XII

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Nadar en aguas abiertas es más fácil que nadar en el mar de Lucas.

Nadar en aguas abiertas es más fácil que nadar en el mar de Lucas

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     ¡¿En qué estaba pensando?!
     No lo sé.
     ¡¿Por qué dejé que Lucas casi me besara?!
      Tampoco lo sé.
      Creo que haber leído tantas páginas repletas de letras y acciones llenas de romance y todo ese estilo —que se supone que deberían ayudarme en momentos como este, tos, tos— no me sirven de nada porque por mi cabeza no pasa ni una mísera idea para actuar con respecto a su cercanía.
      Un súper loco lapsus mental se adueña de mí, produciéndome unas picosas ganas de estampar mis labios sobre los suyos, pero las borro de mi mente tan rápido como llegan, esta situación juega por completo con mis nervios, una parte de mí quiere alejarse y la otra se queda hechizada por él. Al mismo tiempo su perfume agradable y varonil es un factor influyente que me susurra "solo un poco más". Pero si a esto le buscamos una explicación lógica —que si puedo creer— en lo absoluto, todo tiene su causa, no es por ese clic o chispa mencionada en las historias o películas, solo son las hormonas y mi desconocimiento en el ámbito "amoroso-hormonal", o eso es lo que elijo creer.
      Me separo de él en cuanto salgo de mi trance por sus palabras. El deseo oscuro que no quiero aceptar se va desvaneciendo.
     —¿Hacía falta tanta cercanía para pedirme que viera tu pulserita en la oscuridad de tu habitación y cama, Lucas? —Uso un tono incrédulo y algo irritado.
     —A decir verdad, si te lo decía crudo y directo te volverías a reír y te irías, como siempre —culmina con una mueca de medio labio y una lenta elevación de hombros—. Espera —Forma una "o" con su boca, procede a transformarla en una teatral y exageradamente lenta  curva prolongada y pícara que ondula sus labios. Se lleva una mano a su pecho—. ¿Pensaste que te estaba proponiendo algo indecente en mi habitación y en la oscuridad? —sugiere. Niego, algo sonrojoda—. Sarah, eres una picarona y malpensada, tienes una imaginación muy sexy, me gusta. —Asiente con satisfacción.
    —Yo no malpensé nada.
    —Wow, wow, wow. Calma, yo no te estoy juzgando, es algo natural en esta etapa —Levanta sus manos en señal de redención—, aunque admito que si tus pensamientos oscuros son conmigo me siento muy honrado. —Infla el pecho y levanta el mentón, mis cejas ya deben estar cerca del cielo de tanto levantarlas.
     —¡Ja!, si con oscuros te refieres a querer ahogarte porque colmas mi paciencia, si, tengo pensamientos oscuros contigo.
     —¡Loooo sabía! aunque pensaré que es en otro contexto y no uno en el que me quieres matar —razona en voz alta, más para sí que para mí—. Sarah Castillo, es un placer para mí aparecer en tus pensamientos más sucios y oscuros.
     Le doy una mirada severa, cruzándome de brazos.
     —Vaya placeres los tuyos.
     Miro mi reloj dándome cuenta que el abuelo y Santiago ya deben estar terminando de hacer la cena.
     —Si, Lucas, piensa eso. ¡Ah! Muchas gracias por ayudarme —me volteo hacia la salida, a punto de irme. Pero me detiene.
     Shit.
     —Quédate a cenar, por favor  —insiste con una mirada de cachorrito.
      —Lucas, mi abuelo me debe estar esperando y preguntándose dónde estoy.
     «Déjame ir, ¿si?».
     —Si le avisas creo que te puede dar permiso, después de todo somos vecinos y nos tenemos confianza.
     —Confianza las chanclas de mi abuela, chico —Creo que estoy siendo una maleducada por despreciar su invitación, pero debo levantar mis paredes. ¡Acciones evasivas! ¡En marcha!
     Ergo, él está perdiendo su paciencia.
     Ok, creo que estoy logrando que se le acabe su gran dotación. Lo entiendo, él quiere ser amable y yo lo estoy tratando horrible, estoy siendo descortés.
     —¿Por qué no puedes aceptar hacer algo conmigo? —Sip, ya lo estresé.
      Él no está gritando, no es de esas personas, no se molesta fácil pero entiendo su comportamiento. Bien hecho, Sarah, ¿era lo que querías, no?
       —¿Por qué? —la interrogante sale de sus labios con más efusión.
     ¿Por qué? No hay por qué.
     No le respondo.
     Se acerca más a mí, no me toca pero si está cerca.
     —¿Por qué tengo que secuestrar un libro para poder siquiera lograr llevarte al colegio? —vuelve a demandar—, ¿Hay algo mal conmigo?, ¿qué mal te he hecho? A ver, Sarah, dímelo de una vez.
     Oh, está preguntando lo que siempre callo, exigiendo respuestas a mi trato hacia su persona. Ay. Dios. Mío.
     —¿Quieres que te sea completamente honesta? —cuestiono usando un tono calmado, uno de los dos debe estar calmado, porque sino se desatará una guerra aquí mismo.
    Él asiente con el cuerpo algo tenso. Creo que esto es una señal.
     —Tu forma de ser tiende a ser irritante, eres algo... estridente, a veces puedes llegar a ser como un grano en el trasero  —Pero no es por eso que soy así contigo.
     Parece afectarlo un poco pero cuenta. Inhala y exhala.
     —Pero si no me conoces por completo —Trata de calmarse, lo noto.
     —Conozco lo que has llegado a mostrarme, conozco al pequeño niño sonriente, a mi vecino. —Admito. Y lo que me ha mostrado hoy es un lado en su totalidad agradable para mí—. Pero las personas crecen, el tiempo pasa y las personas cambian, algunos amigos se van y otros vienen.
     —¿Quieres tomarte el tiempo de conocer a la persona que soy hoy en día?
    No respondo. Callo lo que me trae recuerdos.
       Un destello de tristeza pasa fugaz por su rostro o tal vez solo es mi imaginación.
     —¿No quieres porque yo no tengo ojos azules y cabello negro encantador? —usa un tono agrio para referirse a Isaac.
     —Porque no, punto.
     Parece que algo se le enciende y logra iluminarle el cerebro y si no, por lo menos que la brisa que la virgen de Guadalupe lo haga.
     —Está bien —Llena sus pulmones de aire. Abre la puerta y se hace a un lado para dejarme pasar—. ¿Recuerdas que te dije que tener sueños contigo no era una pérdida de tiempo?
     Siento que va a decir algo como "tenías razón, me equivoqué", tal vez por fin me deje en paz. La cosa es que no sé si quiero que lo haga. Continúa diciendo:
     —Tienes razón, si es tiempo perdido —Sabía que lo diría aunque no quita que me afecte—, y tal vez sea un estúpido por querer demostrarte lo contrario, pero ya no más.
      ¡Si!
      «Pero...».
      Ya no más.
     «¿Estás diciendo...?».
      Si, nada, callate.
     «¿Qué estás lista para dejar ir toooodo de él?».
     —Ya no más intentos, es hora de hacer las cosas en serio y dejar de ser un cobarde —¿Eh?—, tú no eres tiempo perdido, te lo demostraré, juro lograrlo.
     Mi cara es igual a la del meme Pickachu.
     —No quiero que valgas la pena. Quiero que valgas el tiempo, los latidos que me has robado, las sonrisas que me has sacado, las palabras, todo.
      ¡Justo en... en! ... no se adónde llegado esa flecha creo que al asombro, esto me deja pasmada. Pero me enternece, me sonrojo, me deja sin aliento, me hace latir el corazón a una frecuencia que solo alguien había logrado en mí.
     Él.
     —Quiero enamorarte —La sinceridad y franqueza en sus ojos caramelo son tan claras, me trae tantos recuerdos.
      Creo que acabo de apagar la respiración automática, porque acabo de darme cuenta que no respiro bien en este momento.
      Aquí, normal, recuperándome de esa súper lírica que me acaba de recitar, de calmar mi corazón, mis sentimientos. Estoy bien. Gracias
     —Te deseo éxito, la suerte es para mediocres —recupero la compostura, abriendo la puerta de mi departamento.
     —Sarah, tengo mis encantos, no estoy tan expuesto a ti —Lucas está recostado del marco de su puerta con los brazos cruzados y una cara de suficiencia, con su cara de: estoy más bueno que un tren y lo sé". ¡Caray! Qué bipolar. Su cambio de ánimo es muy acelerado.
     Otra cosa, Lucas puede molestarse, pero él logra apasiguarlo rápido dentro de sí. Como ahora. Otra cosa de esa pequeña caja de Pandora que es.

El mar de su sonrisa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora