07. Verde Esmeralda.

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———Olivia———

¿Qué hora era? Me desperté sobresaltada, por un ruido de golpes en el piso de abajo. Miré el reloj y observé en penumbras que eran las tres y media de la mañana.

—¿Jack?—pregunté ligeramente desorientada, en un tono inaudible.

Seguía oyendo los golpes. Parecía como si hubiera mucha gente, pero no se oía ni un murmullo. Desde mi cama veía las escaleras en el pasillo, las cuales estaban vagamente iluminadas por un resplandor verde esmeralda.

Me quité lentamente las sábanas de encima y bajé los pies al suelo sin retirar la vista del pasillo. El frío del mármol impactó en mis pies cubiertos con unos finos calcetines. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral; algo no iba bien. Recordé el bate de béisbol situado bajo mi cama. Por precaución lo cogí y fui con él hasta la puerta de mi cuarto. Todo estaba con una espesa oscuridad, salvo los destellos esmeralda procedentes de abajo.

Miré en el cuarto de Bruno comprobando que todo estuviese en orden. Acto seguido cerré la puerta y me dirigí escaleras abajo con el bate echado al hombro. A medida que bajaba y poco a poco podía ver más de la primera planta, me encontré con unos seres extraños. ¿Qué mierda estaba pasando? Una especie de esqueletos con huesos negro carbón y brillo verdoso esmeralda invadían el salón, el pasillo y posiblemente el baño y la cocina. Aquellos seres tenían un tenue fuego humeante y también verde alrededor del cuerpo. Parecía salirles de cualquier hueso u orificio de su cuerpo, sobretodo del cráneo.

Andaban temblorosos y despacio por mi salón, revolviendo los cojines, los sofás y las mesas en busca de algo. Llegué al final de las escaleras. Los esqueletos parecían no haber recaído en mi presencia, hasta que con mi mala suerte y mi bate golpeé un cuadro colgado en la pared haciendo que cayese estruendosamente al suelo. Los esqueletos se giraron a mirarme.

—Mierda—susurré justo antes de que los seres corrieran temblorosos hacia mi. Justo antes de que me tocasen un rayo azul los atravesó haciendo que se desintegrasen y cayeran hechos polvo -literalmente- al suelo. Me llegó un aire helado que asocié directamente con lo que había atravesado al esqueleto. —.¿Hielo?—musité.

—Ya que tienes un bate, podrías usarlo, ¿no crees?— dijo Jack andando hacia mí por el pasillo después de haber fusilado al resto de esqueletos allí presentes. Nunca supe de donde salió, pero en aquel momento era lo último que se me ocurría preguntar. Le miré sorprendida.

—¡Jack!— exclamé yendo a abrazarlo rápidamente—. Pensé que no saldría de esa...—dije apretándole contra mi. Él me devolvió el abrazo.

—Ahora no dudas de mi existencia, ¿verdad?—dijo bromeando, a lo que yo respondí con una sonrisa. Me separé de él y me quedé mirando sus ojos. Él miró a mis espaldas y me apartó rápidamente para acto seguido fulminar a otro esqueleto verde. 

—¿Qué son eso y de dónde salen?— le pregunté asustada.

—Esqueletos—respondió bajando la voz—. No se de dónde salen, pero si sé que no nos quieren vivos— dijo bajando la voz—. Y hay una horda entera en el patio trasero—nos acercamos con cuidado a la cocina, de donde salió otro esqueleto derecho hacia Jack.

Por reflejos golpeé al esqueleto con el bate, haciendo que su cuerpo cayese a unos centímetros de nosotros.

—Ya que tienes un bastón mágico, podrías usarlo, ¿no crees?—dije burlándome de lo que había dicho tan solo minutos antes. Jack sonrió de medio lado y señaló con la cabeza hacia la ventana de la cocina. Desde ahí nos asomamos y vimos por lo menos a veinte esqueletos más andando temblorosos por mi patio. Miré horrorizada a Jack.

—¿Pretendes que nos los carguemos a todos?—pregunté desafortunadamente alto.

Gran error.

Para cuando Jack me tapó la boca con una mano, los esqueletos ya me habían oído y subían con prisa por las escaleras hacia la cocina. A pesar de estar la puerta que nos separaba de ellos cerrada, la atravesaban dejando sustancia pegajosa en ella.

"Eso lo voy a tener que limpiar yo luego, seguro..." pensó mi voz interior, siempre tan oportuna.

Jack empezó a disparar y atravesar a los esqueletos que entraban con su bastón y el hielo que salía de este. Mientras yo me encargaba de volarles la cabeza con el bate. Más de una vez tuve que salvar a Jack de que algún engendro le tocase, pues le sorprendí distraído mirando cómo yo me defendía como podía. También pasó al revés, pues al parecer yo también me quedaba ausente mirando como mutilaba a los esqueletos.

Una vez pareció no haber más bichos, le miré. Él me observaba apoyado en la pared, rodeando el bastón con un brazo y las manos en el gran bolsillo.

—¿Qué pasa?—pregunté mirándome a mi misma—.¿Tengo algo verde?—entonces me volví a mirar. Jack reía sutilmente.

—No Olivia, no tienes nada.—respondió sonriendo divertido.

—No creo que sea momento para juegos Jack, creo que me he ganado una explicación— me acerqué a la puerta del patio y observé la sustancia con brillo verde pegajosa. Por el tacto parecía petróleo muy pegajoso.

—Lávate las manos antes de tocarme otra vez.—rió divertido. Abrí el grifo de la cocina y empecé a lavarme las manos.

—¿Me vas a explicar qué hacían esos...cosas aquí?—dije salpicándole agua con las manos. El rió y me agarró las muñecas y me atrajo inconscientemente hacia él. Nos quedamos en silencio reprimiendo una risa. Poco a poco relajamos la expresión. Sus ojos y los míos estaban conectados. No se si a posta o sin querer, se escapó su vista a mis labios.

Sin poder evitarlo me puse nerviosa, y mi pulso se aceleró. Poco a poco retiré mis muñecas de su agarre y él se separó lentamente de mi. Una vez pareció haberse roto la conexión ambos miramos a otro lado. Jack llevó una mano a su nuca, levemente nervioso.

—Bueno...—dudó—ahora poniéndonos serios...deberías venir conmigo al polo.

—¿A dónde?—pregunté no muy segura de lo que había oído.

—Sí, al polo—levanté las cejas sorprendida—. Ahí vive santa, y ahí nos reunimos los guardianes.

—Jack, son las cuatro de la mañana. ¿Qué narices hacemos tú y yo yéndonos a las cuatro de la mañana?—él miró al techo pensativo y rió. Ignoré su gesto—. Y ¿para qué? No pienso ir.

—Necesitamos ver a Santa. Tú más que yo. Seguro que él puede ayudarte. Él sabrá lo que pasa, él siempre lo sabe todo.—dijo normalizando su sonrisa, que parecía no irse nunca de su boca.

—¡Ni lo sueñes!—dije apoyándome en la encimera y cruzándome de brazos—. Además, no tenemos como ir. ¿Pensabas ir en barco?¿En tren?¿O vendrá Santa y nos llevará en su trineo? Porque desde luego no pienso dejar que me lleves volando de aquí al polo norte...—Jack sacó una bola de cristal de su bolsillo y entonces agrandó su leve sonrisa.

—Al taller de Santa—le susurró a la bola para acto seguido lanzarla al suelo. Para mí sorpresa, en vez de romperse en un montón de mini cristales, de esta salió un portal mágico parecido a un agujero negro con colores y pigmentos de magia.

—¿Por...ahí?—señalé al portal asustada por la respuesta de Jack.

—Por ahí, señorita. Vamos a ir a través de un portal mágico. A no ser que reconsideres la opción de ir volando.—me miró con sonrisa pícara.

—No me voy a mover de mi casa. Tengo un hermano pequeño al que cuidar—dije frunciendo el ceño. El portal parecía no tener prisa por desaparecer.

—Si, un hermano pequeño dormido profundamente. Vamos— Jack me ofreció su mano pero únicamente la miré. —. Mira oliva, podemos hacerlo por las buenas o por las malas—añadió. Yo seguía sin moverme. Entonces dejó caer su mano hasta el palo y suspiró—. Tú lo has querido.

—¿He querido él qué?¿Qué vas a hacer?—pregunté. Jack me cogió de las piernas echándome a su hombro, cogiéndome como un saco—. Jack, ni se te ocurra meterme ahí dentro.—decía retorciéndome en su hombro, aunque sin conseguir nada.

—Tarde...—oí que dijo, y entonces entramos al portal mágico.

No se quien es Jack Frost.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora