El Valle de Lágrimas

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-                        Qué bella es –admitó Alicia con franqueza, refiriéndose a la cascada de piedra.

-                        Esa eres tú, Alicia -respondió Cheshire sutilmente, situándose a su lado-. Bienvenida al Valle de Lágrimas.

-                        ¿De Lágrimas? ¿Por qué será que no me sorprende?

-                      Dudo que haya muchas cosas que puedan sorprenderte a estas alturas...

-                      ¿Es normal que el caudal del río sea de esta cantidad? -inquirió con curiosidad, levantándose del césped para contemplarlo con más reparo.

         Las aguas se movían algo furiosas sobre su superficie, mojando con sus ondas las puntas y raíces que osaban asomarse a su orilla. Parecía que fuera a desbordar de un momento a otro e inundar todo el valle en apenas un parpadeo.

-                     Las noches en vela, los recuerdos amargos, las decepciones, las humillaciones... -enumeró el gato mientras se sentaba sobre sus patas traseras-.  Se necesitan muchas lágrimas para superarlo...

-                     ¿A qué te refieres? ¿Son lágrimas de verdad?

-                      ¿No me crees? Prueba el agua.

             Alicia miró al felino extrañada, pero decidió hacerle caso, acercándose lentamente al río. Se agachó y miró hacia atrás.

-                    Pruébala

            Alicia se encogió de hombros, metiendo las manos en el agua en posición de cuenco. Recogió un poco de aquellas salobres tan cristalinas y se las llevó a sus secos labios. No se había dado cuenta hasta entonces, pero estaba muerta de sed.

-                   ¡Vaya, está salada! -exclamó estupefacta, casi entusiasmada-. Pero no salada como el agua de mar, ni la que sale de los grifos del orfanato... Es salada... pero dulce a la vez. Sabe... ¡sí, a lágrimas!

-                    ¿Lo ves ahora?

           Alicia quiso responder algo, pero sus palabras, aunque encajaban a la perfección, adquirieron un significado completamente distinto:

-                 Sí que lo veo, ¡qué rara estoy! –afirmó mientras contemplaba su reflejo en el río.

-                ¿Nunca habías visto tu reflejo en el agua?

-                   No en este lugar...

          Era la primera vez que Alicia se veía reflejada sobre una superficie de su mente. Con tanto rompecabezas, no se había dado cuenta de que ahora llevaba un largo y vaporoso vestido azul que se movía grácilmente a cada movimiento que realizaba. Calzaba unas lustrosas botas negras, con lazada por delante y de tacón algo afilado. Por debajo asomaban unas medias de rayas negras y blancas, y su pelo volvía a caerle por los hombros, tan largo, castaño y ondulado como lo recordaba. De su cuello colgaba una brillante cadena plateada que desprendía destellos sobre las ondas del agua, jugueteando con los peces de colores que se asomaban por debajo. Se palpó de pies a cabeza, como embelesada.

-                     Entrar en otro mundo es una de las experiencias más extrañas de la vida humana. Cambia tu tamaño, tu ser e incluso tu vestimenta.

WONDERLOST: El Proyecto de Alicia #OreosAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora