Pandemonium

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Alicia... Alicia, despierta... Alicia, ya estás a salvo...Vamos, despierta Alicia... Despierta...

Alicia sintió que volvía en sí poco a poco.

La cabeza le daba vueltas como un condenado tiovivo, eso sí, y se sentía extraña, como si habitara en la piel de otra persona.

De repente, un fuerte olor a medicamentos y vómito le sacudió en la nariz con un violento golpe, provocando que se encogiera.

Abrió los ojos lentamente, mas un luminoso resplandor la cegó por completo antes de tan siquiera saber dónde estaba.

Así se dio cuenta de que no podía mover los brazos.

No sabía por qué, pero simplemente no podía. Se sentía envuelta entre mantas de gasa y algodón, ásperas e inquietantes. Volvió a abrir los párpados de nuevo, haciendo un gran esfuerzo por preservarlos así por mucho que sus córneas se quejasen.

Aunque casi le dio un infarto al ver que no estaba en su dormitorio:

La habitación en la que se encontraba era blanca por completo, o por lo menos lo fue; a causa de la suciedad se encontraba algo amarilla y mugrienta. Sus  paredes eran acolchadas, y podía sentir el frío del suelo sobre sus descalzos pies. 

Allí, de pie junto a ella, había dos mujeres vestidas en blanco que la miraban con atención, murmurando entre ellas. Una tenía el pelo rizado; la otra liso y encrespado, recogidos en un apretado moño. Ambas vestían con rectos trajes de enfermera.

Los cuales necesitaban un pase por la lavandería, dicho de paso.

-         Ya ves...- las oía murmurar-, bla bla bla, alguien como ella... Escándalo.

-         Ya, y encima... Con una familia tan... bla, bla bla, y ella, bueno...

-         Oh, vaya Alicia, por fin has despertado  –advirtió la del pelo encrespado-. Louise, vete a avisar al doctor Johnson.

-         Enseguida.

   La mujer de pelo rizado salió de la habitación, mientras que la otra permaneció de pie, analizando cada movimiento que la chica realizaba, preparada para usar cualquier "remedio" que tuviese dispuesto sobre su mesita auxiliar metálica.

Alicia intentó moverse una vez más, pero sus acciones volvían a reducirse a cero; ahora, con los ojos abiertos,  sabía por qué.

Aquellas telas se correspondían con las del camisón de fuerza que llevaba puesto en ese preciso momento. Las piernas las tenía libres, pero los brazos estaban atados a presión y mala conciencia.

Se retorció en todas direcciones, intentando liberarse de aquella opresión; dándose cuenta de que también le habían cortado gran parte del pelo.

Ahora se asemejaba a esos cortes desiguales que se podían observar en las cabezas de los chicos residentes en los suburbios, lo cual lamentó mucho. Había pasado muchos ratos felices con sus puntas capilares.

   Aunque todo eso poco importaba entonces, pues  no podía estar pasando por peor momento.

Su peor pesadilla.

Su mayor temor.

El manicomio. 

Pero no, ella no estaba loca, ¡no tenía que motivos para estar allí!

"O al menos, eso es lo que quería creer." 

La enfermera la miraba por encima del hombro con actitud altiva y superior, regocijándose de su dolor en silencio.

WONDERLOST: El Proyecto de Alicia #OreosAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora