¡Que se Alce el Telón!

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Al principio todo estaba sombrío y, a medida que descendían, las aguas se volvían más frías, sólidas e intensas.

Cuando la presión empezaba a taponarle los oídos, Alicia vislumbró bajo ella una tenue luz dorada que brotaba desde el fondo del océano.

Era parte de Aguas Estancadas, sin duda alguna, pero estaba mucho más descuidada que la superficie. Era como los barrios bajos de la ciudad. Literalmente esta vez, ya que desde las callejuelas se podían ver los puentes que conectaban los edificios entre sí allá arriba, y la multitud de peces que pasaban de un lado a otro en la gran urbe.

En cambio, allí todo era una única piedra, la piedra que sostenía los pilares naturales de la ciudad submarina. Había viejos carteles de propaganda  pegados por las paredes, y las corrientes de agua, como soplos de viento,  arrastraban algas muertas y extraños restos que parecían escamas y espinas.

Allí se encontraban muchos peces de aspecto rudo y lascivo, que simplemente se apoyaban sobre las paredes de roca con miradas desafiantes. Eso sí, no había ninguno al que no le faltase algún trozo de aleta. Alicia creyó ver incluso algún pequeño tiburón. También había pescadillas de aspecto zafio y nada... inocente, por así decirlo, embutidas en las únicas galas que debían de poseer. Un mal barrio, sin duda alguna. El polvo que toda gran urbe esconde bajo su alfombra.

Alicia, quien no quería meterse en problemas ni en peleas absurdas, intentaba evitar mirarles, pegándose a la morsa lo más cerca que podía. Sin embargo, ésta parecía muy segura de qué caminos tomar, aunque aquello era más bien un laberinto de mala muerte que otra cosa. Al fin, mediante el ingenioso método de girar constantemente esquinas, llegaron hasta un edificio muy grande y elevado. Tanto,  que alcanzaba casi  la parte alta de la ciudad. La capa pintura estaba algo desgastada, pero se podía observar que había sido roja en un tiempo anterior.

La morsa, que no había abierto la boca en todo el viaje, se introdujo en el interior del edificio a través de una gigantesca puerta de coral.

Alicia pudo ver escrito con grandes letras doradas "Teatro de las Ostras"

- Extraño nombre para un teatro –pensó para sí.

El interior del teatro era alto y luminoso, pero semejaba viejo y descuidado.

Los suelos se encontraban cubiertos por numerosas alfombras de terciopelo raídas, y el techo era tan alto que no se podía vislumbrar su final a simple vista. Las paredes estaban llenas de arcaicos carteles roídos de absurdas obras dramáticas, musicales, óperas y conciertos que debió de haber en cartelera hacía ya mucho tiempo. El coliseo en sí era como un enorme embrollo, lleno de columnas rojas adornadas con motivos marinos y con miles de salas que conducían a otras.

Puertas enmohecidas y otras de cristal brillante, que dejaban ver el interior de la estancia, marcaban las diferentes áreas.

Era un lugar bello, pero desierto; lo único que se oía eran los pasos que daba Alicia, y que retumbaban mil veces más potentes.

Atravesaron corredores, salas, pasaron por delante de puertas y cruzaron pasillos y pasillos que parecían no acabar nunca.

Al final, la morsa se detuvo delante de una portezuela roja, en la que ponía "Escenario Principal"

-          Aquí es -dijo por fin.

Alicia dudó unos instantes, pero no dudó en traspasarla con toda la seguridad con la que era capaz o, por lo menos, con toda la que podía aparentar.

Y así se encontró con una sala un poco más angosta de lo que se había imaginado, estando igual de abandonada que el resto del teatro. A las butacas les faltaba el relleno; la mitad de los focos se habían fundido; el escenario estaba lleno de tablas rotas, y el telón completamente raído.

WONDERLOST: El Proyecto de Alicia #OreosAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora