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        La mañana transcurría tranquila, por suerte. Según el doctor Derek, algo tremendamente oscuro y peligroso rondaba ahora por la mente de Alicia. Tal vez fuese un mer fallo técnico, o simplemente se estaba acercando al centro de su dolor. Pero podía ver a través de su oculta mirada que así era.

         Ágata aún paladeaba el primer té de la mañana, sin dejar de sujetar la taza vacía, que aún conservaba el calor. No quería perderse ni un minuto de lo que podía ser el final, para bien o para mal, de todo lo que habían presenciado. Cada segundo contaba, cada minuto podía ser el decisivo.

        Últimamente, y después de los innumerables fallos y sobrecargas que había lelgado a sufrir el proyecto Wonderlost, había decidido llegar muy pronto y marcharse muy tarde, si no se quedaba dormida sobre el diván del pasillo.

        El sol madrugador del verano ya estaba mostrando toda su luz en algún lugar más allá de las gruesas paredes de ladrillo, pero las calles aún seguían vacías, salvo por varios tenderetes de artesanos eficientes. La vida en la ciudad no despertaba hasta bien entrada la mañana, por lo que ningún especialista había asomado la nariz aún, ni esperaban recibirlos tan pronto. Con lo cual, fue realmente sorprendente que llamasen a la puerta.

        Al principio ambos creían que se habían equivocado pero, tras escuchar un segundo golpe de nudillos se miraron intrigados. Ágata se levantó lentamente, dirigiéndose directamente hacia la puerta. Mas no le dio tiempo alguno de abrirla, pues el invitado estaba realmente impaciente. Miles Jabberwockk abrió la puerta de par en par, con aspecto nervioso.

-         ¿Miles? –preguntó sorprendida, echándose hacia atrás de la impresión.

       El aludido hizo caso omiso de sus palabras, y con los ojos abiertos como platos, se dirigió hacia La Madriguera. Cuando contempló el rostro de Alicia, su expresión se agudizó, además de llevarse las manos a la cara. Claro estaba, no le importaba en absoluto intervenir en el proceso de una delicada situación, pero como se suele decir; “¡Qué se le va a hacer! Él es así...”

-         ¡Mi madre! –exclamó, entre sonriente y estupefacto- ¡Es verdad!

-         ¿Se puede saber que haces aquí? –cuestionó nerviosa Ágata, tratando de encontrar las palabras educadas para echarle a patadas.

-         ¿Quién es este jovencito? –añadió el doctor Derek, mirando por encima del hombro.

-         No se preocupe, es tan sólo un amigo, más o menos. -mintió la chica- ¿Qué demonios haces aquí, Miles?

-         ¿No lo recuerdas? –dijo, aún extasiado- Mi padre es el dueño de este sitio. tecnicamente, tengo todo el derecho del mundo a estar aquí. Es increíble que no me haya enterado ¡Qué notición!

-         Pues llegas tarde. -gruñó Ágata, poniendo los brazos en jarras- Creo que todos menos tú saben lo de Alicia.

-         No, te equivocas –prosiguió, como si su ingenio superase al de todos los presentes- Todo el mundo sabe que Alicia estaba muy grave. Por decirlo suavemente. Aunque,  debo admitir, que no me extraña. Fue el otro día cuando oí a mi padre hablar en privado sobre todo este asunto cuando me enteré de qué había pasado de verdad. ¡Es... asombroso!

¿Acaso parecía fascinado por toda aquella maquinaria infernal?

-         ¡Serás... malnacido! –gritó Ágata, empujándole al exterior de la habitación y cerrando la puerta detrás.

-         ¿No te das cuenta de que esto es una situación de vida o muerte? ¡Alicia ya tiene bastante como para que ahora vengas tú a incordiarla o a chismorrear por doquier!

-         Pero yo, sólo venía...

-         ¡Estoy harta de oír a Alicia contar esas historias sobre ti! Me pones enferma.

-         Vaya, menuda acusación para una señorita de tu calibre. -río el otro, sin darle la menor importancia- En realidad, y si no me interrumpes más, he venido a hablar con el doctor.

Ágata echó involuntariamente la cabeza hacia atrás, aturdida por lo que acababa de escucghar.

-         ¿Con... Derek? -eso era ciertamente inesperado- ¿P-para qué?

-         Estoy haciendo prácticas en su psiquiátrico mientras él está ausente, ya sabes, para sacarme un dinerillo, y necesitaban consultarle sobre un caso en concreto. –respondió con más serenidad en la voz. Incluso en la mirada. Parecía que una persona totalmente diferente e hubiese adueñado de su cuerpo en cuaestión de segundos.

-         ¿D-de verdad?

-         Aunque, si es tanta molestia para ti, diré que no estaba disponible. -se disculpó con cierta malicia pícara.

-         No es por eso, Miles. Es… -suspiró, empezando a avergonzarse un poco por su iracundo comportamiento- Es simplemente que no puedo confiar en ti.

-         ¿Por qué no? -espetó, podría decirse que incluso ofendido. Dio un par de pasos hacia delante- ¿Crees que a mí Alicia no me importa?

-         No es lo que aparentas. -admitió con dureza, cruzándose de brazos.

-         Pues bien, su vida me importa tanto como a ti. -argumentó él- Simplemente... no sé por qué hago lo que hago. Supongo que es por mi reputación, tengo una imagen que conservar, después de todo. Pero no siempre quiere decir que...

-         Precisamente -saltó la otra sin esperar a más disculpas- No creo que te merezcas la amistad de Alicia si ni siquiera sabes qué es lo que quieres. Eres un niño malcriado, Miles, pero no todo está dentro de tu lista de trofeos.

-         Lo entiendo, pero déjame decirte algo. -gruñó en su defensa, sin ser tampoco demasiado rudo- Si te sirve de consuelo, he estado cuidando a un gato negro que encontré en el despacho del doctor Derek. En su collar pone que se llama Dyna, creo, pero nadie le hacía caso.

-         ¿Y eso qué tiene que ver?

-         Verás, que yo sepa el doctor no es muy propenso a las mascotas, para eso ya tiene a los pacientes, así que supuse que debía de ser algo importante para Alicia

-         ¿Por qué ella? -inquiró, esta vez con verdadera intriga.

-         ¿Quién si no? –dijo con una sonrisa cómplice.

-         Para que lo sepas, el doctor trata de forma uniforme a todo el mundo. -añadió la chica, claramente ofendida por aquel comentario.

-         Claro... -rió Miles, sólo que sin que se le notase.

-         Da igual, me tienes harta. Pero, si es sólo para hablar con el doctor, adelante. ¡Pero no.... toques nada!

-         No quisiera tener que pagarlo yo... Ah, por cierto. El otro día, limpiando en el escritorio del doctor, encontré esta fotografía entre las páginas de una libreta. –dijo, tendiéndosela a Ágata- Creo que deberías dársela a Alicia, bueno, cuando despierte…

         Ágata asintió, dejando pasar a Miles al interior de la habitación. Miró fijamente la fotografía y se sentó en el diván para no caerse de la impresión. Era una foto antigua, algo chamuscada, pero bien conservada. En ella, aparecía sin duda alguna -aunque mucho más joven- Alicia, subida a los hombros de su padre, y su madre, elegante y refinada, abrazando a dos niñas pequeñas. Ágata la miró con gran seriedad en el rostro, la dobló y la guardó en el interior de su abrigo.

¿En que clase de libreta habría encontrado aquello?

WONDERLOST: El Proyecto de Alicia #OreosAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora