03. *Din don*

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———Olivia———

Me desperté sobre las diez de la mañana, por un frío que inundaba la habitación y me hacía encogerme cada vez más. Mis tres mantas parecían no existir ya que tenía el mismo frío y no menguaba. No entendía nada, era octubre y se suponía que aún hacía algo de calor. Y más donde vivíamos, ya que estábamos cerca de la playa y eso suavizaba las temperaturas. Sin embargo, eran las diez de la mañana y la temperatura no pasaba de los diez grados.

Me levanté y me asomé con cuidado al cuarto de Bruno. Vi desde la puerta como descansaba tranquilo. Bajé a la cocina esperando ver a mi abuela, pero no estaba allí. Supuse que se había ido a dar un paseo como alguna que otra vez hace así que no le di mucha importancia. Me prepare el desayuno y fui a levantar a Bruno.

—Venga chiquitín.—dije cogiéndolo en brazos. Él bostezó.

Yendo hacia las escaleras vi la puerta del cuarto de Amelia entre abierta. Pude ver dentro de la habitación como simplemente estaba la silla de ruedas, cosa que me pareció muy extraña. Entré y vi como estaba la ventana -de nuevo- abierta. Al ir a cerrarla algo frío me atravesó. ¿Dónde estaba la abuela?

—¿Dónde ta la buela?— me preguntó Bruno.

—No lo sé. Pero enseguida volverá, no te preocupes—dije convencida.

Bajamos al salón y mientras Bruno desayunaba yo miraba hacia la calle a través de las ventanas, comprobando alerta a ver si volvía la abuela. Nada, ni rastro. Pasé intranquila el resto de la tarde, cuando sobre las nueve llamé a la policía. Poco después dos agentes policiales vinieron a mi casa para pedirme información.

*Din Don*

Escuché el timbre y fui corriendo a abrir, con algún ápice de esperanza de que pudiese ser la abuela. En su lugar, dos personajes vestidos de policía, uno alto y delgado y otro bajo y rechoncho, se encontraban allí en la puerta.

—Soy el oficial Abelardo.—se presentó el más bajito.

—Yo soy Avelino.—comentó el larguirucho. —¿Podemos pasar para tomar nota sobre la desaparición?—dijo desganado. Tardé un poco en contestar.

—Eeeh... si claro, pasen.—dije echándome hacia un lado dejándoles pasar. Fuimos al salón, donde Bruno pintaba en el suelo, sobre un folio, al coco.

—¿Cuándo dice que ha visto por última vez a la desaparecida?— preguntó Abelardo abriendo su cuaderno para tomar notas.

—Ayer por la noche. Fuimos a dormir y esta mañana ya no estaba. —dije sentándome en el sofá que ellos tenían enfrente, justo al otro lado de la mesa del salón.

—¿Cómo describiría al sujeto?—continuó sin entusiasmo alguno.

—Pues...una anciana de 93 años, bajita, ojos claros...pelo negro canoso aunque más canoso que negro...y nunca va sin su silla de ruedas a ningún sitio. Pero, por raro que parezca, su silla está en su dormitorio.—se hizo un silencio en el que Abelardo terminó de tomar apuntes.— Eso me ha extrañado más aún, Amelia nunca va a ningún sitio sin su silla.

—Bien, señorita. —ambos agentes se pusieron en pie—Mañana empezaremos la búsqueda. Cuando tengamos noticias la llamaremos. Buenas noches.

Aquellos dos alegres sujetos se dirigieron a la puerta y finalmente se marcharon. Regresé al salón y me tiré de espaldas al sofá. ¿Mi abuela estaba desaparecida? No era posible. ¿Qué le habría pasado?

Mientras mi cabeza se preguntaba cosas similares miraba al techo, hasta que oí a Bruno reír. Me incorporé y le miré divertida, intentando aparentar normalidad.

—Y tú...¿de qué te ríes?— Bruno miraba al sofá que yo tenía enfrente, como si hubiese alguien.

—Ja Fos tá mirándote... y ta sonriendo...—dijo riéndose. Miré a ese sofá sin percibir nada por ninguno de los sentidos. Acto seguido miré el reloj, al lado de la tele. Bruno debería haber estado dormido desde hacía rato, ya que eran las once.

—Bueno, pues despídete de él, que tienes que dormir—lo levante del suelo, le cogí la mano y subimos poco a poco las escaleras.

Una vez tumbado en su cuna, ya acomodado, miró hacia mi lado y dijo:

—Duces seños ti tambén.—y sonrió. Miré hacia donde él, y nuevamente, no vi nada. —Ja Fos dice que creas en él.

—¿Si? Pues dile que cuando nieve en octubre, a lo mejor me pienso creer en él.—susurré sonriéndole a lo que él también rió. Miré de reojo a mi lado. Extrañamente, se notaba un frío concentrado.

—Dice que ya vedemos...—entonces me despedí de Bruno y salí del cuarto.

———Jack Frost———

Si, yo estaba ahí cuando llegaron los dos policías tan entusiastas y si, yo también estuve allí desde que ella despertó.

Yo tampoco sabía que había pasado con Amelia. Mi cabeza pensaba en las últimas palabras que ella me dijo: "Esto no va bien." En aquel momento no sabía por qué, pero sabía que la desaparición de Amelia, y que cada vez quedasen menos estrellas estaba íntimamente relacionado, y que Sombra (o el coco, como le llama Bruno) tenía algo que ver. Ese desgraciado...

Cuando se fueron los policías me senté en el sofá de enfrente de Olivia y me quede mirándola. Tenía una curiosa expresión en la cara.

Acompañé, o más bien seguí de cerca a Olivia mientras iba al cuarto de Bruno para arroparlo. Una vez él acostado le deseé dulces sueños.

—Duces seños ti tambén.—respondió él abrazando su peluche. Yo reí.

—Pss, Pss, dile a Olivia que tiene que creer en mi.— susurré apoyándome en mi bastón.

—Ja Fos dice qué creas en él.—Bruno miró a Olivia.

—¿Si? Pues dile que cuando nieve en octubre a lo mejor me pienso creer en él.—respondió Olivia sin tomarse muy enserio lo que le decía Bruno.

—Ya veremos...—dije acentuando el "veremos".

—Dice que ya vedemos...

Olivia salió del cuarto y bajó de nuevo al salón.

¿Conque esas tenemos, eh? Vaya, Olivia. Pensé. Recuerdo que estáis retando al espíritu del invierno, y puedo hacer que nieve ahora mismo. Si hace falta que nieve para que creas en mi, eso pasará.

———Olivia———

Bajé al salón y me quedé en la puerta mirando el panorama. Aquello estaba muy vacío sin la abuela. No hacía mucho, pero siempre estaba con algo en la tele, que ahora estaba apagada. Siempre en algún sillón, que ahora estaban vacíos. Y siempre, siempre, hablando con las que decía que eran haditas de los dientes. Reí al recordar la imagen.

Recogí las pinturas y los folios del suelo donde Bruno había estado pintando junto su dibujo del coco. Lo coloqué apoyado detrás del reloj y me fui a dormir. Hacía frío y eché un edredón no muy pesado encima de mi cama con tonos azules y después de un buen rato en el que me costó conciliar el sueño, caí profundamente dormida.

No se quien es Jack Frost.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora