Capítulo 28 - La Razón

148 30 90
                                    


—No importa. —Resoplé para contener una carcajada e hice fuerza para tumbarle en la cama; yo me dejé caer a su lado mirando al techo, abrazado a él. —Si es porque se te antojó mi cuerpo y querías tener sexo, me parece bien. Si mi forma de ser te agradaba y querías que nos conociéramos, me parece perfecto. Si es porque soy pelirrojo como Guillermo y querías saciar tu filia... me parece justo, porque yo también tenía filia contigo, ¡y la sigo teniendo! Sea como sea, estamos aquí, y la razón ya no importa.

—¿De verdad que no quieres saberlo? ¿El chico más curioso que he conocido, decide que no le importa la razón por la cual está aquí conmigo?

—Claro que no me imp... —iba a decir, pero me pudieron mis instintos. —¡Bueno, va! Sí que quiero saberlo; pero ya te digo de antemano que me parecerá bien sea lo que sea.

Se quedó en silencio un buen rato, como eligiendo las palabras mientras yo jugueteaba uno a uno con sus pezones, divirtiéndome al observar cómo se endurecían.

—¿Recuerdas que te dije que me prometí que no mataría a otro ser humano de nuevo? —Asentí algo distraído. —Pero sabes que mate una única vez, y eso desencadenó tal promesa.

—También desencadenó que te gustásemos los pelirrojos —subrayé jugueteando tontamente con un mechón anaranjado de mi frente, esperando ponerle cachondo. Lo cierto es que su explicación me daba un poco de miedo y estaba tratando de postergarla; pues ¿qué motivo podía tener para que alguien tan normal como yo estuviera a su lado hoy? ¿Por qué le gustaba yo tanto? No me consideraba feo, pero había muchísimos millones de pelirrojos en el mundo que debían ser más atractivos e interesantes que yo. Además, sólo faltaba que entrase de nuevo en alguna clase de crisis a causa de mi pregunta. No me sentía con fuerzas de enfrentarme de nuevo al Fin del Mundo.

—Bueno... —prosiguió con su explicación temblando ligeramente y mostrando un intenso rubor imposible de ocultar. —Esto es lo más difícil que he hecho nunca —confesó, y mi consecuente protesta llena de incredulidad enmudeció al ver la seriedad de su expresión. —La muerte de Guillermo actuó como detonante, impulsando mi vida adelante en muchísimos sentidos; mi forma de ser, mi moral, metas, e incluso me sirvió para aceptar mi propia homosexualidad. Sea como sea, llegó el momento en que adquirí este poder, y mi primera reacción fue huir de esta época tanto como pudiera, pues su muerte... su asesinato me carcomía por dentro de tal manera que no podía ser feliz continuando en los días en que él debía haber estado vivo.

—¿Viajaste atrás, al pasado, para huir del recuerdo de su muerte?

—Y de la culpabilidad, del remordimiento. Intenté olvidarlo todo durante muchísimo tiempo; toda mi vida desde entonces, en realidad. A veces volvía a esta línea temporal para continuar unos meses o años, pero siempre terminaba superándome y tenía que irme de nuevo.

—Si tan mal te sentías —intervine agarrándole de la mano—, ¿por qué no le resucitaste? Puedes hacer eso, ¿no? ¡Qué digo! ¡Claro que puedes!

—¿No recuerdas cuando te dije lo que pasaría si hiciera cosas como esa sin pensarlas una y mil veces? —Su mirada se volvió hosca y su tono me amedrentó.

—Lo... siento.

Ismael suspiró reculando y me apretó cariñosamente los dedos.

—Tranquilo, no es tu culpa. En absoluto lo es; y tu pregunta es muy lógica. Pero ten esto en cuenta: si resucito a alguien que ha fallecido, entran muchas variables en consideración. ¿Y si existe el paraíso para la buena gente que ha muerto? Al resucitarle, ¿le estaría arrancando de esa feliz existencia eterna para obligarle a volver a vivir? No sería justo. ¿Y si ya existe la reencarnación, y su alma está viviendo una nueva vida? Resucitarle quizá duplicaría su alma, o quizá se la arrebataría a su nuevo cuerpo matándolo o dejándolo como un vegetal. ¿Y si existe el nirvana, ese estado mental en donde la energía de todo ser vivo se une en equilibrio tras la muerte? De nuevo le estaría negando esa posibilidad al trasladar de vuelta esa energía a su cuerpo resucitado. ¿Y si al ser humano sólo le espera La Nada tras la muerte, y ya no existe Guillermo? En este caso, quizá crease un alma nueva desde cero para ese cuerpo resucitado.

PridetwinkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora