Lapso

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        La sala continuaba con aquel molesto pitido retumbando entre las paredes, pero los presentes estaban demasiado deprimidos como para desconectar en ese instante a Alicia. El equipo aún permanecía allí, intercambiando palabras en voz baja pero, de vez en cuando, contemplando la escena. El doctor Derek había acercado la mesa hacia delante, y ahora se encontraba observando el cuerpo inerte de Alicia, sin dejar de pensar en su fracaso y en la terrible pérdida que su insensatez había provocado. Quería haberla ayudado, pero en vez de eso le había traído la muerte prematura. Por lo menos, esperaba que por fin pudiese descansar de este mundo de tortura en el que tanto tiempo se vio atrapada..

        Ágata había aproximado de nuevo la silla, y miraba a Alicia como nunca antes la había mirado. Tenía miedo de tocarla, pues si la palpaba se aseguraría de que estaba muerta, y en lugar de eso, se dedicó a esperar un milagro, mientras rezaba en voz baja algo intangible. De vez en cuando, intentaba sonreír. Las lágrimas ocupaban el rostro de todos, incluso de aquellos que nunca la conocieron en persona, pero se habían encariñado de la niña, tan valiente y tan frágil.

Un pitido sonó en la sala, pero después reinó el silencio de nuevo.

-         ¿Ha oído eso? –inquirió Ágata con un hilo en la voz, alzando débilmente la cabeza.

-         ¿El qué? –murmuró en el mismo tono el doctor Derek.

Otro pitido retumbó en la estancia, pero nadie parecía escucharlo.

-         ¡Eso!

-         Es tan sólo el aparato. -explicó entre suspiros-. Cuando llevan mucho tiempo encendidos, se precalientan y...

        Entonces, una serie de pitidos, a cada instante  más seguidos, empezaron a salir del pulsímetro, cada vez más deprisa; parecía que fuese a estallar. Uno de los enfermeros corrió a revisar la máquina, pero no entendió por qué se comportaba así. Ágata lo miraba todo con los ojos abiertos como platos,  y el doctor Derek levantó repentinamente la vista, anonadado. El pulsímetro iba más y más veloz:

-         ¡Va a explotar! –gritaron, apartándose.

-         ¡Se ha vuelto loco!

        Y el pecho de Alicia se levantó inesperadamente, inhalando el más profundo de los alientos, como si acabase de recuperar la consciencia tras haberse ahogado en el mar. Se sentó sobre la Madriguera y comenzó a recuperar el aire de sus pulmones, aún confusa por el viajecito.

        Ágata se cayó literalmente del asiento, pensando que la muerta había revivido desde el más allá como un alma en pena, mientras que el doctor Derek  y todo el equipo giraron su cabeza al unísono, incrédulos por lo que estaban contemplando. Tras unos instantes de tensión inquebrable, fue la misma Ágata quien se abalanzó al cuello de Alicia una vez se hubo levantado, estrechándola en un fuerte abrazo, como si fuese la última vez que estuvieran juntas en milenios. El doctor Derek las separó, dejando a Alicia inspirar y tranquilizarse, no sin sentirse realmente confuso e impresionado:

-         ¿Alicia? -le preguntó una vez vio que se iba recuperando.

La chica sólo consiguió respirar un poco más, trgando saliva audiblemente.

-         Sí... -reespondió con una fina sonrisa- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué esas caras tan funestas?

-         Es una larga historia –admitió Ágata, echándose de nuevo sobre ella, entre risas de euforia- ¡Dios Mío, no me lo creo! ¡Por fin estás aquí!

-         Yo también me alegro de haber vuelto –aseguró igual de animada, correspondiendo a su entusiasmo.

Un poco dolorida también, pero cierto es que no se había tomado un respiro en todo lo que llevaba de aventura.

WONDERLOST: El Proyecto de Alicia #OreosAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora