Invierno puede esperar

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Me hiciste morder el polvo cuando me caí en el precipicio de tu clavícula para besar tu cuello. El verano se nos hizo eterno entre las cuerdas de tu guitarra y mis versos sin orden. Que las golondrinas se marcharán la noche del primer martes de septiembre, pero nosotros seguiremos acariciando copas de vodka y nuestras manos. Miraremos la luna colgando de un cielo sin estrellas, porque todas se escondieron detrás de esta, por miedo a que las robaras y me las dieras, y así, se quedaran sin la luna, su compañera de viajes. En invierno echaremos de menos las rutas que tus dedos hacían en mi columna, los enredos en mi pelo y las noches en vela. Sin embargo, la primavera guardara algunas flores, para que cuando vuelvan las golondrinas, se enamoren de estas, y tal vez, se queden los 365 días del año. Puede que yo haga lo mismo, te guardaré algunos besos, para que cuando vuelvas, sonrías y me digas “invierno puede esperar”. Soñaremos entre carcajadas e historias de otoño, para que el ron no se termine tan rápido y no nos quedemos tan cuerdos de tanto trago. Seguiremos dando tumbos entre las calles repletas de silencio y el sonido del chasquido de nuestros besos. Solo espero conservar el orgullo a finales de agosto, para que el adiós no sea tan duro, y que una rosa y una carta no sean tan pesadas en mis manos. Conservaré tu guitarra y los acordes entre mis versos, porque todo amor de verano, merece ser recordado, y tu te ganaste el trono del más cabronazo. Solo espero que quieras seguir siendo mi cabronazo favorito.

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