CAPÍTULO 3: Mentiras que contar.

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Puede notar las pulsaciones raramente aligeradas. Un sudor frío le recorre la frente haciendo que su flequillo se pegue a ella y obligándola a secarse con el dorso de la mano.

Se encuentra entre la espada y la pared y aunque sabe que solo tiene una opción si verdaderamente quiere mantener a sus amigos, la idea de salir corriendo y dejar todo atrás ha cruzado por su mente en más de una ocasión en estos segundos.

La idea de perder a las personas que tiene delante la pone nerviosa, incluso más que la atenta mirada de todos los presente. Por eso se dispone a hablar dejando escapar por sus labios sus inquietudes más escondidas.

¿Y si Vicente se propone hacerle daño y no solo se lo hace a ella, si no a todas y cada una de las personas a las que aprecia.? ¿Y si realmente lo mejor es guardar sus problemas y no involucrar a sus amigos.?

Vuelve a mirar su muñeca, no está dispuesta a ser una más. Una de esas chicas que murieron y que ahora mismo están bajo tierra, calladas y que no podrán gritar más, pedir auxilio o confiar en que alguien las saque de ahí.

No está dispuesta a morir y que se le culpe a su ropa, a la hora en la que salió o al sexo en el que se identificaba.

No está dispuesta a que su expareja quede inmune a cualquier castigo si algún día ella muere a manos de él, que su castigo sea callar bajo tierra mientras a él se le castigue más por robar unas gafas que por maltratar y humillar a una persona.

Se niega y por ello comienza a hablar.

- Hace dos días vino a mi piso y me obligó a tener relaciones. Me enfadé y le pegué en la cara antes de que me entrara un ataque de ansiedad y como me vio así me intentó calmar.- tiene que respirar profundamente antes de seguir hablando.- Salió enfadadísimo de mi casa y no lo volví a ver hasta que vino diciéndome que había conseguido piso para venirse conmigo a Madrid. Cuando íbamos a dormir le saltó en Twitter la notificación de una foto mía y de Luis de hace varios meses y aunque se lo intenté explicar no me escuchó. Cogió mi maleta y me echó del piso diciendo que ya había hecho conmigo lo que necesitaba y que me viniera con Luis.

Desbloquea su móvil para enseñar el mensaje que le llegó de él está mañana y añade:

- Y hoy por la mañana me ha enviado esto.- dice enseñando la pantalla de su teléfono.- Me lo he encontrado de nuevo al salir de la farmacia, me ha dicho que necesita hablar conmigo.

Ana le tiende un pañuelo con el que se seca las lágrimas que han ido resbalando por sus mejillas. Luis mira al suelo demostrando su enfado y una de las manos de Amaia le acaricia la espalda.

- ¿No vas a parar de ocultarnos cosas nunca? Queremos ayudarte, siempre lo hemos querido hacer, y tú nos lo pagas mintiendo y ocultándonos cosas.- Contesta Luis, que no puede quedarse más tiempo sentado y termina levantándose de su asiento.

Aitana ya tiene suficiente con su cargo de conciencia. No necesita que le digan que lo ha hecho mal, lo sabe ¿Cómo no va a saberlo?
Es ella la que se estaba esforzando por alargar esa relación que, todos saben, no tenía solución desde hace tiempo. Pero olvidar es más difícil que querer, y ella seguía poniendo de su parte para que esa relación adolescente sin futuro siguiera adelante.

El silencio es ensordecedor. El repiqueteo del zapato de la más pequeña es lo único que lo interrumpe. Nadie tiene nada que decir.

Su móvil vibra en el bolsillo y agradece que lo haya puesto en silencio porque es probable que alguno de los presentes lo hubiera tirado por la ventana si lo hubieran llegado a escuchar.

Vicente: Siento mucho lo de anoche, necesito hablar contigo antes de volverme a Barcelona. Llámame cuando puedas.

Lo lee una y otra vez. Le gustaría estar lo suficientemente convencida como para rechazar el mensaje y bloquear al contacto, pero no lo está. Quiere rechazarlo, decirle que no va a ir con él a ningún sitio y que vuelva a Barcelona sin ella si no quiere que ponga este asunto en manos de sus abogados. 

Soñemos juntos = AITEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora