Cerdo, Pimienta, Cróquet y Violencia

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Alicia caminó cautelosa por la calle norte. Allí todas las casas estaban pegadas unas a otras, sin posibilidad alguna de callejones ni de sorpresas inesperadas. Vislumbró al final de la travesía una luz amarillenta, proveniente de la única morada que había encendida. Pero era una residencia muy diferente a las demás; ésta se encontraba alejada de la vía, puesta en medio de ninguna parte y rodeada de setos espinosos y zarzamoras. La casa en sí estaba construida con cartas de póquer, cajas de latón, lápices a modo de pilares, y huesos para todo lo demás.

-          Una decoración mortal. -pensó con ingenio.

Recordó lo que le habían dicho las muñecas, y era evidente que allí no podía vivir ninguna criatura amable, sino todo lo contrario. Además, un fuerte olor a carne podrida y una especia con la que Alicia no podía parar de estornudar ambientaban los alrededores. Cerdo y pimienta, tal y como habían dicho las polichinelas.

Se armó de valor con un profundo suspiro y caminó hacia la siniestra vivienda. Allí encontró una puerta hecha con algo parecido a pezuñas... pero por más que empujó y golpeó no consiguió abrirla. Entonces, desde dentro se escuchó una voz. La puerta se abrió suavemente con un chasquido, apareciendo en el resquicio una rana...o un pez... más bien pezrana, vestido con un chaleco rojo y una elegante corbata. Parecía un sirviente.

-          ¿Desea algo?

-          He venido a ver a la Duquesa. -respondió sin pensar.

-          Lo siento mucho, pero su Excelencia no acepta visitas de nadie. Sólo recibe a quienes no quieren verla.

-          Es importante. Tiene algo que me pertenece.

-          ¿Que te pertenece?

-          Bueno, a mí no, a un amigo. Y he venido para recuperarlo.

-          Ajá, pues bien lo siento, pero su amigo tendrá que aprender a vivir sin esa "cosa" que le pertenece Y ahora váyase –ordenó entornando la puerta.

-          No lo entiende -saltó  poniendo un pie para impedir que la cerrase- Es urgente.

-          Le he dicho que se vaya, señorita.

-          ¿Y usted se llama...?

-          Ni idea. Filbert, Louis, Augost,... llámame Augost, o no me llames. Y si no le import-

-          Oh, vamos, Augost. Es imposible que a usted le caiga bien ese monstruo que se esconde tan cobardemente ahí adentro –susurró cómplice.

-          Señorita, le ruego que se calle... –pidió éste asustado.

-          ¿Por qué? ¿Qué pasará si me oye? A eso he venido, para librarme de ella... temporalmente. ¿Acaso no le gustaría vengarse? –tanteó.

-          Ciertamente, la Duquesa me debe unos cuantos favores –pensó en voz alta-. Oh, sí, odio este trabajo. Todas las noches me acuesto con un montón de remordimientos. ¡No sabe lo que es vivir con eso diariamente! ¡Lo que es vivir con ella!

-          Creo que puedo hacerme una idea ...

-          ¿Y cómo sé que se encargará la señorita de la Duquesa?

-          Confíe en mí. Soy más poderosa que ella.

-          ¿Y eso por qué?

-          Porque lo sé.

-          En fin, pase lo que pase, nada podrá ser peor que esto. –concluyó tras un largo silencio-. Adelante.

WONDERLOST: El Proyecto de Alicia #OreosAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora