Capítulo ocho: Momentos inoportunos.

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—¿Y cómo lo llevas? —Creo que me he mantenido haciéndole esa pregunta todos los días. Ya se ha vuelto como una costumbre para mí.

—Creo que ha sido el mejor mes de mi vida —contestó Mark extendiendo los brazos a sus costados, como si quisiera confirmar sus propias palabras. Íbamos de camino a mi casa, ya que él me había estado acompañando desde hace un mes, cuando Nelly y él le dieron fin a su relación. En otras circunstancias no habría aceptado que un chico me acompañase a casa después de terminar con su novia porque eso, seguramente, se vería como si yo fuese su reemplazo, pero él insistió que, después de haberlo estado ayudando a mejorar su apagado estado de ánimo por una semana entera, era lo mínimo que podía hacer por mí. Íbamos a pie, él me dejaba en casa y luego se iba, así de simple. Bromeábamos y charlábamos mucho en el camino.

—¿En serio? —Pregunté escéptica, enarcando una ceja—. No decías eso hace dos semanas.

Él me miró mal y yo le di mi mejor mirada inocente, acompañada de una sonrisa angelical. Al final, se encogió de hombros y apartó su mirada de mí.

—Tienes razón —confesó cansinamente, cuando estábamos llegando al camino de entrada. Luego movió la cabeza de un lado a otro, como si quisiera apartar sus pensamientos, y me miró con una sonrisa alegre en su rostro—, pero gracias a ti lo he superado. Eres una chica excepcional, Danielle.

—Oye tranquilo, chico. Mi especialidad es ayudar a personas a superar la depresión —bromeé, intentando alejar la tensión que se aproximaba, aunque no pude evitar el sonrojo que se apoderó de mi rostro sin mi consentimiento. Probablemente, debí responder con un “gracias”, o devolverle el cumplido, pero no llevo muy bien los cumplidos, por lo que siempre termino dando respuestas sarcásticas, bromas o un simple y explicito bufido.

 Él rió con un poco de tensión, pero yo fingí no darme cuenta de ese pequeño detalle. Sí, acabo de arruinar uno de esos “momentos” con un chico sexy, hacia el que siento una pequeña y rara atracción, y con el que mi cuerpo parece reaccionar al más mínimo contacto físico. Oh, y sin contar los sueños recurrentes donde parecemos una joven y feliz pareja adolescente.

—Bien, supongo que ya hemos terminado el recorrido —comenté cuando estuvimos en los escalones que conducían a la entrada. Subí los dos primeros y me di la vuelta en dirección hacia donde Mark seguía de pie—. Gracias por acompañarme y, te repito nuevamente, que no es necesario que me acompañes a casa todos los días, en serio. Ya sé que te ayudé con lo de Nelly, pero lo hice porque quise, no porque quisiera algo a cambio.

Sonrió con ternura y descansó uno de sus pies en el primer escalón.

—Lo sé, pero me gusta acompañarte, ahora lo hago porque quiero y no para devolverte el favor. Ya te dije que eres una chica excepcional —respondió. Y de nuevo con los cumplidos… si seguía así mi rostro terminaría pareciéndose al traje de santa.

—Adiós, Mark —me despedí, girando el rostro para ocultar el evidente cambio de color en él.

—¡Espera! —pidió cuando yo ya había subido los tres escalones restantes, y se apresuró a disminuir la distancia quedando a tan solo dos escalones por debajo de mí. En un acto reflejo, me tomó la mano para que pudiese darme la vuelta. Nuevamente, ese cosquilleo inexplicable comenzó a recorrerme y por unos segundos Mark y yo nos miramos sin ninguna emoción aparente en el rostro. Luego, él bajó la vista a nuestras manos y yo imité su acción. En vez de apartar su mano como otras veces, pasó su dedo pulgar por mis nudillos haciendo que una nueva sensación de placer inundase mis terminaciones nerviosas—. ¿También lo sientes?

Levanté la vista de golpe a sus ojos, que me miraban con una mezcla de maravilla y confusión.

—¿Disculpa? —pregunté a mi vez, convencida de que había escuchado mal. Estaba tan absorta deleitándome con la extraña sensación que se produjo ante el contacto, que no estaba segura de que haya preguntado lo que creo que oí.

Designada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora