CAPÍTULO 30: desastrosos desconocidos.

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La luz que entra por la ventana del apartamento consigue sacarla del profundo sueño en el que se sumergió hace apenas unas horas, el conocidísimo Jetlag le ha pasado factura, eso, y que además se ha pasado demasiado tiempo dándole vueltas a la cabeza sobre temas que le removía algo más que el estómago.

Se siente muy feliz por la nueva oportunidad que se le ha dado, no todos los músicos tienen la posibilidad de trabajar con productores y compositores tan conocidos como con los que comparte horas y horas en el estudio, pero aún así se siente entre mal y apenada por las cosas que ha dejado atrás, en su país de origen, concretamente.

Siente un vacío asombroso en el pecho y sabe perfectamente cómo se le quitaría de un plumazo.

Pero no puede volver al ático y hacer como si nada hubiera pasado.

No puede hacerle eso a la persona por la que sigue, aunque sea un poco, todavía enamorada. No sería justo para ninguno de los dos y entiende perfectamente que en esos cuatro meses él decida rehacer su vida y encuentre a alguien mejor que ella.

Porque sabe que hay personas mejores que ella, pero pensando egoístamente, espera en lo más profundo de su ser que no la encuentre nunca.

Se regaña a sí misma por pensar en esas estupideces cuando sabe perfectamente que quiere que al gallego de barba descuidada le pase lo mejor del mundo, aún siendo solo las nueve y media de la mañana y queriéndose quedar en cama hasta pasado el mediodía, se levanta del colchón para ir acostumbrándose a ese drástico cambio de horario.

Encuentra por el camino hasta la cocina las cajas que se han traído las dos primas para hacer un poquito más acogedor ese piso. Ese piso de 80 metros cuadrados que esperan convertir en "su trocito de mundo" en esos cuatro meses.

Ella sabe que va a ser duro, pero al fin y al cabo son cuatro meses del resto de tu vida y no se olvida de la oportunidad musical que está teniendo.

Si le llegasen a decir hace poco más de dos años, antes de entrar la academia, que su vida iba a cambiar de una forma tan radical, se hubiera reído en su cara. Sí, definitivamente se hubiera partido de la risa enfrente de la persona que le hubiera dicho eso.

Se da cuenta de que lleva demasiado tiempo en Babia cuando se choca de frente con una de las cajas más grandes, colocada en medio del pasillo estratégicamente para que empiecen a sacar cosas de las cajas de cartón cuando antes.

Están bajo mínimos en lo que se refiere la comida y su prima parece que va a tardar un rato en despertarse, por eso decide vestirse con lo primero que encuentra en una de las cajas etiquetadas con el rotulador negro y baja a una de las muchas cafeterías que vio el día anterior de camino al piso.

El camino hasta allí es corto, ha estado en Miami antes pero no por la zona en la que se encuentra y por eso decide ralentizar el paso fijándose en los pequeños detalles de las calles o intentando memorizar las direcciones para no depender siempre de la aplicación de su móvil.

Encuentra la fachada verde pistacho de la cafetería "Panera Bread" fácilmente y observa desde fuera la cafetería. Empuja la puerta de cristal y se encuentra de frente el mostrador.
Saluda amablemente a la dependienta y con un perfecto inglés que perfectamente podría confundirse con el necesario para el B2, encarga dos cafés con leche y un par de dulces a la chica.

Espera pacientemente su pedido mientras revisa redes sociales y contesta varios mensajes. Justo cuando termina de guardar su móvil en el bolsillo comienza de nuevo a vibrar obligándola a que lo saque de nuevo.

- ¿ Si ?- le pregunta a su prima, esta vez, hablando en castellano.

- ¿ Dónde estás loca ?

Soñemos juntos = AITEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora