Traidores y heridos

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Tras el vórtice, el túnel de agua fue iluminándose y ascendiendo, hasta llegar a las raíces de la montaña, convirtiéndose en un río subterráneo. Una tenue luz se filtraba por las grietas, aunque no se distinguía el lugar de donde esta provenía, si no me equivocaba, era luz natural, nada de magia de por medio (al menos no esta vez). Una luz tan tenue debía significar que estaba amaneciendo recién.

El río era tan ancho como lo fue el túnel y un poco más. En las orillas se distinguía un terreno aplanado, era un trabajo humano. Sin embargo ese era el único detalle que parecía ser hecho por el hombre, por lo demás el rio recorría una enorme caverna dentro de la montaña. Estalactitas de varios metros de largo colgaban del techo y, a pesar de su enorme longitud, estas quedaban suspendidas a gran altura por encima del barco. El río siguió avanzando todavía un buen tramo.

Al final, en un punto, se ensanchaba, y entraba a una caverna mucho mayor que la anterior en donde terminaba su recorrido. La caverna parecía estar llena de luz natural también, la cual se filtraba por Dios sabe dónde. Un pequeño puerto ocupaba un lado entero de la cueva, aunque tal vez puerto puede que sea mucho decir. En realidad era solo muelle. Un muelle de madera, eso si, tan ancho como para permitir que un desfile del día de la Independencia pasara sin problemas. Al inicio del mismo se encontraban dos cacetas a cada lado, como si fueran torres en miniatura.

En tierra firme se veía un destacamento de al menos treinta protectores, todos ellos armados y listos para combatir. En el segundo que el Batalia Sis estuvo preparado para el desembarque, todos ellos se pusieron en posición de ataque, como si esperaran que de la nave descendieran demonios perversos en lugar de mmmm bueno nosotros.

Por supuesto yo me entere de todo esto algún tiempo después, pues durante todo el trayecto por el rio había estado metido en la enfermería. Tenía los brazos vendados y cubiertos de varios ungüentos e infusiones. También me habían dado a beber una poción amarilla de gusto amargo que me quito el dolor en segundos pero me dejo sintiéndome algo atontado. Me preguntaba porque demonios no me sanaban rápidamente como las anteriores ocasiones y porque Pema impedía que Laila se me acercara para sanarme.

Tras el accidente, Andros me llevo a la enfermería en un santiamén, seguido por Laila y Ahkin. Laila no paraba de repetir -Lo siento, lo siento- una y otra vez. Créanme, sentí su alma y lo sentía de verdad.

-Vamos niña, si de verdad quieres hacer algo, deja de lloriquear y cura sus brazos- dijo Andros

Laila se había secado las lágrimas y se apresuró a atenderme. No bien se había acercado llego Pema y la detuvo con un grito un poco agresivo.

-¡No lo toques!- Luego le pidió ayuda a Yara para revisarme y mando que el resto saliera de la habitación. Se dedicó a dar órdenes, comenzando por la poción amarilla que emboto mis sentidos, la sensación era muy parecida a la que provoca el gas de la risa en el dentista, así que no supe muy bien que paso después. Yara seguía instrucciones rápidamente pero Pema no se me acerco en ningún momento.

Pasado algún tiempo, no podría decir cuánto exactamente, la doctora dijo -Es todo lo que podemos hacer por ahora, déjalo descansar. Lo llevaremos al hospital en cuanto lleguemos-

-¿Ya llegamos? ¿Mamá puedo comprarme un helado cuando lleguemos?- dije mareado aún y tirando de la manga de Yara.

-Déjalo descansar, debemos discutir el asunto del sabotaje.- Me dejaron solo en la enfermería hasta que escuche una voz potente en el buque.

-Están entrando en territorio de La Sede de los Seis Espíritus sin la señal reglamentaria.- dijo una voz -Que toda la tripulación deje sus armas y vaya a la cubierta superior. Permanezcan a la vista hasta recibir nuevas órdenes.-

GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora