeran para él notando como cierra sus párpados y mueve un poco su cabeza al ritmo de la canción. Me dedico a admirarlo, como el sol le acaricia el rostro, como la brisa le mueve el cabello sedoso que muero por enroscar mis dedos en él, sus pecas escondiendo tanta belleza, su sonrisa fresca y espontánea causando estragos.
En momentos así es que las historias de Wattpad me fallan, tantos años leyendo y aún no consigo darme una cachetada mental en momentos como este. Me siento estafada.
Abre sus ojos y me percato que están casi negros, dilatados ante algo que desconozco.
Siento que coloca su brazo en mis caderas, por segunda vez dejo de respirar, esto es algo nuevo para mí.
«¡Vamos no te pares ahora, chico, pisa ese acelerador con fuerza!».
Una de sus manos envuelve mi nuca, nuestras bocas están a unos centímetros de distancia. Siento como su mirada quema, mis labios cosquillean por probar los suyos de nuevo. Su labio inferior es atrapado por sus dientes. Humedezco los míos.
Ya.
Basta.
Esto me está volviendo loca. Quiero terminar con esta tortura.
—Estamos a punto de comenzar, apresúrense. Dejen las calenturas para otro momento, gracias.
Arrugo los ojos al oír la voz de mi hermano.
Oh, oh.
«Este podría ser el fin del hombre araña».
¿Tú crees, conciencia? ¡¿Así lo crees?!
«Se supone que no debería hablarte como otra persona más, pero no voy a mentirte, eso es peligroso».
Abro uno de mis ojos con cautela en torno a su voz. Lucas me suelta lentamente y nos ponemos de pie. Santiago camina rígido delante de nosotros.
—¿Estás listo para esto? —inquiero colocándome mi gorro y teniendo mis lentes en mano.
—Llevo esperando esto desde que supe que amo nadar —admite—. Es una oportunidad que quiero aprovechar. Pero, tengo miedo —sincera.
Le sonrío no solo por lo que dice hay algo que me impulsa a hacerlo, en mi pecho.
Su amor por este deporte es algo tan puro.
—Ese es el punto, estás listo para esto. Sin miedo no le veo la diversión al asunto —termino por decirle.
Salimos con apuro hacia dónde nos espera el equipo. Preparada para la competencia. Siento la sangre rugiendo en mis oídos, la adrenalina electrificando todo mi ser.
Trago grueso.
Este chico va a hacer todo a su alacance para ganar. Sé que es insistente y que dará todo su esfuerzo para ser destacado ante los ojos del caza talentos. Todos queremos hacer lo mismo, saciar sed de éxito y victoria, demostrar nuestra pasión por esto.
Natación.
Un deporte apasionante, algo lo caracteriza, cuando estás ahí en esa piscina no eres parte de un equipo, no tienes que esperar un pase, un balón, ni ayudar a tu equipo a llegar a las finales, la natación te exige, te impone, te planta frente a ti a la independencia, ahí en medio del agua dependes de ti, tu fuerza, resistencia y sed de victoria, de nada ni nadie más. Nadar o morir. Nadar como si tuvieras branquias y armarte a ti mismo o ahogarte en el agua.
Y en efecto, en el momento en que Lucas toca el agua, ya no es un adolescente, es una máquina. Lucas "tiburón" García entra a esa piscina arrasando con todo a su paso. Pareciendo un experto. Su seguridad corporal no se ve afectada por la circunstancia a pesar de que me fue sincero asegurándome que tiene miedo, porque él es muy seguro de si mismo, pero momentos así lo hacen humano. Su traje de baño se talla a la perfección a sus esculpidas piernas. El ritmo rápido y controlado que usa para dar cada brazada solo hace que sus bíceps y todos sus músculos se tensen, y trabajen como locos. Lucas lleva la delantera, con decisión, potencia y ferocidad, viéndose tan primitivo y varonil que entiendo el porqué las mujeres de las gradas comienzan a aclamarlo. Las comprendo en su totalidad, mi lado hormonal y fangirl interior se han unido a sus chillidos.
«¡Lucas, cosita linda, cosita bien hecha, bebé! ¡Estás como wasakaka! ¡Para embarrarte en esta yuca!».
Cuando sale victorioso de sus primeros metros, su pecho sube y baja recuperando el oxígeno, comienza a acercarse hacia el equipo, mirándome.
Ese chico que está estabilizando su respiración acaba de masacrar a los otros con su mejor esfuerzo. Señala la piscina sosteniéndome la mirada con su encanto natural, posterior a eso hace un movimiento de cabeza hacia mí, una lenta sonrisa se propaga en su cara.
Déjame ver si entiendo el mensaje.
Lo miro a los ojos y él asiente. Mi corazón late desbocado por su acción. ¿Él acaba de... ? ¿En serio acaba de hacer lo que yo creo que hizo? ¿Me dedicó su primera piscina, la que puede definir parte de su futuro? ¿A mí?
Me va a terminar dando un paro cardíaco por él.
Sigo sin asimilar lo que hizo, creo que tengo un serio problema, tiemblo, la razón lógica sería por nervios o frío. Je, je, pues no. Es por él. Debo tranquilizarme.
—Sarah Castillo, segundo lugar, nado estilo mariposa —exclama con ánimo un hombre, supongo que el presentador. Camino hasta subirme al podio plateado, haciendo tintinar las medallas de segundo y tercer lugar en mi pecho, sabiendo que esta es la última medalla de natación de que recibiré hoy—. Y por último Lucas García, primer lugar, nado estilo mariposa.
¿Sabes qué siento?
Me siento orgullosa de él, viéndolo caminar hasta aquí con una sonrisa de haber logrado todo, de felicidad auténtica hasta que me trae un sentimiento de plenitud enorme.
Lo que más noto es que no llega con altanería, llega con humildad, felicitando a los contrincantes y resiviendo su medalla justo al lado mío, esta vez no me importa verlo ganarme, en realidad estoy feliz porque sé cuánto se esmeró en esto, todo lo que ha trabajado.
«Y se pone las bueno cada día gracias a eso...».
¡Conciencia, por Dios! No seas marrana.
Al final de la competición veo como el caza talentos se acerca a Lucas junto al entrenador, creo se ha ganado la oportunidad, ha destacado y no fui la única que lo notó.
Bien jugado, Luki.
(...)
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El mar de su sonrisa ©
Novela JuvenilDicen que cada persona es un mundo, pero ¿qué tan grande y lleno de maravillas puede estar ese mundo? ¿Crece tanto cómo lo hacemos nosotros en la vida? Preguntas así me invaden con su presencia. Lucas, no el de la Biblia, ni el de la esquina. Mi vec...