CAPÍTULO 97: MENSAJEROS DEL TORMENTO

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Milenna al ver a un hombre muy extraño al frente del local. Y que no le quitaba la mirada a Enrique, de inmediato le dice a su esposo:

— ¡Mira!, ¿esa persona la conoces?

Rápidamente Enrique deja de acomodar una ropa y mira al extraño, y le dice a su esposa:

— No lo conozco.

En ese momento, Enrique se acerca al señor, y le dice:

— ¿En qué lo puedo ayudar?

En ese instante, el señor se sonríe, y le dice:

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En ese instante, el señor se sonríe, y le dice:

— Papá, papá, papi, papito, encontré a mi papá, que feliz estoy.

Estupefactos y muy sorprendidos por esta nueva situación, Milenna y Enrique se quedan viéndose las caras.

En ese momento, el señor comienza a gritar y a desesperarse diciendo que Enrique es su papá.

Las personas de todos los locales del frente y de los lados, salen a mirar el gran es cándalo del sujeto.

En ese instante, Cristian llega al local y al ver tanto alboroto le dice a su primo:

— ¿Qué pasa aquí?

— Este hombre dice que yo soy su papá.

Lewiston un amigo de Enrique y Milenna del local del lado, les dice:

— No hagan caso a este loco, él le dice eso a cualquier persona.

Enrique le dice a Lewiston:

— Te confieso que ya estaba un poco estresado, gracias amigo por la información, esta es la primera vez que lo veo en este sector.

En ese instante, llega la policía al lugar y controla la situación. Llevándoselo de ese lugar.

Después que llego la normalidad en toda la cuadra, Milenna le dice a Enrique y a Cristian:

— Que día estamos pasando, mejor cerremos el local y ahora a las dos de la tarde abrimos.

Enrique no le agrada la idea, y le dice a Milenna:

— No hemos vendido nada amor, esta vez yo voy a comprar la comida, mientras tú y Cristian se quedan aquí en el local.

— Bueno amor, está bien ve, pero no te demores.


Enrique toma un taxi y le paga en la mitad del viaje

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Enrique toma un taxi y le paga en la mitad del viaje. En su llegada al restaurante, el taxista le dice a Enrique:

— No me ha pagado el transporte señor.

— ¿Perdón?

— Usted no me ha pagado.

— En la mitad del viaje le pague y dándole de más por lo que iba a marcar el taxímetro.

— No me venga a salir con pendejadas. Y págueme lo que ha marcado el taxímetro o se la va a ver con mi cruceta.

Por unos segundos Enrique casi pierde el control. Acordándose de todo lo que el pastor José dijo sobre la ira. Y en ese momento logro controlarse, diciéndole al chófer:

— Está bien, cuanto dio el taxímetro.

El chófer se exhibe con Enrique, diciéndole:

— Ocho mil pesos, ya vio que yo tenía razón.

— No, no le estoy dando la razón, yo le di diez mil pesos, pero usted de una manera u otra, no quiere reconocer su error y no voy a pelear con usted, por eso tome sus ocho mil pesos y que le rinda señor.

Después que Enrique volvió a pagar su transporte, se sienta en el restaurante, y dice en voz baja:

— Vaya, Milenna tiene razón, este día ha sido muy tormentoso...

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