El efecto dominó

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Volaban pájaros locos en mi cabeza y mariposas muertas en mi estómago, tras aquella mañana de agosto en la que no te encontré en la cama ni en mi taza de café. Dejaste una nota en la nevera en la que decías que ibas a por una tregua y un par de vendas para el alma rota que conservo en el pasillo derecho. Aún no pude completar la cicatriz echa por dos personas, simplemente tus besos no son lo suficiente medicinales para sanarla, y lo siento si te duele lo que te digo, que se que me quieres, pero como algunos dicen, solo te enamoras una vez y siento que tu corazón no me pertenece. Sigues intentado encajar tus dedos con los míos, como si quisieras juntar dos piezas de puzzle que son iguales. “Te seré sincero, cuesta mucho amarte cuando se que tu no lo haces” me dijiste después de que te arrojara en mi mundo llamado 'vacío'. Quiero aprender a besarte sin pensar en sus labios, que parecen ser los únicos en los que me acuerdo desde que se marchó. Solo luchas por ser el medico que llene mi vacío cuando el único asesino aquí soy yo, el que te envenena con mentiras y caricias de buenas noches. Que si no consigues salvarte de este efecto dominó, serás la siguiente ficha en ser derribada. Aún estoy demasiado dañada y si sigues intentando luchar, solo conseguiremos dos heridos graves en el centro de la sala, y eso sería una putada enorme.

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