Industrias Sombrerero presenta: ¡Progresa o Muere!

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        La luz pronto se hizo visible a lo lejos, casi al final de la gruta.

El otro lado se vislumbraba de forma borrosa, distorisonada, pero no entendió exactamente el porqué hasta que atravesó de forma inesperada una gota de té que separaba ambos mundos, cayendo de espaldas sobre una rueda dentada flotante.

Miró hacia arriba y contempló la imponente boquilla de una tetera alargada sobre su cabeza. Así que, en vez de caer  por el agujero de una madriguera, lo que en realidad había hecho había sido bajar por el interior de una tetera.

        Alicia se levantó doloridamente, se desentumeció los brazos, y sacudió el vestido, el cual había vuelto a cambiar de forma una vez más: éste era ahora negro por completo, con ligeras gasas de tonos marrones bordadas y  adornos dorados en los bordes, afilados. Su delantal había sido sustituido por un grueso cinturón de cuero tan negro como las cenizas de la chimenea. Era muy elegante y misterioso. En la zona sobre la que se situaba corazón, había incrustado un reloj auténtico y luminoso, que no marcaba hora alguna, pero cuyas manecillas corrían sin ton ni son. Podía sentir sus latidos ir al mismo compás.

Sólo esperó que aún tuviese un corazón de verdad en lo más profundo del pecho.

        Sus medias a rayas cogían diferentes sentidos, y mareaban con sólo echarles un mínimo vistazo. Sus largas botas tenían ahora tachuelas de metal en forma de rueda dentada, y su pelo se encontraba recogido en una desenfadada coleta ladeada, con varias cintas negras de adorno a su alrededor. Palpó el pelo de su cabeza y comprobó que llevaba un pequeño sombrero negro de terciopelo, adornado con telarañas y cuentas negras.

-          Genial -pensó complacida ante su nuevo aspecto-. Nunca está de más tener un poco de clase a la hora de luchar.

        El camino se hallaba formado por un montón de plataformas en forma de ruedas y engranajes, que se elevaban hasta el interior de lo que parecía ser una fortaleza. Todo a su alrededor estaba rodeado de tazas y teteras del tamaño de montañas, ríos de té y varios mecanismos sueltos.

Alicia ascendió lentamente desde la plataforma, con cuidado de no resbalar y caer al inmenso vacío. Cuando pisó suelo firme, si así pudiera llamarse, corrió con determinación hacia el interior de la fortaleza, dispuesta a encontrar al Sombrerero para librarse de toda aquella pesadilla.

        El interior de la fortificación estaba lleno de salas de baldosas con forma de ajedrez, pero todas angostas y vacías.

A medida que avanzaba a través de sus numerosos y laberínticos  pasillos, los cuales le recordaban ligeramente a la Cárcel de Hielo, comenzó a oír más murmullos mecánicos de maquinaria en pleno funcionamiento. Asimismo, las celdas y salas se fueron llenando paulatinamente de extraños aparatejos y esqueletos en descomposición atados a las paredes con alguna sustitución metálica en los huesos.

A veces aparecían grandes fugas de aceite que cubrían de forma asquerosa una amplia superficie del suelo, o columnas de vapor que te empujaban de un lado a otro de la pared, por no hablar de los engranajes que se amontonaban en las esquinas como si de basura se tratase.

        Al final de un largo pasadizo, halló algo que le llamó plenamente la atención: se trataba de una enorme puerta compuesta por un mecanismo muy extraño, un tipo de cerradura engañosa y complicada de aspecto asombroso. En el centro de ésta se situaba un reloj sin proteger, por lo que las manecillas podían ser cambiadas con facilidad. Se fijó bien en sus puntiagudas agujas.

-          Las tres y veinte –dijo para sí-. ¿Qué hora será en realidad?

        Entonces sacó el reloj del conejo Blanco de su bolsillo y lo comparó. En éste marcaban exactamente  las seis en punto, a menos que estuviese estropeado, pues no había sido poco el trote que había recibido.

WONDERLOST: El Proyecto de Alicia #OreosAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora