CAPÍTULO 19: SOBREVIVIR

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Una terrible tempestad cae sobre Medellín. Y Enrique se encuentra sin poder moverse del lugar donde llamo a su primo, sin dinero y con mucha hambre. 

Enrique se las ingenia para hacer un poco dinero. Para sobrevivir hasta que su primo lo socorra.

En seguida, Enrique daña su camisa en la parte inferior. Formando con ese pedazo de tela una especie de pañuelo.

Enrique había observado hace varios minutos, que muchos niños en el medio de este tremendo aguacero. Estaban lavando los vidrios de algunos carros.

Enrique corre hacia donde están los niños, y les dice:

— Por favor niños, regálenme algo de jabón para ayudarlos a lavar los carros.

Los niños se sonríen y le dan un pedazo grande de jabón.

Enrique agradecido le pone la mano en la cabeza al niño de siete años, y le dice:

— Buen niño, son todos ustedes muy amables.

El niño de siete años le dice:

— Esta muy grande para esto.

— Si, yo también creo eso, pero la necesidad tiene cara de perro. Y hay que ganársela de alguna manera, así que a trabajar.

Enrique y varios niños comienzan a lavar todos los vidrios de los carros

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Enrique y varios niños comienzan a lavar todos los vidrios de los carros. Que pasaban por el lugar donde ellos estaban.

El niño de siete años, se queda observando a Enrique que está pasando mucho trabajo con el trapo que tiene hecho de su misma camisa. Y corre a darle un pedazo de esponja.

Enrique le dice:

— Gracias muchacho, no meas dicho cómo te llamas.

— Yo soy David, ¿y usted como se llama señor?

Enrique al escuchar la voz tierna de David, le hace recordar a su hijo Johan y de un momento a otro Enrique llora, pero no se nota por el fuerte aguacero.

El conductor del carro que Enrique está lavando, le dice muy enojado:

— ¿PORQUE ME JABONAS EL CARRO SI NO LO VAS A LAVAR?

De inmediato, Enrique le contesta:

— Discúlpeme señor, ya termino, solo es cuestión de segundos.

Al terminar de lavar el carro, Enrique se acerca a recibir la propina por hacer este trabajo, pero el dueño del carro solo le dio cien pesos.

Al terminar de lavar el carro, Enrique se acerca a recibir la propina por hacer este trabajo, pero el dueño del carro solo le dio cien pesos

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La impotencia de Enrique es terrible. Al recibir solo cien pesos por lavar todos los vidrios de ese carro.

David le dice:

— No te pongas de esa manera tan negativa. Te ves muy mal, esto es de paciencia y también de suerte.

— Tienes toda la razón pequeño David, al parecer con tus siete años ya tienes mucho mundo.

David le responde sonriendo y muy animado:

— Esta es la vida que me ha tocado y yo la he recibido con toda mi disposición.

Enrique recupera su ánimo, y le dice a David:

— Mi nombre es Enrique, eres una caja de sorpresa niño. Me tienes sorprendido.

David le dice:

— Sigamos con esto antes que deje de llover y no podamos lavar nada.

Enrique, David y varios niños más, siguen en su labor de lavar los vidrios de cada carro que pare en el semáforo.

Después de veintitrés minutos, Enrique y los muchachos ya habían lavado los vidrios de más de veintisiete carros.

Enrique comenzaba a reunir algo de dinero como para comer, pero de repente, Enrique se acerca a lavar un carro deportivo. Cuando alguien le grita:

— ¡ENRIQUE!...

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