Soulmate | Cashton

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Los lunes eran insoportables, cualquier persona lo sabía, el inicio de la semana y el inicio de la escuela, etc., Calum odiaba los lunes, la escuela, el mes de julio y todo lo que tuviera que ver con ruidos fuertes. Su hermana le decía todos los lunes que habría algo en su día que lo haría cambiar de opinión, Calum lo dudaba.

Así que ahí se encontraba el pobre Calum Hood, levantándose a las 6:00am un lunes 7 de julio mientras su vecino tocaba la batería. Su hora habitual de levantarse era a las 7:00am así que en ese mismo instante a parte de odiar los lunes de julio con ruido, estaba odiando a su nuevo vecino.

No tuvo más remedio que levantarse y tratar de no ir a asesinar a su vecino (el cual no conocía), se metió a la ducha y quiso relajarse, recordó la canción que su madre le cantaba cuando era un niño, esa canción que llegaba al corazón según ella.

-Piensa en esta canción y tranquilízate, te evitará muchos problemas- le decía ella al finalizar, Calum siguió el consejo incluso el día de su funeral. Aquel espantoso lunes de julio dos años atrás, cuando su madre murió arrollada por un camión, Calum recordaba aún el ruido del motor por las noches más frías.

Cuando salió, se colocó su ropa típica, su hermana le decía que era una combinación de un chico punk y emo a la vez, Calum no sonreía tan solo le dedicaba una mala mirada. Se miró al espejo por última vez y guardó sus cuadernos en la mochila desgastada que había obtenido como regalo de cumpleaños tres años antes.

Bajó a desayunar y como era de esperarse, su padre y hermana aún estaban arreglandose, así que el desayuno aún no estaba hecho. Decidió que su día sería drásticamente diferente, preparó unas cuantas tostadas y huevos fritos, puso café y esperó a que Mali llegara a la cocina con esa sonrisa radiante.

-¡Buenos días!- gritó ella al entrar, Calum alzó una ceja.

-Hey- fue lo único que dijo.

-¡Por Dios! ¡Papá, Calum preparó el desayuno!- entonces su padre entró a la cocina también sorprendiéndose.

-¿Qué hiciste con mi hijo?

-Calmense, no es el fin del mundo- rodó los ojos y bebió de su café.

-Bueno, no, pero es raro... Gracias, Cal- Mali le dio un beso en la mejilla ignorando la mala cara de Calum, otra cosa que odiaba: las muestras de afecto.

-En fin, me iré temprano, quiero caminar- dejó su taza y se dirigió a la salida con la mochila colgandole en la espalda, cerró su chaqueta y metió sus manos a los bolsillos, era una mañana fría y lo odiaba, porque eso quería decir que dos horas después el sol saldría y quemaría la piel horriblemente.

No se había dado cuenta de en qué momento el ruido de la batería de su vecino se había detenido, aunque lo agradecía. Calum no tenía amigos, así que cuando subía al autobús escolar tenía su asiento habitual en la primer fila justo al centro, porque habían dos simples razones: la primera era que los asientos de enfrente eran ocupados por los cerebritos y los raros, y la segunda razón era que los últimos asientos eran ocupados por los bravucones y estúpidos jugadores de fútbol americano.

Calum disfrutaba su lugar, ahí solían sentarse los que no se preocupaba de nada y él era experto en ello. Cuando el autobús frenó de golpe, se asustó y se molestó también, el ruido que hacía era insoportable, así que tan sólo alzó un poco la cabeza para saber qué es lo que causó aquel desastre.

-Lo lamento, señor chófer, he corrido para alcanzarlo- Calum escuchó la voz de alguien, la mayoría de los demás estudiantes gritaban. Rodó los ojos y siguió recargado sobre la ventanilla sin importarle nada más, tal vez estaría así hasta llegar a su escuela sino fuera porque sintió que alguien se colocó a su lado.

O. S CASHTON Y MUKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora