01. ¿En mi ventana?

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——Olivia——

El llanto de Bruno me despertó a las 3:40 de la madrugada. Mi hermanito de tres años había tenido otra pesadilla. Me levanté y fui corriendo hacia su cuarto, ya que mis padres estaban de viaje de trabajo (para no variar) y mi abuelita Amelia tenía el oído digamos que 'poco sensible', a parte necesitaba la mayor parte del tiempo silla de ruedas y no podría ir rápidamente.

—Tranquilo, ya está...— cogí a Bruno en brazos, y me senté con él en el sofá de su cuarto—. Ha sido una pesadilla, ya ha pasado. Estoy aquí—le dije acunándolo mientras dejaba besos en su cabeza.

—E coco...—dijo entre sollozos—. E coco te llevaba... —añadió abrazándose a mi. Con ese gesto confirmaba mi teoría de que tenía complejo de monito.

—Sabes que ha sido una pesadilla Bruno, el coco no existe— sonreí tiernamente. Él se calmó un poco—. ¡Y si existe yo me encargo de echarlo a patadas!— dije haciéndole cosquillas a mi hermanito en la barriga. Bruno reía, ya se le había pasado el susto.

Lo acuné en mis brazos, y me quedé mirando sus ojos oscuros y su pelo revuelto y caoba.

—Ivia, ¿y las estellas?— preguntó con su hablar todavía de niño de tres años.

—Las estrellas están en su sitio. No han desaparecido y no van a desaparecer nunca.

Lo único que se escuchaba estas últimas semanas era que las estrellas estaban desapareciendo. "Falta de estrellas", "El misterio estelar" y "¿Volverán las luces de la noche?" fueron las frases que más tomaban importancia en los telediarios mañaneros. Era verdad que se veían menos estrellas, pero no creía que estaban desapareciendo así porque si. Imaginaba que tendría que ver con la contaminación lumínica, cambio climático y en resumen, actos humanos.

Bruno se quedó dormido en mis brazos después de un rato, y lo coloqué con cuidado en su cuna. Me quedé acariciándole el pelo y mirándole durante unos minutos. Me recordaba a mi con su edad, yo también tenía pesadillas con el coco. Solía soñar que el coco me perseguía por lugares envueltos en llamas, e incluso muchas veces soñaba que moría ahogada.

Me despertaba llorando, y mi abuela venía a consolarme, tal y como lo hago yo ahora con Bruno. Debido a que mis padres no estaban nunca, claro. Esta vez se habían ido un poco antes, porque teníamos descanso en breve. Era finales de octubre, por eso todavía hacía un poco de calor.

También resulta que dentro de poco tendríamos como dos semanas de vacaciones, lo que significaba que un madrugón más, y descanso.

O eso pensaba yo.

Dejé a Bruno en su cuarto, y salí con cuidado al pasillo. Para ir a mi habitación tenía que pasar delante del cuarto de Amelia, y justo al pasar por esa puerta la escuché hablar.

—¿En serio? Vaya... ¡tengo muchas ganas de verlos a todos!— decía mi abuela desde dentro del cuarto. — ¿Está bien Santa? ¿Y el Conejo de pascua? Y supongo que al hada de los dientes la veré ya mismo... ¡Tendrá que venir por mis dientes! Es lo que tiene la edad, hijo...—su conversación con ella misma me hizo sonreir. Se veía tan tierna con sus asuntos... Entonces entré a la habitacion.—Llamame de tú, mi nombre es Amelia.

—Abuela, creo que es hora de dormir...—dije lo más dulce que pude en tono inaudible. Mi abuela se encontraba mirando para la ventana desde el centro de su cuarto. Ella podía estar de pie, pero le cosataba, por eso la silla. — ¿Qué haces con la ventana abierta?—pregunté yendo rápidamente a cerrar la ventana. Hacía un extraño frío aquella noche.

—Pero... ¡Estoy hablando con Jack Frost!—respondió ella indignada. Mi abuela siempre tenía amigos imaginarios, pero nunca les había puesto nombre.

No se quien es Jack Frost.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora