14. Raro, muy raro todo.

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———Olivia———

—Necesitamos un plan de ataque. ¿No crees Santa?—preguntó Conejo una vez que terminamos de desayunar.

—Si, claro, recuperar el taller...—reflexionó sacudiendo de su barba las mejillas de galletas.

—Pero si Santa dijo que no podíamos pelear allí, ¿cómo lo vamos a hacer, espabilado?— le reprochó Jack a Conejo.

—Pues yendo y si hace falta pelear, peleando. Tendremos que asegurarnos de alguna manera de que ahora el taller está libre, cubito de hielo—molestó Conejo a Jack.

—Ten cuidado orejotas, este cubito puede congelarte las orejas...—amenazó de vuelta el guardián.

—Tranquilo, Jack—le dije poniendo una mano en su hombro.

—Tranquilos todos. Conejo tiene razón—calmó Santa—. Tenemos que prepararnos para luchar contra las pesadillas y contra esqueletos en caso de que hubiera. Todavía no sabemos el origen de los bichos raros, pero si sabemos que están ahí, acechando—Santa me miró y asintió con la cabeza—. Olivia tiene que venir con nosotros.

—¿Qué?¿Yo? No, no no—me apresuré a negar—. ¿Y si Bruno despierta?

—Eso, ella tiene que quedarse aquí—dijo Melanie. Por una vez estábamos de acuerdo.

—Además, sólo estorbaría, no sé pelear—intenté excusarme.

—No demostraste eso cuando me defendiste de los esqueletos—apuntó Jack. Le dirigí una mirada violenta, pero él solo rió.

—Ahí lo tienes Olivia, vendrás con nosotros—sentenció Santa. Melanie bufó—. Coge tu bate, que nos vamos.

Aunque intenté resistirme, no tuve otra que coger el bate, el cual había dejado en un hueco debajo de las escaleras que Bruno solía usar como refugio.

Entré de nuevo al salón y miré a todos los guardianes ya de pie. Melanie miraba sus uñas. ¿Intuiría que Jack pasaba de ella? Una ráfaga de pensamientos me inundó la cabeza: los besos de Jack.

—¿Hola?¿Olivia?—preguntó Santa sacándome de mis pensamientos. Al darme cuenta de mis imágenes mentales me sonrojé—. ¿Nos vamos ya?

—Si, claro—disimulé lo mejor que pude. Miré a Jack, que correspondió mi mirada con esa sonrisa que nunca aguardaba nada bueno, y echándose el bastón al hombro se dirigió hacia el patio trasero, donde descansaba el trineo de Santa. Todos le seguimos.

—¿Nerviosa?—me preguntó una vez allí.

—Bueno...inquieta—me limité a responder. Tampoco tenía muchas palabras para escoger. Jack soltó una carcajada y subió al trineo.

—Vamos, sólo asusta la primera vez—dijo tendiéndome la mano para subir, la cual acepté sentándome a su lado.

Todos se subieron a continuación al trineo.

—Jack, ¿me ayudas?—dijo Melanie excesivamente infantil desde abajo. Jack puso los ojos en blanco y le ayudó a subir. Una vez en el trineo se sentó encima de Jack.

—Muchas gracias—dijo achuchándolo entre sus brazos. Él intentaba apartarla incómodo.

"¿Cuántas posibilidades hay de darle con el bate en la cabeza sin darle a Jack?"

Melanie siéntate bien, cuando despeguemos te caerás—le advirtió Tooth. Me miró y me sonrió con compañerismo.

—No te preocupes, yo me agarró bien— dijo insistiendo en su agarre a Jack.

"Qué pesada la chica..."

Melanie, si no quieres ir encima de un reno, ¡siéntate bien!—le dijo Santa ya cabreado. Melanie se sentó excesivamente frustrada en frente de Jack, junto a Tooth. Sonreí mentalmente.

Miré a Conejo. Pobrecito, estaba sufriendo. Entonces despegamos sobresaltándonos a todos. Se oía a Santa gritar algún "yuhu" pasándoselo en grande. Pegué mi hombro con el de Jack intentando disimular el interés, él me dirigió una mirada furtiva. Reflexioné que era agradable viajar con Santa.

Después de un rato volando llegamos al taller de Santa. Estaba considerablemente más vacío y más deteriorado que la última vez que estuve allí. Luces apagadas, cualquier signo de brillo y vida estaba ahora desterrado de aquel lugar, y había rastros de arena negra y extrañamente petróleo verde pegajoso. Me flaquearon las piernas pensar que Sombra podría estar por allí, y que el ejército de esqueletos verdes llameantes fuese suyo.

Le dirigí una mirada a los guardianes, ellos estaban alerta. Me extrañé ya que Melanie no estaba cerca de nosotros. La busqué con la mirada, y la vi esconderse detrás de una mesa de trabajo de los yetis. ¿Qué demonios le pasaba? No tenía nada para defenderse, eso era cierto, pero podría estar detrás de Jack protegiéndose y pidiendo ayuda innecesaria.

"Raro, muy raro todo"

Se escucharon cascos de cabellos al galope y algún que otro relinchar, creando aún más tensión. Un caballo de arena negra con ojos amarillos vino hacia nosotros apareciendo de un pasillo. Un boomerang de Conejo lo atravesó haciendo que se esfumase.

—Wow...—susurré. Comprendí que cada guardián tenía su método para defenderse, y todos eran realmente espléndidos.

—Cuidado, si hay una habrá más—advirtió Santa seriamente. Efectivamente, más como la primera empezaron a invadir el taller—. ¡Cuidado con las pesadillas!

Pesadillas...un nombre muy adecuado para esas cosas.

Empezaron a mezclarse pesadillas con esqueletos fogosos, a los cuales ya les tenía practica. Unos caían congelados, atravesados por hielo otros. Santa los cortaba en dos, Tooth atacaba con sus hadas, Sandy con su arena dorada y Conejo con sus boomerang y huevos de colores explosivos. Y luego yo...con un bate.

"La verdad, que poco poco mística y que ordinaria eres, Olivia..." la voz de mi cabeza tenía razón.

Con el bate destruí un esqueleto que venía a por Jack.

—Ya que tienes un bastón mágico, podrías usarlo, ¿no crees?— le dije haciéndole burla. Él echó la cabeza hacia atrás, y soltó una carcajada.

—¿Qué le voy a hacer? Me distraes cuando peleas, te queda demasiado bien— añadió destrozando sin esfuerzo a una pesadilla que se acercaba.

Mierda.

Jack se apoyó en su bastón mirándome juguetón. Un rubor subió a mis mejillas. Me resultaba raro estar tonteando con él ídolo y adorado guardián de mi hermano. Aunque de ninguna de las maneras iba a quejarme.

De repente un boomerang de Conejo pasó entre nosotros desplomando a un esqueleto que se aproximaba peligroso y tambaleante.

—No es momento de ligar, tortolitos—se quejó Conejo. Tenía razón.

Nos separamos y continuamos degollando, partiendo, esfumando, exterminando, rompiendo, congelando, troceando, atravesando y evaporando pesadillas y esqueletos hasta que no quedó ninguno. El taller estaba lleno de huesos negros consistentes y arena negra de las pesadillas empapados en líquido verde pegajoso y -a mi parecer- radiactivo. Melanie seguía escondida tras la mesa.

De repente se escucharon unos aplausos en estéreo por todo el taller.

—Enhorabuena, guardianes. Cada vez me sorprendéis más con vuestras patéticas ganas de salvar el mundo—reconocí esa voz, esa asquerosa y repugnante voz—. Olivia, mi gran allegada...¿me echabas de menos?—preguntó Sombra saliendo de los rincones oscuros del taller.

—Si, echaba de menos tu repudiable voz que me da ganas de vomitar...—Jack rió a mi comentario.

—Has empezado tan bien la frase y las has acabado tan mal...—dijo acercándose a mí con voz áspera.

—¿Qué quieres, Sombra?—le preguntó Conejo acercándose a mi.

Sombra me señaló.

—La quiero a ella...—dijo para acto seguido reír sádicamente.

No se quien es Jack Frost.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora