Capítulo siete: Fiesta, fiesta.

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Los días pasaron y a medida que pasaba tiempo con el idiota me daba cuenta de una cosa: su imaginación para los insultos y su egocentrismo me dejaban cada vez más impactada. Después de la confesión que me había hecho en el lago, no habíamos vuelto a tocar el tema. Ese día me llevó a mi casa y me dio las gracias por no ser como las otras personas que solían tratarlo como si sintiesen lástima por él. De ahí en adelante seguimos como si ese día jamás hubiese existido, aunque, a medida que pasábamos tiempo juntos, íbamos tratándonos con más sutileza. Podíamos hablar por mucho tiempo sin arrancarnos la cabeza, y eso era un gran avance.

—Oye, ¿quieres ir a mi fiesta el sábado? —me preguntó Mark, mientras avanzábamos entre los pasillos del instituto para llegar a la cafetería. Su pregunta me tomó tan desprevenida que del impacto me ahogué con mi propia saliva. Mark me  dio unos pequeños golpecitos inseguros en la espalda y comencé a tomar aire para retomar la compostura.

Cuánta elegancia —me recriminé a mí misma, internamente—. Es la primera vez que este chico te invita a un lugar y no puedes hacer nada mejor que ahogarte con tu propia saliva. ¡Felicidades, Danielle!

—Gracias —dije una vez me hube estabilizado, refiriendo a las palmaditas que me había dado para ayudarme—. ¿Una fiesta, dices? ¿El sábado? ¿Mañana?

—Sí —contestó, en referencia a todas las preguntas, y se rascó la parte posterior del cuello un poco incómodo. Ya habíamos llegado a las puertas que daban acceso a la cafetería, pero como aún estábamos hablando, detuvimos nuestra marcha—, en realidad no es mi fiesta, es de un amigo y yo iré con Nelly —aclaró, y reprimí el impulso de bufar con fastidio. Ya había conocido a Nelly gracias a Mark que me la presentó como su novia a inicios de semana y todo el instituto andaba enloquecido por su regreso. Oh, y para colmo, era prima de Amelia, por lo que había visto un poco como era. Cabe decir que no veía por qué tanto entusiasmo por parte de las personas—. Yo apenas me enteré ayer y pensé que quizá querías ir a divertirte un rato. Gautier ya está al tanto y puedes invitar a tus amigos si quieres.

Asentí, sin estar muy segura de qué decir.

—Lo pensaré —Fue lo único que se me ocurrió, y entré al comedor impaciente por comer algo y charlar un poco con mis amigos. Cuando tuve una bandeja con comida y estaba a unos diez pasos de mi mesa, vi que Nelly estaba ahí hablando con su prima y algunas otras personas. ¡Oh no!

Retrocedí rápidamente intentando que nadie de la mesa me viera, aunque creo que Jessica ya lo había hecho, y me dirigí al único lugar en el que podría comer sin necesidad de contener mis pensamientos; a la mesa de Michael, que como era de costumbre, estaba únicamente ocupada por él.

Cuando estuve allí, él me miró enarcando una ceja con escepticismo, pero sin decir nada. Esperando a que yo explicara mi presencia.

—¿Puedo sentarme? —pregunté. Y sin esperar respuesta, tomé asiento en el lugar vacío a su lado. Sabía que había captado la atención de varias personas, pero digamos que ya me había hecho a la idea de que eso pasaría siempre que estuviese en compañía de Michael. Él se cruzó de brazos y centró toda su atención en mí—. ¿Qué ocurre? —interrogué, haciéndome la desentendida.

—Eso mismo me pregunto yo; ¿qué ocurre? —contraatacó. Rodé los ojos, como si su pregunta careciera de sentido, aunque sabía que eso no era cierto. Prácticamente, había invadido su mesa sin ninguna explicación al respecto.

—¿Acaso no puedo hacerle compañía a un amigo? —fingí sentirme ofendida.

—Te recuerdo que no somos amigos, niñita —me corrigió. Solté un suspiro dándome por vencida. Merecía una explicación y lo sabía.

Designada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora