Capítulo 20

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Damon lo tomó de la mano y salieron a los jardines bellamente iluminados donde también se aglomeraba la gente.

Bebieron, rieron y conversaron con todo aquel que se acercó a saludarlos. La orquesta que animaba la fiesta comenzó a tocar.

-¿Bailas?- preguntó Graham, más relajado tras unos sorbos de alcohol y tal vez animado por la visión de otras parejas de hombres bailando.

Damon lo miró, perplejo ante su inesperada propuesta y preocupado frente a la posibilidad de exhibir sus escasas dotes para la danza.

-No...no sé hacerlo...- balbuceó.

-El jazz no tan es difícil...ven, yo te enseñaré- ofreció Graham- ¿acaso no querías que flirteara contigo?- susurró a su oído.

Después de todos sus esfuerzos para que se dejase ver a su lado era imposible decir que no. Lo estrechó y se dejó guiar hasta la pista improvisada en el jardín donde decenas de parejas disfrutaban de la música. Dos piezas fueron suficientes para que tomase ritmo y comenzara a desempeñar un papel decente.

La orquesta hizo una pausa y todos aplaudieron pidiendo por más.

-Has logrado lo que yo nunca pude- dijo una profunda voz de mujer a sus espaldas.

Era Justine. También ella y su pareja habían estado bailando.

-Nunca te había visto bailar, Damon...

-Sa...sabes que nunca he sido bueno- tartamudeó.

-Pues parece que aprendes rápido...

Se hizo un silencio y el acompañante de ella se excusó para ir a saludar a algunos conocidos. La orquesta volvió a tocar.

-¿Me prestas a tu profesor, Damon? Parece que me he quedado sin compañero...

Y sin esperar respuesta, preguntó.

-¿Bailamos, Graham?

Tampoco él miró a Damon al momento de aceptar. La tomó delicadamente de la mano y envolvió su cintura con el brazo. Sin vacilar, la condujo a la pista y bailaron. Lo hacían con tanto garbo y donaire que pronto se formó un claro para verlos. Las otras parejas despejaron la pista, rodeándolos, dejando que bailasen solos en el centro, aplaudiendo frente al improvisado espectáculo que ofrecían.

La escena provocaba una singular emoción en Damon. Era extraño ver bailar a sus dos amores, danzando en la pista como alguna vez danzaron en su mente. Su pasado y su presente...hasta su futuro con algo de suerte, entrelazados y girando entre sonrisas. La que alguna vez creyó amar y aquel que ahora amaba, juntos. Casi un símbolo de que todas las piezas del rompecabezas de su vida comenzaban a encajar a la perfección. Sus dudas se disipaban. Su fe crecía. Algo en su interior le decía que todo se encaminaría con la misma naturalidad con que la dupla bailaba.

Mientras aplaudía, sintió una mano apoyarse sobre su hombro. Se volteó.

-¡Andrew!- exclamó con una sonrisa forzada.

Era Andrew Blake, hombre influyente que apenas entrado en la cuarentena regenteaba galerías en cuatro países. Sus modales francos hasta la brusquedad junto a su eterno aire de superioridad siempre lo habían vuelto desagradable a los ojos de Damon.

-Te vi un momento adentro pero hay tanta gente que no pude acercarme a saludar.

Damon respondió con otra sonrisa forzada, fingiendo que la música le impedía oír con claridad.

-Oye...- dijo abrazándolo por los hombros y acercando la boca a su oído- noté que estabas con Graham...- agregó señalándolo con el mentón- ¿Has venido con él o lo encontraste aquí?- preguntó sonriendo con malicia.

También él lo conocía...

Damon comenzó a tartamudear. ¿Acaso negaría que lo conocía y que de hecho, había ido con él? Después de todas sus encendidas proclamas y tras casi obligarlo a acompañarle hasta allí, no podía hacerlo. Ni siquiera frente a la socarrona mirada de Blake. La hora de la prueba había llegado. Era el momento de respaldar sus palabras con actos.

-He venido con él.

Andrew le dedicó una sonrisa casi obscena.

-Pues bien por ti, Damon...- dijo palmeando su espalda y guiñando el ojo con complicidad.

-¿A...a qué te refieres, Andrew?

El mayor rió con malicia.

-Ese grandísimo perdido era la joya del Ritz- dijo relamiéndose de un modo que asqueó a Damon- ahora sólo se lo encuentra en un club privado, el Crimson. Pero no es tan fácil dar con él.

Andrew bebió un sorbo de whiskey.

-Gózatelo, Damon...te juro que te hará poner los ojos en blanco- dijo riendo ruidosamente- El jodido tiene el talento de siete castas de putas. Nació para esto.

-Andrew- dijo Damon en voz baja, colérico, con el rostro rojo como la grana y los puños apretados hasta que sus brazos temblaron.

Pero Blake no parecía capaz de descifrar su lenguaje corporal, eufórico como estaba tras dar nuevamente con Graham.

-Damon...pensaba que tal vez...si a ti también te gusta, claro...podríamos ofrecerle un trío. Es el mejor en eso, ¿sabes? No te decepcionará.

-Cállate, Andrew.

-Lo siento, lo siento...ni siquiera sabía si te gustaba de a tres...

-Cállate y vete...- repitió acumulando ira.

-Mira, te propongo otra cosa. Es tarde...si piensas quedarte aquí y no vas a ocuparlo esta noche...pues puedo darte lo que pagaste por él...ya me conoce, no habrá problemas...

Fue la gota que rebasó la copa. Podía tolerar que lo conociera. Estaba advertido de que alguna vez ocurriría. Podía incluso aceptar que tuviese la descortesía de alabar abiertamente sus más ocultos talentos. Pero no podía permitir que le arrebatara su calidad de ser humano hasta rebajarlo a la categoría de mercancía de compra y venta. No tenía derecho, sin importar cuántas veces haya pagado por él.

Se volvió y sin darle la menor oportunidad de anticiparlo, le propinó un violento puñetazo en pleno rostro. Cayó pesadamente al suelo y Damon se abalanzó sobre él. Enardecido, los golpes se sucedían en seguidilla sin que la desprevenida víctima pudiera siquiera atajarlos.

La orquesta dejó de tocar y algunos hombres se acercaron. Pero Justine y Graham fueron los primeros en llegar hasta la escena. Él intentó frenar a Damon pero rápidamente comprendió que se requeriría la fuerza de más de un hombre. A través de la sangre derramada, vio el rostro del agredido y lo reconoció. No necesitó mucho para figurarse lo que pudo haber ocurrido entre los dos. Sus peores temores se habían vuelto realidad, en el momento y el lugar más inoportunos.

Un segundo caballero intentó reducirlo pero Damon estaba enfurecido. Justine se las arregló para colarse entre él y Blake.

-¡Basta, Damon! ¡Ya déjalo! ¡Basta!- gritaba ella.

Un involuntario golpe de puño dio directo en la sien de Justine. Su grito agudo hizo reaccionar a Damon. Las uñas de ella se clavaron en sus hombros y la manos de Graham lo retenían por los brazos.

-¡Basta, Damon!- repetían los gritos desesperados de ella mientras a sus espaldas se escuchaba el incontenible llanto de Graham.

Damon se detuvo, reaccionando al fin. Tomó por los brazos a Justine y la ayudó a incorporarse.

-Por todos los cielos...- dijo observando su obra, despavorido- te lastimé...no quise...

-Lo sé- dijo ella asintiendo con la cabeza, todavía mareada por el golpe- fue un accidente- repetía mientras su pareja la sacaba de allí.

Damon volteó a ver a Graham. Su rostro era un mar de lágrimas que goteaban por sus mejillas. Con la voz quebrada y los nervios deshechos, gritó.

-¡Te lo dije, bastardo!

Y salió corriendo de allí.


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