O3 | if he want it, give it to him.

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YoungJae caminaba dando saltitos por el pasillo de la Academia para Prodigios de Mokpo, dónde había conseguido una beca después de que ésta visitara el orfanato para el común servicio social y terminaran encantados por su voz. La campana finalmente había sonado y ya podía irse a casa a comer lo que la cocinera había preparado. Algunos estudiantes solían enviarle miradas extrañadas, porque según ellos YoungJae era muy raro. Siempre comiendo sus chicles sin importarle el daño que le hace a sus dientes y como las palabras de los demás le lastimaban su corazón. Pero era simple envidia, todos querían tocar tan bien el piano y tener su poderosa voz y poder comer tantos bananitos como él.

Si pudiera explicar lo mucho que ama sus chicles, jamás terminaría. Era como tratar de hablar sobre lo mucho que ama a su hyung y ninguna palabra eran tan grande para describir el cariño que sentía por él.

Antes de iniciar su corta caminata de vuelta al orfanato, pasó cerca del pequeño puesto de dulces en la esquina de la calle. Las amables señoras que atendían el local lo miraron por unos instantes, sin palabras.

—¡Hola, amables señoras! —YoungJae sacudió una mano hacia ellas después de inclinarse en una reverencia.

Las mujeres no se inmutaron a su saludo, seguían observando su camino hacia el refrigerador.

—He comido muchos bananitos hoy, por lo que mi estómago duele. Así que me llevaré leche ésta vez, porque también me gusta mucho —dijo mientras agarraba dos botellas de leche de banana y luego se giraba hacia la caja para que las colocaran en bolsas— Solo va a ser esto, anótelo en mi cuenta.

—Tienes que pagar. —una de las mujeres, la más alta y de oscuro cabello largo se le quedó viendo asustada ante la firmeza de las palabras de su compañera— Pagas o vamos a llamar a la policía.

YoungJae ladeó la cabeza, confuso.

—¿Y por qué llamar a la policía? —preguntó, frunciendo los labios— Ellos se llevan a  los chicos malos y yo no soy un niño malo. Y yo soy muy, muy bueno.

—Los ladrones van a la cárcel. —susurró la otra mujer.

El chico jadeó sorprendido y miró hacia la puerta, JaeBeom acababa de entrar revisando algo en su móvil y elevó su mirada encontrándose con el rostro desfigurado del pequeño.

—¿Y a ti qué te pasa?

—¡Dicen que van a llamar a la policía porque soy un ladrón y no lo soy! —apuntó a las mujeres con su dedo mientras soltaba pequeños sollozos.

JaeBeom alzó una ceja hacia las mujeres.

—¡Miente! —gruñó la mujer más alta— Él está inventado todo, señor, nosotras simplemente le preguntamos sí quería pagar o tomarlo como regalo.

—«Pagas o vamos a llamar a la policía»  —una voz robótica sonó a través del móvil de JaeBeom, la piel de las mujeres se volvió tan blancas como una hoja— ¿En serio creen que son más listas que yo?

—N-no. —balbucean, pero ninguna fue capaz de completar sus oraciones.

—YoungJae, ve a casa, necesito conversar con mis amigas sobre su comportamiento. —el chico asintió acercándose a él para darle una de las leches y luego despedirse.

Al día siguiente, la tienda por alguna razón tuvo que cerrar. YoungJae se había puesto muy triste porque era el único lugar donde podía adquirir sus bananitos cerca de su academia.


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―brave boys.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora