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-JungKook-

Cerré los ojos al sentir el frío y ardiente liquido sobre mi mamo, los volví abrir cuando sentí un tibio aire sobre está tratando de aminorar el dolor.

SaeJin estaba soplando la herida, estaba tan concentrada en lo que hacía que no se dio cuenta de que la estaba mirando. Sentí algo raro dentro de mi cuerpo al verla de tan cerca, se sentía bien tener a alguien junto a mí en esos momentos.

— Listo. —su voz me sacó de mis pensamientos.

Observe mi mano y tenía una venda alrededor, ella había exagerado, la herida no era nada grave.

— ¿No necesitas que haga alguna otra cosa por ti? —comenzó a guardar las cosas del botiquín.

Nos encontrábamos en una sala de ensayo. Los chicos habían salido rato atrás a divertirse a no sé dónde y ni siquiera me tomaron en cuenta.

— No. —me recosté en el sofá.

Con mi brazo cubrí mis ojos, me sentía avergonzado conmigo mismo por pensar en estupideces. Ella solo lo hacía por dinero, y eso yo lo tenía que tener en claro.

— Iré por un helado y a recorrer un rato las calles, —aviso una vez se paró del sofá— ¿No quieres ir?

Su invitación me tomó por sorpresa pues desde hace algún tiempo que nadie me tomaba en cuenta para algo que no fuera trabajo.

No entendía porque ella estaba siendo de esa manera conmigo siendo que yo la había tratado de una mala forma desde el momento en que nos conocimos.

— Si salgo contigo no será cómodo, —aún me sentía algo sorprendido por lo que me costaba dar una respuesta precisa— en cuánto ponga un pie fuera todos me reconocerán y comenzarán a seguirnos.

Era la pura verdad, no haría nada más que arruinar su tranquila caminata.

— Eso déjamelo a mí. —sonrió de lado.

Y por primera vez después de tanto tiempo había vuelto a sonreír de manera sincera sin tener que forzarme, y se sentía bien.

[...]

Las personas me miraban de manera extraña y es que no era para menos pues toda la ropa negra junto a la gorra del mismo color y los lentes de sol me hacían parecer algún tipo de matón.

— Creo que llamo más la atención de esta manera. —baje un poco más la gorra para evitar que vieran mis ojos.

Ella me ignoro por completo y caminó hasta un puesto ambulante de helados, intercambio unas cuantas palabras con el chico que atendía el lugar y luego de unos minutos regresó con dos helados en mano.

— Aquí está el tuyo. —me entregó un cono de vainilla, mi sabor favorito, aunque en realidad ambos eran del mismo sabor.

— ¿Cómo sabias qué éste sabor me gusta? —tomé al barquillo con antojo pues ya tenía tiempo que no comía uno.

— No lo sabía, —alzó sus hombros con indiferencia— solo pedí mi sabor favorito para ambos, sino te gustaba pues me hubiera comido ambos.

— Que considerada. 

Seguimos caminando por algunas calles viendo todos los comercios ambulantes mientras comíamos los helados, no tenía idea de que tales lugares existieran y tenía que admitir que todos eran entretenidos.

— Mira, —nos detuvimos frente a un puesto de juegos— Juguemos ése.

Apuntó a uno de los tantos juegos que habían ahí.

— ¿Somos niños para hacer eso? —me cruce de brazos.

— ¿A caso solo los niños se pueden divertir? —lo hacía oficial, nunca iba a poder ganarle en una discusión a esa chica, sabía cómo dejarme callado.

Se acercó hasta la mesa del juego y agarró el martillo con ambas manos, lista para pegarle de un solo golpe al clavo, pero antes de que lo hiciera la detuve agarrándola de la muñeca.

— Yo lo haré. —le quité el martillo y me puse en posición para comenzar con el juego— Esto será pan comido.

— Claro, ya quiero ver eso. —se cruzó de brazos y se colocó a mi lado de manera retadora— Apuesto que ni siquiera sabes clavar uno en tu casa.

— Soy bueno en esto, créeme. —me estaba comenzando a irritar.

— Adelante. —con sus manos hizo un ademán para que siguiera con lo mío.

Maldita sea.

Ya llevaba más de siete intentos y solo había logrado doblar el maldito clavo o pegarle a la mesa, era demasiado vergonzoso.

— Bien, suficiente. —SaeJin me quitó el martillo de las manos y me hizo a un lado— Es mi turno.

— No te rompas una uña. —era mi turno para burlarme un poco de ella.

— No lo haré. —se notaba segura.

Alzó el martillo hasta la altura de sus hombros y luego lo dejó caer como sí nada, por un momento pensé que ambos habíamos fallado, pero al ver como el clavo se hundía con el golpe supe que el único patético era yo.

— Siempre soy yo la que arregla los desperfectos en casa. —subió y bajó sus hombros como si le diera igual.

— Felicidades señorita, —se acercó el encargado del lugar— aquí está su premio.

El hombre le dio un peluche un poco más grande que una de sus manos.

— Gracias.

Sonreí un poco al ver su cara de emoción. Hace mucho tiempo que no sonreía de manera natural al ver a otra persona feliz, y al notar eso desaparecí de inmediato ese gesto.

— Aquí tienes. —agarró una de mis manos y puso ahí el peluche.

— ¿Qué haces? —me sobresalte un poco por el contacto de su mano con la mía.

— ¿No es obvio? Te estoy dando el premio.

Alzó sus hombros con indiferencia y comenzó a caminar. Me quedé unos segundos observando al peluche para después seguir su paso.

— Se supone que esto se lo quedan las chicas después de una cita. —me di cuenta de lo que había dicho así que quise corregirme— No es como si esto fuera una cita, pero aun así...

— Ya sé que no es una cita, —me interrumpió— por eso te lo estoy dando. Tú pagaste por las rondas, así que lo más lógico es que tú te lo quedes.

Tenía un muy buen punto, y solo por eso no seguí insistiendo o parecería que realmente quería que se quedara con él.

— Sube.

No me había dado cuenta del momento en que habíamos parado de caminar, ni de cuando ella había parado a un taxi.

— ¿Qué?

Ella solo suspiró para después tomarme del brazo, y como a un niño pequeño meterme al taxi cuidando de que no me golpeara.

— ¿Qué es lo que haces? —traté de salir, pero ella me lo impidió.

— Ya es tarde. —señaló el cielo con su dedo, y en efecto, ya había oscurecido un poco— Tienes que ir a descansar.

— ¿Y tú?

Debía admitir que me estaba comportando de manera extraña.

— Aún tengo unas cosas que hacer en la agencia. —se notaba algo agotada— Señor, ya puede irse.

Él hombre comenzó a manejar para alejarse poco a poco de ella. Giré en el asiento para poder ver por la ventana de atrás, y pude ver como ella se alejaba en dirección contraria para perderse entre el cúmulo de gente.

Gracias a ella había olvidado por un momento mis problemas.

Im Good → J. JungKook   #wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora