CAPÍTULO 50: El hilo rojo.

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El trazo de carboncillo se desliza fácilmente por el bloc de dibujo. Cualquiera la tacharía de loca si descubriese que su mente ha empezado a despegar de esos trazos y que ahora está fijamente centrada en la posición de su acompañante. Pero no puede controlar que su organismo haya dejado de responder a sus órdenes al ver esa imagen que sin duda le ha removido algo por dentro.

Si está loca es porque él anda en su cabeza y no tiene más remedio que aceptar internamente que la faceta de Luis haciendo y siendo música es una de las que más le fascina del gallego.

Compartiendo pódium con el Luis con delantal y dispuesto a hacer la que él califica como mejor tortilla de la historia y junto con su faceta de conductor, por supuesto.

El silencio que de vez en cuando es interrumpido por unos acordes que escapan de las cuerdas del instrumento le es reconfortante. Hacía tiempo que no disfrutaban de la paz que ahora mismo comparten en el piso de la chica y después del agobio y la intensidad de unos meses ajetreados se siente agotada.
Aunque haya visitado a toda su familia, haya visto a sus amigas más cercanas, haya llenado estadios completos o haya compartido charlas nocturnas interminables con su madre desde el otro lado del teléfono, puede confirmar que echaba de menos el caos o la tranquilidad, según se vea, de la capital. 

Luis susurra palabras ilegibles que apunta en la libreta donde por más que ha intentado estirarse no ha conseguido descifrar ninguno de los jeroglíficos que adornan los renglones y se revuelve en su lado del sofá acomodando uno de sus pies debajo de su culo mientras termina de intentar plasmar a la perfección los rizos desordenados de Luis que solo confirman que se han pasado todo el día entre las sábanas y no han pisado el suelo de la calle en ningún momento.

El calor en Madrid se vuelve más intenso en el mes de Agosto y por eso se ha visto obligada a tomar prestada una de las varias camisetas de manga corta, además de otras prendas más que Luis ha dejado en su piso, que confirman que se están adaptando demasiado bien a la rutina en la que se han sumergido durante estos meses.

Él mientras tanto, consigue reescribir ese verso que no terminaba de convencerle y ha encontrado las palabras adecuadas para transmitir en acordes el huracán de sentimientos que le lleva sacudiendo el pecho desde hace meses.
Porque Aitana ha sido siempre su musa aunque se haya empeñado en negarlo y las canciones cuentan lo que las bocas callan.

La está viendo estirarse desde el otro lado del sofá y sabe de sobra que intenta leer alguno de los tachones de esas páginas. Una sonrisa de medio lado le delata y solo consigue que la chica vuelva a intentar convencerle.

- Venga Luis, si sabes que al final terminaré escuchándola la primera.- le ruega de nuevo golpeando con su pie el hombro del chico que, desde su posición queda perfectamente a su altura y solo necesita una breve elevación de su pierna para que su pie y el hombro de él queden al mismo nivel.

- Aitana, me estás desconcentrado.- ríe ante el movimiento del pie de la chica.- además, ¿Qué te asegura que serás la primera en escucharla?- pregunta con cierta picardía. Sabe que no puede engañarla, pues eso mismo ha sido el motivo de varias confesiones en la terraza que tienen a escasos metros y ella termina burlándose de él porque dice que siempre termina siendo su "aconsejadora oficial", aunque le encante tener ese puesto.

- ¿No voy a ser la primera en escucharla?- le responde ella dejando a un lado la libreta y el lápiz que estaba utilizando hasta hace unos segundos. El chico niega con la cabeza esperando la respuesta de ella que no tarda en llegar.- pues entonces puedes coger la puerta e irte.

Los dos están bromeando y son conscientes de que terminarán en una guerra de cosquillas, pero a ella le gusta jugar con fuego y a él no le importa quemarse.

Soñemos juntos = AITEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora