Prólogo - La Proposición

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"¿Quieres entrevistar a Dios?"

Era "IS20" quien me lo preguntaba.

Conocí a la persona que usaba ese alias en una web de foros con toda clase de temáticas; en una de ellas se hablaba de religión, de Dios y de sus intervenciones en el mundo. Allí me lo pasaba genial porque troleaba a unos, convencía a otros y ponía en evidencia a los de más allá gracias a mis cínicas ironías. Algunos creen que soy demasiado directo y descarado, pero es que no me gusta que me tomen por tonto.

IS20 se convirtió en mi amigo virtual en tan sólo unas pocas semanas gracias a nuestras apasionadas discusiones. Aunque al principio me alteraba con sus contestaciones bien expuestas y basadas en razones aparentemente lógicas, termine aceptando que eran charlas muy interesantes. Ya no importaba si estábamos o no de acuerdo, porque me caía bien, por lo que terminé pidiéndole que trasladásemos nuestras charlas a medios más privados. Quería hablar con él en serio.

Lejos de ojos indiscretos, pudimos conversar mucho más extensamente y nos dimos cuenta de que compartíamos un punto de vista similar hacia los mayores interrogantes que nos suscitaba la existencia de aquel que fue globalmente proclamado como Dios y de sus últimas apariciones.

En ciertos momentos los comentarios subieron tanto de tono que terminamos discutiendo agriamente y casi cortamos el contacto, pero siempre retomaba la comunicación con él por que sentía una extraña necesidad de ver mis puntos de vista contrastados con tanta maestría.

Inicialmente, IS20 pretendió simular que estábamos al mismo nivel en cuanto conocimiento de la materia y que básicamente consistía en lo que los medios habían tenido a bien difundir; pero, con el paso de los días y semanas, muy poco a poco, como si temiera asustarme, me facilitó datos que no parecían del dominio público y cuya veracidad pude contrastar. Daba la impresión de que tenía acceso a información privilegiada, y yo siempre he sido muy curioso. ¡Necesitaba que me contase todo lo que sabía!

Fueron como las pequeñas piezas de puzle que, al juntarlas, van mostrando una imagen mayor; una increíble imagen que insinuaba claramente que IS20 tenía alguna clase de cercanía o contacto con la susodicha deidad.

Así, cuando su sorprendente proposición me llegó a través de la aplicación de mensajería de mi móvil, tuve que aceptar que existía la posibilidad de que mi amigo virtual realmente pudiera lograr algo así para mí. No sabía cómo era su rostro, no conocía su nombre verdadero, no sabía nada de su vida... pero sí sabía que él podía lograrlo.

Volví a releer el mensaje: "¿Quieres entrevistar a Dios?"

Entrevistar a Dios... ¡yo!

La importancia de todo aquello por lo que había trabajado desde mi más pronta adolescencia (estudios, hobbies, carrera, proyectos...) quedó rebajado a la nada ante la posibilidad que me brindaba esa propuesta.

Mis alocados sueños sobre acercarme a este ser supremo que había caminado entre nosotros durante los últimos lustros podían ahora hacerse realidad gracias a algún inesperado milagro que aún no conseguía comprender; ni siquiera se me pasó por la cabeza negarme.

Tras leer de nuevo la frase de IS20, supe que su propuesta se había convertido en mi prioridad absoluta. Tecleé  con los dedos temblorosos:

—IS20, cuenta conmigo. Dime qué hago.

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