CAPÍTULO 8: BONDADOSO

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Armando, el padre de Enrique y Julia la tía, son los dos familiares más furiosos que defienden la propiedad de Enrique ante estos árabes, los demás familiares no dicen nada

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Armando, el padre de Enrique y Julia la tía, son los dos familiares más furiosos que defienden la propiedad de Enrique ante estos árabes, los demás familiares no dicen nada.

En ese instante, Abel, el árabe encargado de tomar posición de la mansión, les dice:

— Está bien, les dejo estos documentos para que los revisen y tendrán tiempo. Para que desocupen la mansión, por favor.

Armando le responde:

— Todo lo de mi hijo me pertenece y ustedes no me lo quitarán, tendrán que pasar por mi cadáver.

Julia también se une con Armando, y dice:

— Si no se van de aquí, llámaré a la policía.

Abel les responde:

— Si gustan, háganlo, pero les ira peor, estos papeles y la firma de Enrique es original.

Armando le dice al árabe:

— Mi hijo no está loco, el no dejaría todo lo que tiene a unos rufianes como ustedes.

Abel más calmado que los demás árabes, les dice:

— Nos vamos, pero mañana esperamos que hayan reflexionado sobre este asunto e irse de esta pertenencia de Mójame por favor, porque de lo contrario, yo mismo los trataré como si fueran unos ladrones al asecho. Y los sacaré arrastras de aquí.

Armando muy indignado, se queda callado y los demás familiares también aceptando la triste y dolorosa verdad.

Toda la familia estaba peleándose por vienes y cosas materiales y ni siquiera se les pasa por la mente que Enrique todavía seguía con vida.

Todos pensaban en la fortuna que les iba quedar después de muerto Enrique, pero la ambición les cobro factura y se quedaron sin nada.

En aguas brasileñas, por fin Enrique comienza a ver tierra y le dice a Silvio como un niño cuando recibe su primer juguete:

— ¡Tierra! ¡Tierra!... por fin Dios, gracias Dios, gracias por darme de nuevo otra oportunidad de vida, gracias por darme fuerzas para haber resistidos esos días en el mar.

Silvio le dice a Enrique:

— Si, tienes que darle gracias a Dios, eres un hombre con mucha suerte en la vida, no cualquiera sobrevive a una caída de avión.

Enrique le responde:

— Estoy sospechando de todo ahora, el avión de Hali uno de sus transportes favoritos que nunca había tenido fallas, viene a tenerlas cuando he firmado una sociedad millonaria. Hali se desvive por estos aviones y no permitía errores...esto me hace pensar que hay algo siniestro, y que el señor de edad que me encontré en Dubái tenía toda la razón y yo no hice caso.

Silvio le responde:

— ¿Quién era ese señor de edad que mencionas?

— No sé con certeza, pero este señor era algo celestial que se me presento aun con terribles errores que tenía en ese momento. Y con todo eso, se me presento para decirme que tuviera cuidado.

Silvio le dice:

— Bueno amigo, de ahora en adelante, así como tú dices, eres un hombre nuevo y aprovecha esta oportunidad, porque te reitero, cualquier persona fuera muerto en el avión antes que cayera al Océano. Y para confirmar tu proeza, resististe tres días y tres noches solo viendo cielo y mar. Navegando sobre un pedazo de avión sin comida. Y sin poder beber agua limpia, te respeto amigo.

Enrique le contesta:

— Eso Silvio se lo debo a Jehová, a nadie más.

En ese momento, yo, un empresario estrella que todo lo tenía a mis pies, mi orgullo y mi arrogancia no me dejaban ver la realidad de la vida, nunca en mi vida había hablado con Dios y fue en ese crucial momento donde ore con todas mis fuerzas. Pidiéndole otra oportunidad de vida para cambiar mis errores y buscar el camino hacia él, y ser salvo.

Silvio le dice:

— Pues amigo, tu suerte continua. Hemos llegado al puerto de santos.

Roberto les dice a todos:

— ( Bem o falante está para trabalhar, tenemos que descarregar todos esses peixes ).

Silvio y demás trabajadores descargan todas las toneladas de pescado. Enrique también coge mucho de estos pescados y ayuda a descargar.

Roberto reconoció el gran esfuerzo de Enrique luego de cuatro horas de trabajo, y le dice:

— ( Bom trabalho Enrique, issi e para voce ).

Enrique le dice:

— Gracias, voy a necesitar este dinero para hacer muchas llamadas, gracias de nuevo Roberto.

En seguida, Silvio le dice:

— Ahora te llevaré a mi ciudad natal Belo horizonte. Y desde allí te ayudaré para que viajes a Medellín...

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