Epílogo.

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Veinticinco años después:

—¿Y qué pasó luego de eso, mamá? —preguntó la pequeña adolescente de trece años, que estaba sentada en su cama con las piernas cruzadas, mirando a su madre atentamente mientras ésta miraba por la ventana tranquilamente.

Danielle se volvió hacia Emilie, su hija segunda y última hija.

Sonrió.

—Lo natural. Tu padre y yo nos graduamos, después nos dimos cuenta de que nuestra relación iba bastante en serio y compramos la casa, nos casamos y llegó Nathan y luego tú.

Danielle no pudo evitar sonreír para sí misma al recordar cómo Michael le había propuesto matrimonio hace veinte años.

La había llevado al parque temático, se habían subido a una atracción que consistía en subir aproximadamente dos metros y medio y luego ser arrojados al suelo. Mientras la máquina iba subiendo Michael empezó a sudar y a ponerse nervioso, luego, cuando estaban en la cima, a punto de ser arrojados como si se tratase de un simple objeto, le propuso matrimonio.

En ese momento, Danielle literalmente cayó.

Y el resto era historia.

—¿Y la tía Jessica y el tío Joey? ¿Cómo comenzaron a salir finalmente? —curioseó la joven de cabello color chocolate y ojos verdosos.

Danielle se quedó meditabunda.

—Eso, hasta la fecha, es uno de los misterios jamás descubiertos —respondió.

En ese momento, tocaron el timbre de la linda casa de dos plantas que Michael y Danielle habían comprado poco antes de casarse y que habían remodelado a través de los años a su gusto... El de ella principalmente.

—¡Deben ser Katherine y Thomas! —exclamó Emilie con emoción, poniéndose de pie de un salto.

La joven se apresuró a abrir la puerta y se encontró con su odioso hermano Nathan, que ya se encontraba a mitad del pasillo.

Ambos se lanzaron una mirada afilada que no necesitaban descifrar.

La pequeña Emilie intentó aprovechar ese pequeño duelo de miradas para correr y adelantar a su hermano, pero Nathan tenía buenos reflejos, era más veloz y, además, le llevaba más ventaja.

Como era de esperarse, Nathan fue el primero en llegar a la entrada y, antes de abrir la puerta, se volvió para sacarle la lengua a su hermana que infló las mejillas con enojo.

¡Ese idiota de Nathan!

—Compórtense —Al escuchar la voz de Danielle desde detrás, ambos niños se miraron asustados y sonrieron angelicalmente ante la mirada severa de su madre.

Aunque internamente, cada uno por su parte ingeniaba insultos para el otro.

El joven de quince años, cabello castaño claro como el de su madre y ojos azules eléctricos como los de su pabre, abrió la puerta para encontrarse con su amigo, Thomas Fortescue.

A su lado estaba la escandalosa y extravagante hermana de su amigo, Katherine, la cual ante los ojos de Nathan era fastidiosa e irritante.

Katherine era un año menor que Emilie y Thomas era tres meses mayor que Nathan.

Detrás de los dos jóvenes visitantes estaban sus padres; Gautier, que era padrino de Nathan y Karina, que era la madrina de Emilie.

Los dos jóvenes chicos se saludaron con efusividad y al minuto siguiente todos estaban dentro de la casa, hablando animadamente por su lado.

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