La Última Batalla

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        Se movió con sigilo, pegada como una mosca a la pared, ocultándose detrás de las cortinas e intentando no llamar la atención. Cuando alguna carta bloqueaba el camino de forma inevitable, la espada Vorpal hacía su trabajo de un modo silencioso e imperceptible, como el de un asesino a sueldo. Al fin, encontró la entrada a una sala enorme, decorada con miles de corazones rojos y cabezas de seres disecados vivos. Allí fue inevitable formar un gran escándalo, ya que decenas de cartas defendíann la entrada a lo que debía ser la sala del trono.

-          ¿Qué ocultáis? –formuló una sonriente Alicia.

        Las cartas entendieron aquel acertijo como una pregunta retórica, y prepararon sus armas para evitar que aquella intrusa lograse traspasar sus defensas. Alicia, sin borrar esa mueca de su cara, desenvainó la espada Vorpal y permaneció quieta hasta el primer ataque. Parecía segura y tranquila por fuera, pero en su interior sentía un pálpito de preocupación como ninguna otra vez. Y no olvidemos la emoción que notaba al pensar que por fin podría cortarle la cabeza a la Reina Roja:

-          Son demasiados, tardaré mucho en acabar con todos ellos, y no saldré ilesa de esta pelea.–especuló en voz alta-. Pero necesito hacerlo antes de encontrarme cara a cara con la Reina. Necesito toda la baraja.

-          ¿Un poco de magia? –susurró una voz.

-          No vendría mal...

        Cheshire, con un movimiento ágil y felino, se agarró fuertemente al vestido de Alicia, quedándose inmóvil, colgando con las uñas clavadas entre las hebras azules. Lo único que siseaba era su larga y puntiaguda cola, como cuando Dyna esperaba antes de cazar a su presa, aunque fuese un insignificante ratón.

         Alicia  aferró con fuerza  la espada Vorpal con ambas manos, y se arrojó sobre sus enemigos con un fuerte alarido de guerra. No era problema enfrentarse a ese pequeño ejército, la espada lo hacía por sí sola, parecía tener vida propia. Dirigía su afilada cuchilla a una parte letal -el pecho, el cuello, el estómago... cada vez era diferente- en cada una de las cartas, mientras se bañaba en la intensa sangre roja que de ellas brotaba. Algunas gotas llegaban hasta las manos, la cara o el pecho de Alicia, creando en ella una hermosa imagen de una gladiadora letal. A pesar de que recibió varios cortes, Cheshire se encargó de que su cabeza no rodara por el suelo. Cada vez que algún enemigo se acercaba peligrosamente por la espalda, Cheshire los envolvía a ambos en una nube invisible, y transportaba a Alicia a otro lugar de la sala, dónde los despistados guerreros no esperaban su aparición. Desorientaba un poco a la chica, pero no le retrasaba a la hora de atacar de nuevo. A veces incluso, Cheshire no se molestaba en teletransportarse, sólo hacía falta un par de garras bien afiladas y unos dientes aguzados para rematar un trabajo bien hecho. Después de saltar sobre un enemigo, volvía ágilmente y se enganchaba de nuevo en el vestido. Se desplazaba como una cobra, silencioso, inesperado, mortal, y de forma tan ligera que Alicia ni notaba su presencia. Lo único que sentía era su escalofriante sonrisa ensangrentada, que se clavaba en ti mejor que un par de ojos de acosador. Sentías un escalofrío y te entraban ganas de salir corriendo y gritando.

        El ejército fue reduciendo su número paulatinamente, mientras que los cadáveres ocupaban todo el suelo como una moqueta macabra. Cuando la última carta hubo caído al suelo, todas ellas se desvanecieron en un lago de sangre roja, que se coló por resquicio de la enorme puerta que separaba una sala de otra cuando, por ley de gravedad, tenía que haber sido al revés.

        Alicia miró seria la pared, mientras se acercaba con paso firme y seguro a su umbral. Se paró a unos centímetros de la puerta, sin poder dejar de contemplarla; un enrome portón en forma de corazón con un grabado exquisito y más de una cerradura. De ambos lados, colgaban dos gigantescas cabezas de piedra sujetas por una cadena gruesa de metal. Alicia reconoció la que estaba situada a la izquierda; era la Reina Blanca. Y supuso que la imagen de la derecha debía pertenecer al Rey Rojo.

WONDERLOST: El Proyecto de Alicia #OreosAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora