Vacío

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No sé cuánto duro mi grito, no lo sé de cierto. Tampoco supe cuando fue que deje de gritar. Llego un momento en el que ya no distinguía mis gritos de los de los protectores. Puede que tardara más tiempo del que debía, todos los monstruos que Clagg debió haber convocado ya habían cruzado.

Mi voz sonó quebrada -No se vayan… por favor… no me dejen. Papá, Mamá...- les rogué con suavidad y tristeza. -Despierten-

Con sumo cuidado retire las dagas que les habían clavado. El cuchillo salió limpiamente, sin ningún esfuerzo y sin una sola gota de sangre.

-¿Qué voy a hacer sin ustedes? No me abandonen. Por favor, por favor, por favor…- Seguía arrodillado, sumido en mi propio dolor, indiferente a cuanto ocurría a mí alrededor.

-Lo único que quería… yo solo vine porque… ¡YO NO QUERÍA QUE LES PASARA NADA MALO!- estalle, estaba desesperado. Mi mamá, mi papá... Los días de campo, las cenas con mi familia… “Joder, ni siquiera pudimos estar juntos en la playa”

-Tengo tantas preguntas… por favor, los necesito- hablaba con dolor, aunque no había derramado una sola lágrima, estaba dolido, triste y desesperado -Quería que estuvieran conmigo siempre. Los cuatro juntos. Ahora no podemos. ¿Cómo se lo voy a explicar a las niñas? ¿Qué demonios voy a decirles?-

“¡Mis hermanas!”

-No puedo dejarlos aquí- me dije en voz alta, refiriéndome a los cuerpos -Papá, Mamá, esperen un poco, no me tardo. Luego… luego nos iremos los tres a ver a mis hermanas ¿verdad?-

Solo hasta entonces levante la vista, la frialdad con la que vi la escena frente a mí aún me da escalofríos. Protectores luchando por su vida, ampliamente superados por el enemigo, monstruos horrendos, de pesadilla los atacaban sin cuartel y, poco a poco, iban ganando la partida. Hombre, mujeres, ¡incluso los jóvenes aprendices!, ninguno parecía a salvo del bestial ataque. Todos luchaban desesperadamente por sobrevivir, pero no hubo en mi interior ni pena ni alegría, todo me parecía… absurdo. No me importaba que les sucediera, yo solo buscaba a dos personas. Mi preocupación solo era que esos dos estuvieran vivos.

“¡Allí!”

Espalda con espalda y los dos juntos además "Que afortunado".

Me puse los cuchillos en el cinturón y tome la espada. Fue aterrador. Yo nunca había tenido miedo de mí mismo hasta ese momento. Y no fue por lanzarme a cortar todo lo que se moviera, no. Fue peor. Simplemente camine, camine en medio  de todo un caos sin tratar de esquivar ataques o dientes. No me importaba recibir un golpe. No me importaba siquiera que me doliera o no. Para mí solo importaban esos dos e iba a llegar a ellos aunque fuese muerto.

Lo que más me asustó… lo que realmente me dio miedo fue que me dirigí hacia ellos con total desprecio por mi vida. No intente ayudar a nadie. No consolé a nadie. No detuve a nadie. Solo camine. Ni siquiera tenía interés en sobrevivir. Si no fuera por mis hermanas puede que simplemente me hubiera clavado una daga yo mismo.

Me he dado cuenta que el destino puede ser algo muy retorcido en algunas ocasiones, curiosamente nada intento asesinarme y por ello lo único que sentí fue una pequeña decepción. Fue un sentimiento de vacío, de indiferencia absoluta. Morir o vivir me daba exactamente lo mismo. Si ese era un estado de shock o simplemente un bloqueo, no tengo idea. Lo que sé es que es aterrador recordarlo. Era como perder toda voluntad para seguir pero ser forzado a avanzar por alguna razón. Alguien sin razón para vivir pero sin poder morir.

Llegue con aquellos que buscaba. Mi voz sonó monótona y sin emoción. No sentía odio ni resentimiento hacía ellos. No los culpaba en absoluto. Todo esto era mi culpa.

GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora