Capítulo 24

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Pasaron tres meses sin noticias de Graham. Durante ese tiempo, Damon lo buscó incansablemente. No había vuelto a su apartamento y tampoco al Crimson. Sus compañeros afirmaban no saber nada de él pero Damon desconfiaba. Siguió frecuentando el lugar. Un par de veces a la semana subía al último piso, bebía unos tragos y conversaba con los muchachos, guiado por la esperanza de ganarse su confianza y quebrar su silencio.

Steve, el hombre que manejaba a todos los pupilos de la casa, le dirigía coléricas miradas cada vez que lo veía por lo que dedujo que varios estarían al tanto de lo mucho que él tenía que ver en el repentino alejamiento de Graham.

Y contra todos los pronósticos de su abogado, ninguna demanda recayó sobre él.

Tras el escándalo en la fiesta ofrecida por la Sociedad de Bellas Artes, Dave y sus socios se notificaron de la denuncia policial que Andrew Blake había levantado en su contra la misma noche de la pelea. Zozobraron durante más de una semana. Sin demoras, los letrados redactaron escritos solicitando una oportuna mediación que evitara el peor de los escenarios: un juicio. Resolver el asunto en la corte sólo ventilaría enojosos detalles privados que poco y nada contribuirían a la reputación de Damon, maltratada hasta lo indecible tras aquella noche en la que comenzaron a multiplicarse todo tipo de disparatados rumores.

Pero la demanda nunca llegó. Días después, los abogados supieron que Blake había levantado su denuncia y que en consecuencia, no habría cargos en su contra.

Dave estaba exultante. No lograba comprender por qué había retrocedido teniendo todo a su favor pero tampoco le importaba. Su amigo había salido indemne de aquel bochornoso incidente y eso era todo lo que contaba. Al menos para él...

-No imaginas lo afortunado que has sido- repetía meses después.

Damon lo miró escéptico, convencido de que hacía largo tiempo la suerte no estaba de su lado.

-Pudo destrozarte en la corte si lo hubiese querido...- insistió- lo que sea que lo haya disuadido, te ha hecho un gran favor.

-Te diré qué lo disuadió- dijo Damon- la mayoría de los testigos nos conocen a los dos, muchos son de hecho amigos en común. Amigos y clientes. No ha querido importunarlos obligándolos a declarar en mi contra. Me lo ha dicho Justine. Ella misma lo llamó para excusarse y hacerle saber que aunque lo había visto todo, no testificaría contra mí.

-¿Eso hizo?- preguntó sorprendido Dave, que desde el adulterio de Justine cultivaba una inmensa aversión hacia ella.

-Sí. Y fue entonces que Blake le confió que tampoco él deseaba forzar a declarar a tanta gente con la que hace negocios. Sabía que muchos se sentirían en un aprieto haciéndolo. Sería incomodarlos. No dijo que levantaría su denuncia, claro. Pero supongo que comenzó a considerarlo entonces.

-Es muy lógico, si así fuera. Todos sabemos lo rencoroso que es ese sujeto pero es posible que eso lo haya detenido- reflexionó el abogado- y si esa ha sido la causa debo decir que se trata de un hombre más astuto y diplomático de lo que tú crees. Se nota que sabe manejar sus negocios- apuntó sin poder dejar de pensar en la imprudencia de su amigo.

-Lo sabe y cómo...- respondió con una amarga sonrisa comprendiendo la insinuación contenida en las palabras de Dave- y apuesto a que la perspectiva de tener que dejar de pasárselo en grande y molestarse en asistir a la corte hasta que esto termine también ha contribuido. Le gusta la buena vida y sabe cómo dársela.

-Pues que la disfrute. En lo que a ti concierne, te ha librado de un feo prontuario por lesiones- dijo Dave alzando su copa.

Incapaz de celebrar por haber evadido un seguro revés judicial y sus consecuencias, Damon cambió de tema. Con semblante preocupado abordó el asunto que sí le importaba.

-¿Has averiguado lo que te pedí?

-Sí...- dijo Dave bajando la cabeza- su pasaporte no se ha movido...pero seguiremos monitoreando...

Sus sólidos contactos en la Oficina de Migraciones permitían que Dave tuviera acceso a información sobre la circulación de pasaportes británicos en el exterior. Y el de Graham no reportaba actividad reciente.

-Sigue aquí, Damon. Si abandona el país, lo sabremos. Déjanos eso a nosotros. Tú ya tienes bastante de que ocuparte.

Y vaya que si tenía asuntos que atender...

Dave no había errado al prevenirlo sobre las consecuencias de enemistarse con Blake. Había desistido de accionar judicialmente pero eso no apagaba su rencor. Los que lo apreciaban, los que le temían y los que lo necesitaban cerraron filas contra Damon. Pocos ahora deseaban ligar su nombre al de su galería. Los expositores escaseaban y hasta los artistas inéditos, a los que siempre había apoyado, se cuidaban de asociarse a él. Sólo había recibido el apoyo manifiesto de una persona: Justine. Súbitamente y sin razón aparente decidió exponer su colección privada en la galería, consignando a su ex esposo para la venta de aquellas obras de las que deseaba desprenderse. Fue todo un gesto que él supo valorar.

Ante la inminente debacle, el padre de Damon se puso al frente del negocio. Decidió que el lugar no debía seguir llevando el apellido "Albarn" que ahora parecía comercialmente inconveniente. A tal punto había llegado el escándalo de aquella funesta noche.

-Yo tomaré las riendas, hijo- había dicho su padre- a él no le interesa perjudicarme a mí. Este asunto es personal, no comercial.

-Pero...

-Pero nada, Damon. En esta ocasión, me temo que no has elegido bien a tus enemigos.

Damon bajó la cabeza. No era un reproche. Lo sabía por el tono que había usado su padre. Pero aún así y por primera vez en su vida experimentaba la dolorosa sensación de haberlo decepcionado.

-No dudo que tendrás tus razones y las apoyo- había dicho sonriendo afectuosamente.

-Tal vez no debí...- atinó a balbucear.

-Hijo- dijo su padre tomándolo firmemente por los hombros- no dudo que si tú lo elegiste es porque él lo merece.

Damon alzó la vista anonadado. Era la primera vez que su padre hacía alusión a Graham.

-Papá...

-"Defiende a los tuyos", ¿recuerdas? Eso te lo he enseñado yo. Y me da gusto que no lo hayas olvidado.

Damon lo abrazó. Sintió la mano de su padre palmeando su espalda con vigor, ese gesto que le devolvía las fuerzas toda vez que flaqueaban.

El hombre tomó el rostro de su hijo.

-Yo seguiré con esto- le aseguró contagiándole toda su determinación- y tú...tú busca un rubro donde él no pueda molestarte- le aconsejó.

Y así comenzó junto a Alex el proyecto editorial que por tanto tiempo habían pospuesto.

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