Capítulo once: Preocupaciones.

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—¿Y cómo te fue en tu cita con Mark? —preguntó Jessica, apenas hubo ocupado asiento detrás de mí. Yo aparté la mirada, sintiéndome un poco avergonzada por el tema y guardé silencio por unos minutos. Me había pasado la noche dándole vueltas a todo el asunto de la cita con Mark y no había llegado a nada: ¿éramos pareja? No lo sabía; Gautier me había estado presionando para que le contara de mi salida (aún no sé cómo demonios se enteró de que tendría una cita con Mark ayer), y me aseguró que un beso a veces sólo era un simple beso y que eso no significaba nada. Sí, eso no me ayudó a calmar mis dudas al respecto.

En cuanto al tema de la bombilla…, mi suerte no fue diferente; no pude resolver el enigma de si el beso influyó en eso o no, pudo haber sido por algo lógico y explicable; pero como esas dos palabras estaban fuera del alcance de lo que es mi vida, no podía estar cien por ciento segura de ello.

—Bien, supongo —respondí finalmente sin mucha convicción. Jessica enarcó una ceja y, soltando un suspiro de cansancio, comencé a relatarle los detalles de mi salida. Los ojos de mi amiga se iban poniendo cada vez más brillantes a medida que contaba mi historia y, finalmente, terminó esbozando una sonrisa pícara que provocó que la mirase divertida.

—¿Y qué tal besa? —Se interesó moviendo las cejas sugestivamente, como para darle un mayor sentido a sus palabras. Negué con la cabeza a modo de reproche.

—Besa… bien. Nunca había besado a alguien, pero estoy segura de que besa realmente bien —contesté sin embargo. Jessica hizo una pequeña dramatización de un besuqueo intenso y tuve que golpearla suavemente en el brazo para que dejara de hacer eso. Mi rostro ardía en llamas—. No hagas eso, las personas nos están mirando como si fuésemos un par de extraterrestres en proceso de investigación —Ante mi comentario, Jessica soltó una carcajada.

—Dios, Danielle, a veces dices unas cosas… —Dijo negando con la cabeza en gesto divertido, luego su expresión cobró un poco de seriedad y preocupación—. Oye, ¿y son pareja?

Bingo cantó una voz en mi interior al oír su pregunta. Había dado directo en el clavo.

—He ahí mi dilema —confesé, mirándola directamente a los ojos. Bajé ligeramente la voz y me acerqué un poco a mi amiga para evitar que cualquier chismoso, que se encontrara cerca, pudiese oírme—. No sé cuál es nuestra relación actual; no soy buena con estos temas, ¿entiendes? Me he pasado toda la noche pensando al respecto, pero no he llegado a nada concreto. Estoy en zona desconocida y bueno… no sé —Me mordí nerviosamente el labio al no encontrar palabras para describir el revoltijo que estaba armado en mi cerebro. Mi mirada se volvió esperanzada—. ¿Tú qué opinas?

Jessica se recargó en el respaldo de su asiento y parpadeó un par de veces, soltando un suspiro pensativo. Luego volvió a acercarse a mí.

—Sinceramente, no sé qué decir. Por lo que me contaste, no te hizo la pregunta, pero sí te besó. Viniendo de un chico…, creo que no deberías ilusionarte por el beso. Es algo normal que en el siglo veintiuno las personas se besen sin ser nada —respondió encogiéndose de hombros. Me acordé de que Gautier había dicho algo parecido, pero con otras palabras y asentí cayendo en la cuenta. Tenían razón; un beso no era nada.

No pude evitar sentirme algo decepcionada ante esa irrefutable realidad de la actualidad, me di la vuelta mientras soltaba un suspiro resignado y comenzaba a sacar lo que necesitaría para mi clase de algebra. No pude dejar de pensar en el asunto anterior y, en ese momento como en muchos otros, me pregunté cómo sería toda mi vida si hubiese nacido en otra época; en alguna de esas épocas donde los chicos eran caballeros y el romanticismo tenía bastante valor. Donde el amor iba antes que la lujuria. Una parte de mí siempre había deseado nacer en una de esas épocas; allí todo era más natural y los sentimientos de las personas casi siempre eran reales. También las mujeres de las épocas antiguas tenían un poco más fácil el tema de chicos, pues, si ellos no se movían primero, tú tampoco tenías que hacerlo. Si ellos se sentían atraídos hacia ti, te lo decían y, la mejor parte, siempre estaba sobre todas las cosas una buena educación.

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