Capítulo diez: Primera cita.

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      “Llega temprano al instituto. Muero por mostrarte lo que descubrí

Coloqué el teléfono en la mesita de noche junto a mi cama y me recargué en ésta, mientras cubría mi rostro con una almohada y ahogaba un grito.

Apenas eran las cinco y quince de la mañana, y luego de leer el mensaje de Michael no me quedaba de otra más que levantarme y alistarme para llegar antes al instituto. Por lo menos, podría irme en auto con Gautier, él siempre se levantaba descomunalmente temprano y eso era una ventaja para mí en este momento.

Indispuesta a perder más tiempo, me levanté de la cama para meterme en el baño y comenzar la rutina de alistarme para ir al instituto. Debido al frío que hacía en Europa, siempre me veía obligada a llevar chaqueta todos los días, de no usarla probablemente terminaría muriendo de hipotermia. Veinte minutos después (a las cinco y treinta y cinco minutos) estuve bajando las escaleras con la mochila en el hombro y lista para ir al instituto. Al llegar al pie de la escalera, descubrí que la planta baja estaba desierta y sumida en un completo silencio, que resultaba casi ensordecedor. Noté con sorpresa que Gautier aún no estaba listo y fui a la cocina a por un vaso de jugo. Estaba tan ansiosa por llegar que no tenía ganas de desayunar en lo absoluto, y en vista de que no veía rastro de vida humana salí de la casa para toparme con el gélido aire que inundaba el clima esa mañana, y la mayoría del tiempo en general, y comencé a andar rumbo al instituto.

Cuando llegué, encontré al idiota sentado en los escalones de la entrada esperando mi llegada. Cuando me vio, se puso de pie de un salto y me miró con una sonrisa divertida en el rostro.

—Treinta y cinco minutos, nada mal —comentó cuando estuve a su lado. Pude ver que sus ojos reflejaban la ansiedad que posiblemente venía cargando—, vayamos a la biblioteca. Ahí podré enseñarte todo con calma y nadie llegará a interrumpirnos.

Asentí una sola vez y comenzamos a andar a paso rápido por los pasillos del instituto, sentía un revoloteo en mi estómago a causa de la emoción que me producía tener avances en la investigación. No sabía qué podría haber encontrado Michael, pero al ver su rostro supe que era algo que nos facilitaría aún más las cosas y eso era motivo suficiente para emocionarse de sobremanera.

Cuando entramos al sitio indicado, la bibliotecaria nos lanzó una mirada de extrañeza y severidad.

—Espero que no estén pensando en hacer cosas indebidas en este lugar, jóvenes. Que conste que tengo un muy buen oído y me enteraría de todas formas —Nos advirtió con voz grave. En otras circunstancias, me habría sonrojado al oír esas palabras de una persona mayor, pero en ese momento, poco me importó lo que la bibliotecaria pensara de las intenciones que teníamos Michael y yo al entrar a ese lugar.

Ocupamos una mesa lejos de la entrada y Michael se apresuró a sentarse a mi izquierda para luego sacar algo de su mochila: un sobre amarillo como esos que te entregan cuando te hacen estudios importantes en el hospital. Le lancé una mirada interrogativa a Michael, sin saber qué podría contener ese sobre.

—Es el informe policiaco —me explicó—, los hicieron antes de que el cuerpo desapareciera. No sé qué conseguiremos adentro, no quise abrirlo hasta  que estuvieses presente.

Con las manos temblándome a causa del nerviosismo, procedí a abrir el sobre con sumo cuidado, luego de eso, saqué todo su contenido apilándolo en una torre de papeles frente a nosotros. Miré de reojo a Michael que tenía la mirada fija en la pila de papeles y entonces comencé a examinarlos uno por uno.

El primero, se trataba de una foto a color con el cuerpo magullado de Jackson que hizo que mi piel se erizara con horror, después conseguí unos cuantos informes que explicaban lo ocurrido; nada que no hubiese encontrado antes y, finalmente, conseguí una foto que me puso todos los sentidos alerta. Se la entregué a Michael que comenzó a examinarla con sorpresa.

Designada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora