Capítulo catorce: Momentos incómodos.

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—Así que te gustan los libros de temática fantasiosa, ahora quisiera saber, ¿por qué es una de tus temáticas favoritas? —preguntó Mark, mientras me miraba con curiosidad y tomaba un sorbo de su vaso con jugo de fresa.

Yo recliné un poco mi cuerpo, hasta que mi espalda estuvo en la manta que se encontraba sobre la hierba de ese lugar fantástico lleno de árboles y solitario, y comencé a pensar en mi respuesta.

—Me gustan porque ya veo bastante realidad en mi día a día y ese es mi método de escape —contesté, girándome un poco en mi lugar para mirarlo a la cara—. No sé muy bien cómo explicarlo sin parecer una psicópata, pero es algo que me ayuda a creer. Creer que hay algo mejor que el mundo en el que vivimos actualmente.

Mark se llevó una mano a la barbilla, y tomó otro sorbo de su jugo mientras analizaba mis palabras.

—Creo que ese es el principal motivo para leer en sí —dijo al cabo de un rato—. Escapar de los problemas del mundo real, o por lo menos así lo siento yo; un escape de la cruel realidad.

Sonreí complacida por su respuesta, y volví a recargarme en mi espalda para ver la copa de los árboles que había encima de mí y que impedían que el sol me dejara del color del carbón.

Les explicaré la situación actual; como tenía el sábado libre porque Michael y yo habíamos arreglado los asuntos que teníamos pendientes, acepté la invitación de Mark a salir en nuestra “segunda cita” cuando me llamó para preguntar. Él me vino a buscar en su antiguo auto y me había llevado a una especie de bosque solitario con muchos árboles hermosos, también había traído una manta y una cesta de picnic, lo cual me sorprendió mucho, porque no creí que los chicos hicieran esas cosas. Pero a fin de cuentas, Mark lee libros, así que no debería sorprenderme por esta clase de cosas.

Ya habíamos comido, y comenzamos a hablar de libros y ese tipo de cosas.

De repente, Mark se acostó a mi lado, dejando su cabeza junto a la mía y con su cuerpo en dirección contraria al mío, es decir, mi cuerpo estaba hacia la derecha y el suyo hacia la izquierda.

—Este lugar es hermoso —dije cuando hubieron transcurrido unos minutos de silencio. Escuché cómo Mark soltaba un suspiro de satisfacción y, por el rabillo del ojo, pude percibir cómo esbozaba una sonrisa.

—Es mi lugar favorito —afirmó—. Me hace sentirme libre y despejado. Cada vez que tengo un problema vengo aquí a relajarme o, a veces, vengo simplemente a leer un buen libro en la tranquilidad y el silencio que este bosque me ofrece —confesó.

—Vaya, debe ser genial leer un libro aquí. Todo es muy pacífico.

Mark asintió lentamente con la cabeza y se quedó callado por unos segundos, pensativo. Como si estuviese analizando las palabras que diría a continuación.

—Nunca había traído a nadie aquí antes —admitió finalmente—, era algo así como mi escondite exclusivo y nunca en mi vida había sentido deseos de compartirlo con alguien, hasta que apareciste tú —Giró su rostro para verme, y yo hice lo mismo con mis mejillas ardiendo furiosamente. Nuestras narices quedaron en contacto, acompañando la experiencia con la familiar sensación de hormigueo. Tenía que bajar un poco la vista para mirarle a los ojos—. Tú cambiaste eso, Danielle.

Tragué con nerviosismo, apartando la mirada y sintiendo un revoloteo desenfrenado de niños vampiro en mi estómago y sin saber qué decir respecto a su confesión.

Me producía una sensación tan agradable escuchar sus confesiones, que no encontraba las palabras para describir cómo me sentía al respecto. Era como si mi cerebro se apagase automáticamente y sólo fuese capaz de esbozar una sonrisa de estúpida enamorada.

Designada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora