No veo nada todo está sumido en la más escalofriante de las oscuridades, siento cada célula de mi cuerpo inmóvil y rígida, todo a mi alrededor da vueltas; como si me encontrase dentro de una lavadora, mis pulmones se sienten cansados como si los estuviese forzando a tomar aire, tal vez lo esté haciendo, es como si estuviese encerrada y cada segundo que pasara constituyese a un centímetro menos en mi espacio. Me siento mal.
De repente, un crujido llamó mi atención. Es una puerta: una puerta se abre dejándole camino libre a una fuerte luz que entra a torrentes por ella. No dudo en ir hacia ella.
Una vez llegué al otro lado, descubrí que me encontraba en un lugar desconocido: una casa de aspecto antiguo, parecía de los años cuarenta. No se escuchaba sonido alguno, más que las manecillas de un gran reloj de madera que se movían al compás de un continuo “tick-tock”. ¿Dónde se supone que estaba?
Caminé cuidadosamente por la pequeña sala al estilo victoriano y luego de entrar por una puerta llegué a la cocina.
Todo estaba completamente vacío, la casa estaba sumida en un silencio que comenzaba a perturbarme, el sonido del reloj seguía sin cesar.
—Danielle… —escuché un susurro a lo lejos, en tono amortiguado. Me volví en dirección al sonido de la voz, pero no encontré absolutamente nada—. Danielle…
Tragué saliva con pesadez, tenía un mal presentimiento acerca de este lugar.
—¿Quién anda allí? —me atreví a preguntar. No obtuve respuesta alguna—. ¿Hola? —Silencio—. ¡Sal de una vez por todas, deja de esconderte, no estoy de humor para jugar a las escondidas! —Ya mis nervios estaban crispados.
—Date la vuelta, pequeña Danielle.
Pegué un respingo al sentir la voz justo detrás de mí, pasé saliva por mi garganta que se había puesto seca e intenté no gritar por el aspecto de aquella criatura.
Era una anciana, pero no estaba bien; el lugar donde deberían estar sus ojos estaba ocupado por unas grandes cuencas negras, su cara lucía demacrada: como si le hubiesen puesto porcelana y luego la hubiesen fracturado. Su piel lucía de un espectral gris y su vestido largo, que parecía que había sido muy hermoso en su época, se encontraba rasgado y sucio.
—¿Q-qué quiere? —tartamudeé. Ya había visto cosas parecidas es esta, pero jamás me acostumbraría por más veces que lo hiciera, me seguía resultando escalofriante.
—Estás tan grande y hermosa —Pasó una de sus escalofriantes manos por mi rostro. Sentí algo caliente en mi mejilla, no tardé en saber que se trataba de sangre; me había rasgado, pero me mantuve quieta—. Eso explica a lo que te tendrás que enfrentar, pequeña.
Fruncí el ceño confundida, no sabía de qué estaba hablando esta mujer, ¿a lo que me tendré que enfrentar?, ¿y eso qué demonios significa?
—¿A qué se refiere?
Posó un dedo en sus labios en señal de que me callara.
—Tienes que tomar una decisión —avisó con urgencia—, una que te definirá, Danielle, tienes que pensar bien en lo que harás.
—¿De qué me está hablando?, ¿qué decisión?, ¿qué pasará? —pregunté con desesperación. Sentía una extraña desesperación por recibir información.
—No tengo tiempo de explicar, sólo te diré que no será fácil, niña, no lo será en absoluto.
Sentí un nudo en el estómago, entonces, cuando estaba a punto de hacer otra pregunta la señora desapareció por la puerta por la que yo había entrado. Intenté seguirle, pero me fue imposible: la puerta no cedía. Repentinamente, la cocina comenzó a contorsionarse y a moverse como si estuviese en medio de un terremoto, el suelo se abrió bajo mis pies, sin darme tiempo de apartarme, y yo sólo caí, sintiendo un horrible vértigo y haciendo a mi estómago retorcerse. Todo era oscuro de nuevo, no había ni una pizca de luz y yo sólo seguía cayendo y cayendo, cada vez más abajo.
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Designada ©
Romance“No hay casualidad, sino destino. No se encuentra sino lo que se busca y se busca lo que está escondido.” —Ernesto Sábato. Obra registrada en Safe Creative baj...