16. Esa estúpida leyenda.

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——— Olivia ———

Desperté con dolor de cabeza. Mi pelo estaba suelto, cubriendo ligeramente mis hombros. No sabía donde estaba. Me encontraba tumbada en el suelo de una habitación pequeña, de tres metros cuadrados a lo sumo. Las paredes, el suelo y el techo eran de piedras de mediano tamaño. Parecía una mazmorra medieval. Una mazmorra de un castillo medieval.

La habitación donde yo estaba comunicaba a una sala diez veces más grande a través de unos barrotes de hierro, algo carcomidos y oxidados por el tiempo. Rápidamente me levanté y me acerqué a los barrotes (todo lo que las cadenas que retenían mis pies y manos me lo permitían) para ver mejor la sala, parecida a un Gran Salón.

A ambos lados del Gran Salón había vidrieras translucidas con tonalidades cálidas. Se distinguían perfectamente dibujos de llamas en ellas, y personajes sin muchos detalles con trajes igualmente cálidos. Aquello no podía ser la guarida de Sombra, aunque el sitio estaba descuidado y con aspecto de haber estado abandonado muchos años, era demasiado bonito para serlo. Pero si no era la guarida de Sombra, ¿Qué era?¿Dónde estaba?

En la pared paralela a mi calabozo, al otro lado del salón, había un trono decorado con terciopelo y velos verdes. Verde esmeralda.

"Está obsesionada la chica con el esmeralda ¿eh?"

Aquel trono estaba acompañado a sus lados por otros tres aún más descuidados. Derruidos, rotos y abandonados, como si hiciera mucho tiempo que nadie los usa, como si hubieran sido testigos de una catástrofe, como si hubieran pagado toda la rabia de alguien... como si en un pasado hubieran sido muy importantes y hubieran tenido un gran valor.

Detrás de los tronos había una pequeña puerta de madera, y en las esquinas de la sala había unas escaleras que conducían a un sitio desconocido.

—¿Hola? —grité. A los pocos momentos se oyó abrirse una puerta al lado de mi celda que por mi ángulo de visión yo no podía ver. Esmeralda vino seguida de Sombra hasta quedarse justo delante de mí, separándonos únicamente los barrotes.

—Se despertó la bella durmiente...— dijo Esmeralda para mirarme fijamente a los ojos. Me causó tanta impresión que tuve que retroceder mínimamente.

—¿Me puedes explicar por qué estoy aquí? —dije. Ella dudó antes de hablar—. ¿Qué te he hecho?

—No sabes de qué va esto, ¿verdad? —Preguntó con un carácter neutro. Yo negué con la cabeza—. ¿Ni si quiera conoces la leyenda del castillo donde estás? —continuó impresionada, como si fuera obligatorio conocer lo que pasó allí.

—No conozco nada —dije cortante—. Ni de qué va esto, ni esa estúpida leyenda, ni qué tengo que ver yo en todo esto. Sólo que un día conocí accidentalmente a Jack y todo se empezó a torcer—suspiré frustrada, no quise echarle las culpas a Jack.

—Bien, querida. Sombra te lo demostrará todo...— entonces Sombra apareció a mi lado desde las sombras de mi celda.

—Verás querida niña —comenzó Sombra. Con arena negra creó una figura de una chica entre sus manos—. Hace mucho tiempo, en la edad media, ocultada de todos los mortales ya que nadie podía verlos, vivía una familia de almas de fuego. Eran de la realeza y vivían en este castillo. La protagonista de esta historia tenía 17 años cuando todo ocurrió — entonces creó a toda la familia con más arena, junto un castillo—. Todos eran felices, ya que el resto de espíritus de la naturaleza eran agradables y tenían muy buenas amistades con todos. El rey fuego, La reina Fuego y la princesa fuego, Flame, el único espíritu del fuego en esa familia.

Esmeralda estaba agarrada a los barrotes desde fuera de la celda, esperando impaciente. En sus ojos se podía distinguir la rabia.

—El plan era que cuando Flame cumpliera dieciocho años heredase el trono y el castillo y se convirtiese en la reina Flame — dijo recreando entre sus manos una coronación, con un ambiente tan feliz que casi me hace sonreír—. A pesar de todo, ese día nunca llegó...— su voz se tornó ronca y oscura. Elaboró ​​al rey con cara de preocupación—. Al rey no le gustaba nada que la princesa fuese a un lago que se congelaba cada invierno, donde ella patinaba felizmente, ya que si caía dentro del lago moriría instantáneamente. Pero la princesa Flame iba todos los días a aquel lago —en la arena negra se vio a la princesa Flame patinando en el lago helado elegantemente—. Hasta que un día pasó lo que el rey tanto temía que pasase.

No se quien es Jack Frost.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora