Sabía que era un tema delicado para él, así que cambié de materia mientras me dejaba mecer por el relajante arrullo del arroyo junto al que nos encontrábamos tumbados.
—Quizá tuviste algunos momentos hace muchísimo en donde mostraste poderes llamativos a la gente; pero, desde que apareciste en público hace quince años, no lo has hecho. Yo nunca he visto nada así. ¿Podrías enseñarme algo como eso?
—He perdido práctica. —Durante unos segundos mostró una expresión azorada. —Es posible que me salga ridículo, así que no te rías.
—¡Dale! —Aplaudí como un niño.
—No te asustes. —Se levantó y se alejó unos veinte metros de mí, donde comenzó a mover las manos en una extraña cadencia formando runas a su alrededor. Tales glifos se alejaron de él y formaron un gigantesco círculo vertical mucho más lejos. El cielo se tornó rojo ardiente, y la nube a nuestros pies se corrompió en un gris oscuro que parecía supurar alquitrán humeante.
El círculo tomó cuerpo sólido, su centro se iluminó tenuemente y... comenzó a escupir extrañas criaturas que difícilmente hubieran podido definirse mejor que con el adjetivo "demoníacos". La mayor parte eran rojizos, abundaban los cuernos, alas de murciélago, auras de fuego, sonrisas demenciales llenas de colmillos... pero esos eran sólo el principio. Salieron montañas de baba ácida agitando tentáculos con garfios en la punta, insectos formados por miles de huesos, larvas rojo sangre con triple mandíbula... ¡Casi perdí el control de mis uréteres!
¿Había convocado una legión de demonios desde un portal?
—¡Uno de estos podría destruir una ciudad antes de verse mínimamente herido por cualquier ejército! —anunció Él desde allá.
Por un momento me había olvidado de que no estaba indefenso, así que mi terror se convirtió en sobrecogida estupefacción cuando Ismael se elevó en el aire ante esa armada de seres del inframundo que asaltaban nuestra nube y pude ver por vez primera en persona la majestad que destilaba al investirse en el traje de PrideTwink preparado para una batalla; tan elegante, seguro y orgulloso que la blanca capa de su espalda aleteando por un repentino vendaval le dotaba de todo el aspecto de un arcángel vengador. Sabía que él podía borrar a esos bichos de la existencia con un simple deseo, pero me había prometido un poco de espectáculo.
Las criaturas del averno no tuvieron miedo ni flaquearon, y se lanzaron hacia él con garras extendidas, colmillos afilados, chillidos destructores, vómitos de ácido, cataratas de fuego y mil efectos ofensivos más.
Como si fuera a cámara lenta, pude observar al detalle sus manos inflamarse con el brillo del sol, destellando tan fuerte que los primeros demonios en arrimársele tuvieron que detenerse medio consumidos por su sagrada luz. Pero cien más tomaron el lugar de los primeros caídos; y tras ellos había mil más.
Aquel dios hecho hombre extendió sus brazos adelante y se impulsó sin miedo hacia sus enemigos, emitiendo lanzas de blanca pureza que ensartaron a una docena; luego giró en el aire esquivando muchos ataques a la par que acumulaba electricidad alrededor de su cuerpo y que terminó disparando en forma de cien relámpagos que abrasaron a cientos de criaturas.
Algunos diablos le habían rodeado, más el ángel todopoderoso saltó hacia las alturas elevando su mano izquierda y un glacial frío surgió desde el suelo en forma de cono, detonando hacia fuera con ráfagas más allá del cero absoluto, provocando una inmediata congelación de muchos más en medio del hielo tan puro que era completamente transparente; esta masa de agua transmutada se agrietó tanto y tan rápido que terminaron hechos trizas en un instante.
Pero los infernales no cedían; el portal seguía abierto y allí donde uno caía, diez más entraban. A poco, varios kilómetros a nuestro alrededor estaban rodeados por su ejército. Ellos lanzaban alientos elementales, invocaban conjuros destructores, golpeaban con armas de aspecto terrible... pero un escudo dorado semitransparente se mantenía entre el chico y las bestias, evitando cualquier daño.
PrideTwink me miró pleno de serena confianza y noté que una de esas circunferencias protectoras había aparecido a mi alrededor, aislándome junto a mis cojines de la batalla final.
El dios pareció tonarse aún más sagrado, más divino, más invulnerable si cabe, y al momento se había lanzado en medio de aquella masa de entes oscuros propinando cientos, no, miles de puñetazos, patadas y codazos por segundo en las más sorprendentes e inesperadas cabriolas posibles. Y no hablo de los golpes usuales que podrían observarse en una pelea entre artistas marciales humanos, sino de impactos con tanta fuerza como meteoritos espaciales que podrían destruir planetas. Cada ataque provocaba una implosión de fuego y fuerza gravitacional tremebunda que se tragaba incontables criaturas partiéndolas en pedazos, reduciéndolas a vísceras informes.
Y, sin embargo, su número no hacía más que crecer.
—La madre del cordero... —musité extremadamente asustado. ¿Y si Ismael se había excedido al crear ese acceso al infierno? ¿Y si había perdido el control y ya no era capaz de frenar el número de demonios que crecía exponencialmente cada segundo? Al fin y al cabo, dependía de su imaginación para hacerlo, y esto podía habérsele escapado de las manos. ¡Eran incontables!
Pero PrideTwink se encogió allá en medio de aquella interminable legión de titánicos demonios que le rodeaban, abrazándose a sí mismo y encogiendo las piernas sobre su propio pecho. "No dejaré que te hagan daño" me llegó su mensaje mental, y su voz fue como una caricia en mi alma.
El rojo ardiente del cielo se rompió en lo alto, y un rayo de sol le iluminó potentemente, intensificando la pureza y divinidad de su ser contra la corrupta maldad de sus adversarios. Era claramente una batalla entre el cielo y el infierno, el Apocalipsis sucediendo ante mí.
Los infernales se lanzaron en masa hacia él, pero Dios extendió sus miembros en un único movimiento, y el destello de luz que emanó de su cuerpo pareció formar cientos de alas de luz alrededor que terminaron dibujando una grandiosa cruz de luz blanca.
El tañido de una prístina campana de proporciones épicas rasgó el espacio tiempo y un huracán de una energía desconocida para mí y que sólo puedo describir como bondad absoluta barrió a toda criatura maligna en lo que mi vista podía abarcar, purificando el cielo, limpiando la nube y destruyendo aquel portal.
Desde lo alto, PrideTwink descendió lentamente hasta posarse ante mí tan glorioso que por poco no me lancé al suelo para besar sus pies.
—Pues... no he olvidado cómo hacer un buen espectáculo; supongo que es como montar en bici. —Al ver mi expresión desvalida me abrazó fuertemente. —¿Estás bien?
Ahora sí lo estaba, aunque aún no podía dejar de temblar.
—No vuelvas a hacerlo —musité con un hilo de voz.
—No lo haré.
Pasamos la siguiente media hora mirando las nubes, disfrutando del sol y, sobre todo, tratando de devolverme la calma. Ahora lo comprendía; si alguna vez en el pasado apareció así ante cualquiera, ¿qué menos que surgieran historias sobre ángeles, demonios, el hijo del sol, el juicio final y demás parafernalia religiosa?
Ahora sabía que mi Ismael era Dios aunque él no quisiera admitirlo, y que su poder era mayor al de cualquier otro ente divino inventado por la humanidad, pues la imaginación de la gente no podía llegar a concebir una criatura que podía literalmente hacerlo todo. Y yo estaba con él, entre sus brazos, oliendo su perfume a helado de vainilla y banana, y tenía que contener los sollozos por la innegable gravedad de su infinito poder que yo casi había olvidado con su trato tan cercano.
Lo que había presenciado había sido una pesadilla aún más terrible porque estaba despierto; pero, por suerte, su luz y su fortaleza eran superiores a cualquier enemigo. Y por suerte, PrideTwink quería representar esa bondad.
Pero yo no quería pensar más en ello; durante unos instantes en medio de esta batalla creí que me volvería loco de terror, y ahora ya nada quedaba de aquella invasión infernal; únicamente estábamos él, yo, y nuestra cama de cojines a la vera del riachuelo irrealmente perfecto.
Ahora sólo me restaba entender qué eran esos seres contra los que había luchado.
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Pridetwink
FantasyHace quince años, Dios descendió a la Tierra en la forma de un muchacho capaz de los más variados prodigios, aunque Él nunca aceptó dicho título. Gracias a los milagros que realizó, las desgracias del mundo fueron menguando hasta casi desaparecer; d...