12. Como el agua calma al fuego.

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———Olivia———

Durante la cena Santa se estuvo burlando de Conejo por algún problema que tuvieron con una marmota, del que no me enteré puesto que solo hacían referencias. De vez en cuando miraba a Jack, riendo junto a Santa. Nuestras miradas pocas veces se cruzaron, pero enseguida Melanie lo distraía. Conejo me suplicaba con la mirada que lo sacase de allí, pero yo no podía hacer otra cosa que reír con las imitaciones y bromas de Jack y Santa. Tooth y Sandy pasaban un poco desapercibidos ya que no sacaban los ojos del plato.

De repente, Jack hizo algo para que Conejo empezase a perseguirlo por toda la casa, incluso subieron al piso de arriba.

—¡Shh!¡No hagáis ruido, Bruno está ahí!—dije saliendo a correr detrás de ellos. Los demás guardianes -y Melanie- nos siguieron.

Una vez arriba, Conejo salió de mi cuarto, esta vez perseguido por Jack. Con las prisas, Conejo chocó conmigo, haciéndonos caer a los dos. Poco después llegó Jack, que intentó ayudar a levantarme, pero Conejo se adelantó.

—Lo siento señorita. No ha sido mi culpa—dijo entre Jack y yo, ayudándome a levantarme.

—¡Jack, cielo!—gritó Melanie, lanzándose a abrazarlo. Genial, peliblanca con peliblanco. Hasta a mi, que ni me miraba, me resultaba pesada.

Santa se quedó mirando la puerta de Bruno, sin entrar.

—Ahí dentro está Bruno. Puedes a pasar a verlo, si quieres.—dije.

—¿Puedo ir?—preguntó Tooth—. Me encantan los niños...—susurró nerviosa. Yo asentí y puse un dedo en mis labios indicando silencio.

Abrí la puerta del cuarto de mi hermano, y entré seguida de guardianes. Nos colocamos al rededor de la cuna, quedando Sandy encima del cabecero.

—¿No puedes hacer nada?—le pregunté a Sandy. Jack estaba a mi lado, sorprendentemente sin Melanie molestando. Rozó mi mano y me sonrió tierno. Yo me puse nerviosa.

Sandy empezó a rodear con arena dorada a mi hermano, pero sólo conseguía eso; rodearlo. Sandy me miró y negó con la cabeza.

—¿Qué es esa puerta de ahí?—preguntó Melanie desde el pasillo, señalando una puerta más de mi pasillo. Dejaba claro que le importaba tres pepinos mi hermano.

—Por esa puerta se sube a la habitación de mis padres. Está en la última planta, y conecta con un gran balcón con unas vistas preciosas.—sonreí recordando las noches de verano de mi infancia.

—Tiene que ser muy bonito el cielo, ¿verdad?—dijo Santa con espíritu de ilusión—. ¡Eso es, Olivia!— Santa se acercó a mí ilusionado y me zarandeó ligeramente de los hombros.—. ¿Podemos subir a la terraza? Veremos mejor las estrellas y podremos hablar teniendo más datos.

—Claro...—dije dudosa, dirigiéndome hacia la puerta.

Entonces, una vez arriba, atravesamos el cuarto de mis padres y salimos a la terraza. Estaba aún cubierta con nieve reciente, dándole un aire invernal, junto la luz blanca de la luna que nos alumbraba. A lo lejos se veían las luces de la ciudad. Los guardianes se expandieron por el gran lugar, mirando a todas partes sorprendidos.

—Entonces es verdad...—dije mirando al cielo—. Las estrellas desaparecen...

—Desgraciadamente si...—respondió Conejo a mis espaldas—. Y posiblemente Sombra tenga algo que ver.

Me acordé de Sombra, de la visita tan inesperada que me había concedido hace horas. Seguía sin saber qué quería de mi, por qué yo estaba despierta. Por qué mi abuela no estaba, y quien la tenía. Y encima me seguía preguntando a cuento de qué había llegado Melanie de repente, de la nada, y se había pegado a Jack como si le fuese la vida en ello.

No se quien es Jack Frost.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora