11 | heart eyes

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Un JaeBeom pequeño acababa de ser castigado por lanzarle un lápiz a su compañero. «Objeto peligroso con el que no debes intentar atentar contra la vida de los demás», patrañas, solo le clavó un bolígrafo la pared y estaba seguro de que a nadie le interesaba la estructura de cemento pero querían joderlo a como diera lugar.

Pensamientos de un niño de cinco años, sin más explicación.

Su profesor lo envió a visitar nuevamente al director para lo que ya venía sospechando desde hace tiempo, expulsión y transferencia a otra institución. Lo de siempre, nada cambiaba en su rutina. Era llegar a un orfanato recibiendo mil y un reglas que romperá quizás a las dos horas de su recibimiento, pero no se detendrá hasta jugar con los límites de los trabajadores hasta que sus papeles fueran enviando a otro lugar. 

JaeBeom tenía cierta reputación para ser tan pequeño, fue objeto de deseo por un tiempo ante lo tentador que era corregir a un niño tan rebelde como él, luego comenzó a ser rechazado olímpicamente porque nadie quería retarlo y fracasar como todos. Y podría decirse que le dolía un poco como prometían tantas cosas, pero sí seguía siendo rechazado no le quedaría más remedio que irse solo tal y como lo quería. Nadie puede con él y esa era su meta, burlarse de los adultos que creen poder engañarlo.

A mitad de camino, le pareció divertido saltarse un rato el castigo para escabullirse en preescolar y robarse algunas pinturas para material en su próximo hogar. Él ya era un niño un poco alto y grande, cursando el primer grado y a pesar de ser el más pequeño de edad en su aula, no lo aparentaba. Tenía una inocencia pintada en sus regordetas mejillas y ojos gatunos, pero nadie puede predecir con exactitud los secretos de una persona basada en su apariencia.

Entró en el primer lugar que se le cruzó en frente cuando llegó a la zona, una clase de arte para ser exactos. Niños concentrados en sus lienzos —todos un desastre y deformes— y un silencio tan marcado que tuvo que caminar de puntillas para no ser escuchado, porque incluso su respiración se sintió ruidosa. Rodó sobre su espalda al inicio de las mesas dónde unos niños trataban de fabricar esculturas, adentrándose en ella y mirando los pequeños pies acercándose peligrosamente a él, luego alejándose.

Bufó aburrido, estaba siendo demasiado sigiloso para una estúpida pintura. Así que guardó su agente cero cero nueve en su pecho y gateó hasta el final de la mesa, unos pies con medias blancas con diseño de bananas se balanceaban al ritmo de una voz lejana, decidió ponerse de pie allí.

JaeBeom se acomodó en la silla tan rápido como pudo y luego giró su cabeza a la derecha, al mismo tiempo que el medias de banana se volteó hacia su dirección.

Muñecos de nieve cantando bam bam, muñecos de nieve cantando bam bam. —su voz era dulce y un poco desafinada, pero tenía bastante control.

JaeBeom se quedó inmóvil mirándolo, porque lo ignoró de forma tan descarada. Se miraron tres segundos donde no dejó de cantar y aplastó sus manos en la plastilina como si nada hubiera pasado. Era extraño, porque nunca nadie había pasado de él y sentirse invisible era raro.

Ojos de corazón te voy a crear, ojos de corazón me vas a pintar. —el niño hizo algo que no esperó, atrapando un pedazo de su propia plastilina y colocándolo delante de él encima de un plato de plástico blanco— ¡Píntame ojos de corazón!

Su rostro formó una sonrisa deforme, pero el niño simplemente la admiró y no tuvo de otra que obedecer al pequeño tratando de hacer lo que sea que le pidió.


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―brave boys.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora