Mi teléfono celular empezó a sonar ruidosamente en la mesita a mi lado.
Mi cuerpo se sentía bastante pesado a causa del sueño y tuve que obligar a mis ojos a abrirse un poco para poder tomar el pequeño artilugio sin tirar nada al suelo, o caer a éste como una completa estúpida.
Un bulto a mi lado se removió perezoso y soltó insultos por lo bajo.
—Lo siento —Le susurré a Matt, que dormía (o intentaba mantenerse dormido) a mi lado. Sé que habíamos quedado en que dormiríamos juntos cuando llegasen los otros familiares, pero después de la huida de Michael, habíamos decido no aplazar más el traslado y ya hasta su equipaje estaba aquí.
Nos habíamos pasado estos dos últimos días viendo películas de matanza en mi cuarto y comiendo porquerías, y bueno…, después de llorar el primer día, unos buenos dulces, rabias pasadas y un maratón de películas guerreras ya casi se había olvidado el asunto.
No pude evitar esperar una llamada de Michael con una explicación a su comportamiento, una visita de su parte, o por lo menos un texto.
Pero ya habían pasado dos días y no daba indicios de vida, por lo que poco a poco empecé a dejar las cosas correr y no esperar nada de él.
La pantalla de mi celular alumbró mi rostro y vi que era un número no identificado. Se trataba de un extraño.
Por una décima de segundos, me debatí entre si debía contestar o no. Digo, era peligroso contestarle a cualquier persona.
Había visto montones de casos en la televisión, o de personas cercanas a las amigas de mi abuela, donde pedófilos violadores con rastreadores llamaban a jóvenes muchachas para luego comenzar a acosarlas, secuestrarlas y extorsionar a los familiares de dichas muchachas con el rescate de las mismas.
Al final, a causa de la neblina de sueño que cubría mi cerebro, la curiosidad y el no querer incomodar más a mi primo, contesté.
—¿Hola? —pregunté dudosa, en voz baja, contorsionando mi voz. Digo, si realmente era un pedófilo violador, por lo menos, no reconocería mi voz.
—¿Danielle? —Mi corazón se detuvo al escuchar esa voz, y el sueño empezó a despejarse.
—¡Mark! —exclamé en voz baja, sintiendo repentinas ganas de volver a largarme a llorar. No es que el sólo hecho de escucharlo me abrumara tanto como para comenzar a lloriquear como una nenita, pero hoy, mientras me hundía en mi lago de autocompasión, no pude evitar echar de menos su presencia.
Él siempre tenía las palabras de ánimo adecuadas para cada situación y sus chistes, y normal alegría, hacían las cosas menos dolorosa. No es que mi primo no ayudase a subir el ánimo, pero Mark tenía una forma peculiar de hacer todo más feliz.
—Lamento si te he despertado y tener que llamarte de un número desconocido. Sé que allá debe ser bastante tarde ahora, pero conseguí como mi celular no funciona en otros países y conseguí un teléfono disponible, no dudé en aprovechar la oportunidad para llamarte y saber de ti —se disculpó. Me mordí el labio para no suspirar como una idiota ante sus palabras, y agradecí el hecho de que no pudiese verme.
Dios sabe que yo no soy muy expresiva y amorosa, pero este chico dice unas cosas que descongelarían hasta un iceberg del polo norte.
—Oh, tranquilo —dije, intentando no hacerlo sentir ni un poco culpable—. Tan sólo son… —Le eché un vistazo al reloj en la mesita de noche contraria y suprimí un pequeño grito de sorpresa—. Las cuatro y media de la mañana, no es para tanto.
Matt se quejó en voz baja, diciendo algo acerca de bajar la voz, y yo para dejarlo dormir en paz, me levanté de la cama y salí de la habitación, para luego bajar a la primera y solitaria planta a hablar en paz.
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Designada ©
Romance“No hay casualidad, sino destino. No se encuentra sino lo que se busca y se busca lo que está escondido.” —Ernesto Sábato. Obra registrada en Safe Creative baj...